Prólogo: Card. Mario Aurelio Poli
En el centenario de la primera llegada
de San Luis Orione a Latinoamérica:
Brasil, Uruguay y Argentina
Prólogo
Sábado, 10 de abril de 2021
Octava de Pascua
En estos días iluminados por la resurrección de Jesús, la Iglesia entera se siente impulsada a vivir como resucitada y cuenta para ello con el testimonio de los que ya gozan del Día sin ocaso del que nos habla la liturgia. San Luis Orione es uno de ellos: él tuvo la originalidad de traducir en gestos de misericordia el día glorioso del Señor.
Cuando la Familia Orionita se dispone a celebrar el Centenario de la primera llegada de Don Orione a la Argentina, emprende el noble deber de recoger sus huellas y las semillas esparcidas en nuestro suelo, con la fecunda obra de su inspiración en una biografía que lleva por título: San Luis Orione – Dar la vida cantando al Amor.
A través de esa presencia sencilla y entusiasta, los argentinos conocimos la silenciosa y fecunda Obra de la Divina Providencia entre los pobres más pobres, como son las personas enfermas y desvalidas. Sus hijas e hijos consagrados, guiados por el luminoso carisma evangélico que les entregó Don Orione, con un espíritu servicial y alegre, se sumaron a la evangelización de la Iglesia que peregrina en la Argentina, y dieron una nota que los distingue: su caridad inclusiva por los más olvidados de la sociedad, brindándoles calor de hogar, en casas de generosa acogida, los que el pueblo conoce por «Cottolengos». Ahí se practica «el acto de piedad más agradable a Dios, que es precisamente ese dispendio en favor de los pobres, ya que en esa solicitud misericordiosa reconoce él la imagen de su propia bondad» (San León Magno).
Hay sobradas razones para dar gracias a Dios por una nueva hagiografía que nos acerque cada vez más a su espiritualidad, la que de un modo original hizo presente la fuerza redentora de Jesús, tan bien reflejada en la bella vida y obra eclesial de San Luis Orione.
Bendigo de corazón a quienes se echaron al hombro la composición y edición de este libro, y auguro muchos frutos espirituales a quienes se acerquen a esta fuente de bondad y amor.
+ Mario Aurelio Cardenal Poli
Arzobispo de Buenos Aires
y primado de la Argentina
Agradecimientos
La presente edición es fruto de un trabajo colaborativo, durante más de 2 años, en vistas a la celebración del Centenario de la primera llegada de Don Orione a Brasil, Uruguay y Argentina. De manera particular, deseamos expresar nuestro profundo agradecimiento a quienes conformaron los equipos de traductores, revisores y correctores:
- Dr. Alejandro BIANCO
- P. Gustavo Omar CADENINI, fdp
- P. Facundo MELA, fdp
- P. Eldo Rubén MUSSO, fdp
- P. Héctor PAZOS, fdp
- P. Santiago David PENZOTTI, fdp
- P. Roberto Arcangelo SIMIONATO, fdp
- Dra. Virginia Isabel ZALBA
- Lic. Nancy Susana ZAPATA
Dar la vida cantando al amor
“Amo a la Santísima Virgen y canto, canto a la Virgen: ¡déjenme amar y cantar!. ¡Soy un pobre peregrino en busca de luz y de amor: vengo al Santuario trayendo el rosario en mis manos quiero ser para siempre la alfombra de sus pies inmaculados; vengo a buscar la luz y el amor de Dios y de las almas!
Acudo a Ella para no perderme, después de haber atravesado profundidades, derrumbes, alturas, precipicios, montañas, huracanes, abismos, tinieblas de espíritu, sombras oscuras… Acudo a Ella, y la paz de lo alto me cubre: veo su manto protector desplegarse sobre todas las tormentas, y una serenidad indestructible que trasciende las regiones de la luz humana y supera todos nuestros fulgores, y me envuelve y penetra.
El alma, inundada por la bondad del Señor y por su gracia, inflamada por el fuego de la caridad, derramada de lo alto y rebosante de amor, experimenta una alegría que es gozo espiritual, y se hace canto y embeleso, sed ansiosa de infinito, deseo de todo los verdadero, de todo el bien, de todo lo bello, atracción, ardor de Dios siempre crecientes; amando en el Uno a todos: en el Centro a los rayos; en el Sol de los soles toda luz.
¡Y en esta luz embriagadora me despojo del hombre viejo y amo: este amor me convierte en hombre nuevo y amando canto, canto! Amo con amor inefable y canto al mismo Amor Infinito y a la Santísima Virgen del Divino Amor y me lanzo hacia una altura inconmensurable y con un grito repentino de victoria, de gloria a Dios y a la Virgen Santa, amo y canto.
La claridad y el amor de Dios lejos de destruirme, me templan, me purifican y subliman, ensanchan mi corazón hasta querer abrazar a todas las creaturas en mis pequeños brazos humanos, para llevarlas a Dios.
¡Quisiera llegar a ser alimento espiritual para mis hermanos, que tienen hambre y sed de verdad y de Dios; quisiera revestir de Dios a los desnudos, dar la luz de Dios a los ciegos y a los deseosos de más luz, abrir los corazones a las innumerables miserias humanas y hacerme siervo de los siervos entregando mi vida a los más indigentes y abandonados; quisiera llegar a ser el insensato de Cristo y vivir y morir de la insensatez de la caridad por mis hermanos!
¡Amar eternamente y dar la vida cantando al Amor! ¡Despojarme de todo!
Sembrar la caridad en todos los senderos; sembrar a Dios de todas las maneras, en todos los surcos; sumergirme sin cesar, infinitamente, y volar cada vez más alto, infinitamente, cantando a Jesús y a la Santísima Virgen, sin detenerme jamás.
Llenar todos los surcos con la luz de Dios; ser hombre de bondad entre mis hermanos; inclinarme, y extender siempre las manos y el corazón para recoger vacilantes debilidades y miserias y depositarlas sobre el altar, para que en Dios, se transformen en fuerza de Dios, y grandeza de Dios.
Jesús entregó su vida con los brazos abiertos. Es Dios el que ha venido a nosotros y se ha entregado con los brazos abiertos. ¡Caridad! ¡Quiero cantarle a la caridad! ¡Quiero tener el alma llena de bondad para con todos!”
. Expresión tomada del escrito de Don Orione que se presenta a continuación.