Luis Miguel 50 años:
una leyenda para trascender
Contaba una persona muy allegada que él canta muchas veces cuando se levanta, entre su repertorio de regadera están las canciones de Elton John. El ejemplo de Elton John debería inspirarlo para algo más que un palomazo mañanero. Esa valentía para mostrar la vulnerabilidad de un hombre superado por los traumas y las adicciones que vimos en Rocketman es el camino correcto hacia una catarsis real. La letra de “I’m Still Standing” es un himno de ese renacer. Tras esa catarsis, Elton John logró una nueva vida, logró trascender, renacido de sus propias cenizas. Cerró sus círculos y abrió su corazón.
Luis Miguel siempre lo dijo: “Lo que quisiera es trascender”. Está a tiempo de elegir la manera en la que quiere ser recordado por los siglos de los siglos. La vida le ha dado una segunda oportunidad para que las palabras que le dijo a Raúl Velasco en 1994 se cumplan: “Tengo miedo de no llegar a realizar en esta vida lo que vine a hacer, yo vine a hacer algo muy específico y tengo que lograrlo”. Con su regreso en 2018 se le veía en otra actitud, se tomaba fotos, se paraba con las fans, se veía relajado de un lado a otro con sus bocinas escuchando música sin parar. Parecía otra persona, hasta Alejandro Sanz lo comentó después de tenerlo de invitado en su casa junto a Marc Anthony. Después empezaron a aparecer los errores, Arizona, Ciudad de México, Acapulco, Panamá… El efecto catarsis que pudo haber tenido la divulgación de su historia a través de la serie finalmente no se produjo. “Recuperó muchas cosas pero me da miedo a que vuelva a equivocarse”, dijo el que fue su gran amigo Polo Martínez.
Luis Miguel es un hombre que llegó al medio siglo de edad con un perfil psicológico de tendencia a la depresión. La exmodelo argentina Patricia Sarán llegó a decir que era la persona más triste que había conocido en su vida. Queda poco rastro de aquel joven travieso, desenfadado, juguetón, siempre cariñoso, dado a la ocurrencia. Las traiciones, las realidades que no se quieren aceptar, los golpes de la vida en definitiva, han acabado por modelar de manera simultánea a un gran artista y a un ser humano imprevisible. “Soy desconfiado pero antes no era así, es un velo que tú te pones”, confesó en 1993.
Las huellas de abandono con las que creció Luis Miguel no han podido llenarse con la dolce vita del desmadre. Además ha ido perdiendo a casi todas las personas que tenía alrededor sin interés, sin tener en cuenta la fama. Es tener nada teniéndolo todo y teniendo nada. Luis Miguel necesita encauzarse en una vida de mayor cultivo espiritual. Mariano Mores, el autor de Uno dijo en 1997: “Dios quiera que pueda tener una conducta para sobrellevar el peso tremendo de lo que el pueblo del mundo deposita en él”. La sanación y cuidado del alma alivianará ese peso. Su tendencia a la depresión y su personalidad acorazada siguen amenazando como una espada de Damocles a su buen hacer profesional y sus relaciones personales, y él mismo ha sido consciente siempre de eso: “Todos tenemos cicatrices. Tengo heridas y he de aprender a vivir con ellas e ir a sanarme lo más que se pueda, aunque la huella difícilmente se borre, siempre van a estar presentes”. Además el tiempo siempre juega en contra del cuerpo pero a favor del alma. Buscar a Dios es encontrarse a uno mismo, es reencontrar la luz intensa que una vez estuvo presente e irradiando a cuantas personas pasaron por su vida de forma trascendente. Todas ellas concuerdan en ese análisis, ha de quitar todas esas capas de la cebolla que esconden en el centro un hermoso corazón, que si bien ha sido muy maltratado puede rehabilitarse y proyectar energía positiva al mundo entero a través de su arte, su voz.
Sus relaciones personales están prácticamente todas rotas. A la hora de cerrar esta edición todavía no se había reconciliado con su hermano Alex tras el último distanciamiento, cosa que esperamos suceda lo antes posible. El Pichita lo acompañó en buena parte de su gira de 2018. El disgusto que se llevó Stephanie Salas con la serie no ayudó precisamente a que fluyera la relación padre e hija. Ni qué decir tiene el pleito que mantiene con la mamá de sus hijos Miguel y Daniel, algo que le duele mucho. La relación con su familia española es nula desde los tiempos de Luis Rey. La relación con la familia argentina nunca existió como tal en realidad, salvo los encuentros esporádicos de los que hablábamos en Luis Mi Rey hace más de 20 años. Con la familia italiana se estableció un silencio que ya dura demasiado, más incluso que otro doloroso silencio, el distanciamiento de su hermano menor, Sergio Rey.
Que el tiempo juega en contra del cuerpo es algo que puede ser más obvio todavía si se somete al cuerpo a excesos durante muchos años, buscando en éstos una vía de escape y un alivio a la inestabilidad emocional. Grave error. Esta vía de escape suele ser una puerta al abismo, al que Micky ya se ha asomado. Ésta es una consecuencia negativa de la precocidad que le tocó vivir en todos los ámbitos de la vida. El flirteo al que su papá le sometió desde los albores de su carrera con las drogas y el alcohol no era precisamente el augurio de nada bueno. Entendemos que Luis Miguel haya querido mantener ese tipo de problemas siempre en la más estricta privacidad, y es algo que respetaremos. No obstante, dentro del respeto y de pasar de largo por la puerta del morbo y el amarillismo, tampoco se puede abordar la historia de Luis Miguel sin tener en cuenta un problema que condiciona la vida de una persona, un problema que tiene una solución clara en la búsqueda de amistades que reconduzcan al ser humano por caminos de luz y no de oscuridad. No se puede dar una idea Luis Miguel de la cantidad de personas, o más bien cabría hablar de calidad de personas, pues al fin y al cabo se cuentan con los dedos de una mano, que lo conocen al dedillo y que de corazón lo podrían ayudar con una sola condición, que se toque el corazón y se dejara ayudar. En 2010 él mismo lo dijo en Las Vegas: “Deberíamos tocarnos todos un poquito más el corazón e intentar ser más humanos, el mundo lo necesita”.
Encontramos hasta quien le gustaría llevarlo a un retiro espiritual en busca de la catarsis real que todavía no se ha producido. Se acostumbró demasiado al caparazón de hierro que se puso para no mostrar sus sentimientos ni la bondad que hay en su corazón, heredada de su madre, porque así era Marcela, ni la brillantez que hay en su alma, porque cuando él quiere amar, sabe amar, y mucho, amar en el sentido que Jesús nos exhortó a que nos amáramos entre los seres humanos. Pero ese caparazón lleva tanto tiempo ahí que seguramente ya no pueda quitárselo solo. Incluso le hizo una canción, “Disfraces”, mano a mano en confesión con Manuel Alejandro para la edición especial de su álbum Cómplices . El 20 de septiembre de 2020 el célebre compositor español subió una imagen a su perfil de Instagram posando con el cantante refiriéndose a dicho tema: “Recomiendo a los seguidores, como yo, de Luis Miguel que oigáis esta canción que le escribí después de convivir con él en su casa de Acapulco”. Es decir, la escribió con conocimiento de causa.
La catarsis real ha de hacerla un profesional, porque un profesional sabe cerrar círculos, abrir el corazón y tratar el sentimiento de culpa, el dolor y la vulnerabilidad. Capaz de rescatar también al niño que un día fue y que sigue viviendo muy dentro de él. La catarsis es sanación y conjugar las experiencias del pasado en positivo para proyectarse hacia el futuro. En el caso de Luis Miguel eso sería maravilloso. Con esa luz y acompañado del talento que tiene, estaríamos ante un artista en su plenitud de madurez capaz de trascender con nuevos e increíbles discos y proyectos. Tal vez la catarsis deje aflorar al Micky que enterró el personaje de Luis Miguel: