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Título original: Lob des Unreinen
Edición en formato digital: septiembre de 2020
© 2016, Fischer Verlag GmbH, Frankfurt am Main
Publicado mediante acuerdo con International Editors’ Co. Agencia Literaria
© 2017, Belén Santana López, por la traducción
© 2020, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial / David Ayuso
Ilustración de portada: Tim Mossholder / Unsplash
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ISBN: 978-84-1790-642-9
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Elogio de lo impuro
Carolin Emcke
Un brillante elogio de la diversidad y pluralidad en las sociedades.
Para poder luchar contra el racismo y fanatismo, Carolin Emcke (Contra el odio, Taurus) defiende la necesidad de construir un nosotros que nos incluya a todos, independientemente de la sexualidad, religión o procedencia. Ya que, sin duda, es esta pluralidad la que garantiza la libertad individual de todos.
«Si una sociedad liberal quiere defenderse, sólo lo logrará mientras siga siendo liberal y abierta.»
Carolin Emcke (1967) estudió Filosofía en Londres, Frankfurt y Harvard, e hizo su tesis sobre el concepto de «identidades colectivas». Entre 1998 y 2013 viajó como periodista por distintas zonas en conflicto. En el curso 2003-2004 fue profesora visitante en la Universidad de Yale, donde impartió clases de Teoría Política. Como periodista y ensayista independiente, en la actualidad participa en diversas intervenciones y proyectos artísticos, como las jornadas temáticas tituladas «Contar la guerra», celebradas en la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín. Desde hace más de diez años, Carolin Emcke organiza y modera un espacio de debate mensual en el Teatro Schaubühne de Berlín. Su trabajo la ha hecho merecedora de numerosos galardones, entre otros el Premio Theodor Wolff, el Premio de periodismo crítico Otto Brenner, el Premio Lessing que otorga el Estado libre de Sajonia y el Premio Merck de la Academia alemana de lengua y literatura. En 2016 obtuvo el Premio de la Paz de los libreros alemanes. Es también autora de los libros Von den Kriegen. Briefe an Freunde, Stumme Gewalt. Nachdenken über die RAF, Wie wir begehren y Weil es sagbar ist: Über Zeugenschaft und Gerechtigkeit.
Contra el odio
E n los 28 volúmenes de la Enciclopedia , el compendio del saber ilustrado que Denis Diderot y Jean-Baptiste Le Rond d’Alembert publicaron entre 1751 y 1772, se encuentra una definición de «fanatismo» que sigue en vigor. La entrada elaborada por Alexandre Deleyre reza: «El fanatismo es un celo ciego y apasionado que nace de las opiniones supersticiosas y lleva a cometer actos ridículos, injustos y crueles; no solo sin vergüenza ni remordimiento, sino incluso con una suerte de goce y de consuelo» . Esto también es común a los fanáticos contemporáneos: rodearse de dogmas y supersticiones que incitan al odio y lo «justifican». Además, sin ningún tipo de pudor ni arrepentimiento, unas veces defienden posturas simplemente ridículas, otras llevan a cabo acciones injustas y otras, crueles. En ocasiones, su modo incontrolado de difundir las teorías de la conspiración más peregrinas resulta hasta divertido. Pero esa hilaridad pronto se desvanece cuando la superstición que la provoca sirve para afianzar una doctrina capaz de movilizar a terceros. Cuando se alimenta el odio para amedrentar a los demás, para denunciarlos y estigmatizarlos, para arrebatarles su espacio y su lengua, para ofenderlos y atacarlos…, en ese caso, la situación no tiene nada de divertido. Por más que se trate de un fanatismo vinculado ya sea a la idea de una nación homogénea, ya sea a un concepto racista de pertenencia a un «pueblo» entendido como ethnos , ya sea a una idea pseudorreligiosa de «pureza», todas estas doctrinas comparten un mecanismo iliberal de inclusión y exclusión tanto arbitrarias como premeditadas.
Si hay algo de lo que los fanáticos dependan como consecuencia de su dogmatismo, eso es la univocidad. Necesitan una doctrina pura que les hable de un pueblo «homogéneo», una religión «verdadera», una tradición «original», una familia «natural» y una cultura «auténtica». Necesitan códigos y consignas que no permitan ningún tipo de objeción, ambigüedad o ambivalencia; y ese es, precisamente, su punto más débil. El dogma de la pureza y la sencillez no se puede combatir por medio de la adaptación mimética. Es absurdo enfrentarse al rigorismo con rigorismo, a los fanáticos, con fanatismo, a los que odian, con odio. La antidemocracia solo se puede combatir por la vía democrática y con los instrumentos del Estado de derecho. Si una sociedad liberal y abierta quiere defenderse, solo lo logrará mientras siga siendo liberal y abierta. Si la Europa moderna, laica y plural es atacada, no puede dejar de ser moderna, laica y plural. Si unos fanáticos religiosos o racistas pretenden dividir la sociedad en categorías basadas en la identidad y la diferencia, se requieren alianzas solidarias que piensen en términos de semejanza entre los seres humanos. Si los ideólogos fanáticos presentan su concepción del mundo como una simplificación de trazo grueso, no se trata de superarlos en su reduccionismo y superficialidad, sino que es preciso diferenciar.
Esto implica no responder al esencialismo de los fanáticos con argumentos igualmente esencialistas. Por ello, la crítica y la resistencia frente al odio y el desprecio siempre deberían dirigirse contra las estructuras y las condiciones que los hacen posibles. No se trata de demonizar a las personas como tales, sino de censurar e impedir sus actos verbales y no verbales. Y, cuando se cometan delitos justiciables, sus autores deben ser obviamente perseguidos y, siempre que sea posible, condenados. Ahora bien, para combatir el odio y el fanatismo basados en la pureza también es necesaria la resistencia civil —tan to a nivel colectivo como individual— contra las técnicas de exclusión e inclusión, contra los esquemas de percepción que hacen visibles a unos e invisibles a otros y contra los regímenes de miradas que solo ven a los individuos como representante s de un col ectivo. Es preciso oponerse con valentía a todas esas pequeñas formas cotidianas de humillación y degradación, así como promover leyes y prácticas de colaboración y s olidaridad con los excluidos. Esto requiere de otros relatos que den visibilidad a las perspectivas y a las personas diferentes. Solo si sustituimos estos esquemas de odio, si «hallamos semejanzas donde antes solo había diferencias», podrá surgir la empatía .
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