“Hoy en día, la opinión general es que cada uno sigue solo su interés. El amor es la prueba palpable de que esto no es así”.
Desde los moralistas franceses hasta Levinas, pasando por Schopenhauer, los filósofos a menudo han maltratado el amor, cuando se interesaron por sus problemáticas, aunque más habitualmente lo obviaron como tema de sus reflexiones. No es el caso de Alain Badiou, quien nos muestra en este libro formidable que el amor es una dimensión esencial del ser humano que hay que defender de las amenazas que le plantea el paradigma de vida actual. Para este autor, el amor se encuentra amenazado por los partidarios del mercado liberal —para quienes todo es interés—, pero también por sus opositores, para quienes el amor es puro hedonismo.
Vivimos en un mundo en el que el amor “riesgo cero” es un correlato en el espacio íntimo de la guerra “muerte cero”. Esta es, entonces, la primera amenaza que el amor actual enfrenta: la “amenaza aseguradora”. Por medio de un tranquilizador arreglo de antemano, se evita toda casualidad, todo encuentro y, finalmente, toda poesía existencial, en nombre de la categoría fundamental de la ausencia de riesgos.
La segunda amenaza que se cierne sobre el amor es la que le niega toda importancia, afirmando que se trata de una variante de las distintas formas del goce.
Este libro es un poderoso antídoto contra estas amenazas y un placer de leer, placer que nos reconducirá al amor y a su reinvención.
Alain Badiou & Nicolas Truong
Elogio del amor
ePub r1.0
mandius 14.02.17
Título original: Éloge de l’amour
Alain Badiou & Nicolas Truong, 2009
Traducción: Ana Ojeda
Editor digital: mandius
ePub base r1.2
Hay que reinventar el amor, ya se sabe.
ARTHUR RIMBAUD, Una temporada en el infierno,
Delirios I.
Presentación
Es importante que un filósofo recuerde las infinitas oportunidades de la vida en que él es como cualquier otro. Si las olvida, la tradición teatral, en especial la comedia, se las recordará de manera tal vez algo brutal. Existe, en efecto, un tipo bien definido sobre las tablas: el del filósofo enamorado, en quien toda la sabiduría estoica, toda la desconfianza argumentada respecto de las pasiones se pulverizan porque una mujer radiante acaba de entrar en el salón y él ha sido fulminado para siempre.
Desde hace tiempo, siempre me he puesto a la vanguardia, tanto en la vida como en el pensamiento. Planteé que el filósofo (y con esta palabra, si bien en masculino, aludo naturalmente también a la filósofa) debe ser sin duda un científico despierto, un amante de la poesía y un militante político, pero que también debe asumir que es imposible separar el pensamiento de las violentas peripecias del amor. Sabio/a, artista, militante y amante son los roles que la filosofía exige a su sujeto. Llamé a esto “las cuatro condiciones de la filosofía”.
Por esta razón, respondí en seguida que “sí” cuando Nicolas Truong me invitó a un diálogo público sobre el amor, en el marco de la serie “Teatro de las ideas” que él mismo organiza en conjunto con el Festival de Avignon. La mezcla de teatro, multitud, diálogo, amor y filosofía tenía algo de embriagador. Era, por otra parte, 14 de julio (de 2008) y yo me alegraba de que el amor —fuerza cosmopolita, incitante, sexuada, que transgrede fronteras y estatus sociales— se celebrara en el lugar del Ejército, la Nación y el Estado.
Jactémonos un poco: Nicolas, el que hace las preguntas, y yo mismo, en el equívoco rol del filósofo enamorado, estábamos en plena forma, y fue un éxito. No seamos tímidos: un éxito considerable.
La editorial Flammarion tuvo entonces la buena idea de hacerle eco a ese éxito, primero en formato sonoro (un CD de la sesión), luego en formato escrito (un libro). El texto que ustedes van a leer a continuación es un redesarrollo de lo dicho aquel día. Conserva el ritmo improvisado, la claridad, el impulso, pero es una versión más completa y profunda. Creo que en verdad es, de punta a punta, lo que dice su título: un elogio del amor, propuesto por un filósofo que, como Platón, a quien cito, piensa que: “Quien no comienza por el amor no sabrá jamás qué es la filosofía”. Heme aquí, entonces, el filósofo-amante Alain Badiou, que resiste el asalto del agudo inquisidor, también filósofo, y por supuesto amante a su vez, Nicolas Truong.
1. El amor amenazado
En un libro que se ha vuelto célebre, De quoi Sarkozy est-il le nom? [ ¿Qué representa el nombre de Sarkozy? ] , usted sostiene que “el amor debe ser reinventado pero también sencillamente defendido, porque se encuentra amenazado por todos los costados”. ¿Qué lo amenaza? ¿Y en qué sentido los antiguos matrimonios arreglados se han puesto, según usted, nuevas ropas? Creo que una publicidad reciente de un sitio de citas por Internet le chocó de manera particular…
Es verdad, París ha sido cubierta con los afiches del sitio de citas Meetic, cuyo titular me ha interpelado profundamente. Puedo traer a colación una cantidad considerable de eslóganes de esta campaña publicitaria. El primero dice —y se trata de una tergiversación de una cita teatral—: “¡Tenga el amor sin el riesgo!”. Y hay también otro: “¡Se puede estar enamorado sin caer en el amor!”. De manera que nada de caer, ¿no es cierto? Luego también hay otro: “¡Usted puede enamorarse sin sufrir!”. Y todo esto gracias al sitio de citas Meetic… que ofrece —la expresión me pareció en verdad remarcable— un “coaching amoroso”. Usted tendrá entonces un entrenador que va a prepararlo para afrontar la prueba. Pienso que esta propaganda parte de una concepción del “amor” como aseguración. Se trata de un amor seguro-contra-todo-riesgo: usted tendrá el amor, pero habrá calculado tan bien la cuestión, habrá seleccionado por adelantado y con tanto cuidado a su compañero aporreando el teclado de su computadora —usted tendrá, evidentemente, su foto, un detalle de sus gustos, su fecha de nacimiento, su signo astrológico, etc.— que al final de esta inmensa combinatoria usted podrá decir: “Con este, ¡no corro riesgos!”. Se trata de una propaganda y es interesante que la publicidad se haga sobre este registro. Ahora bien, estoy convencido de que el amor, como afición colectiva, por ser aquello que —para casi todo el mundo— otorga intensidad y significación a la vida, no puede ser un don hecho a la existencia en el contexto de un régimen de ausencia total de riesgos. Esto me recuerda un poco la propaganda que hizo en un momento dado el ejército norteamericano de guerra “muerte cero”.
¿Existe una correspondencia, según usted, entre la guerra “muerte cero” y el amor “riesgo cero”, de la misma manera que existe, para los sociólogos Richard Sennett y Zygmunt Bauman, una analogía entre el “No te contrato” que dice el agente del capitalismo financiero al trabajador precarizado y el “No me comprometo” del “enamorado” —indiferente en un mundo en el que los lazos se hacen y deshacen para beneficio de un libertinaje acogedor y consumista— a su amante?
Es un poco todo parte del mismo mundo. La guerra “muerte cero”, el amor “riesgo cero”, ciérrese a la casualidad, al encuentro: yo lo que veo ahí es —con los medios de una propaganda generalizada— una primera amenaza al amor, que llamaría “amenaza aseguradora”. Después de todo, es una práctica que no se diferencia gran cosa del matrimonio arreglado. No lo es tal vez en nombre del orden familiar por parte de padres despóticos, sino en nombre de la aseguración personal, por medio de un arreglo de antemano que evite toda casualidad, todo encuentro, y finalmente, toda poesía existencial, en nombre de la categoría fundamental de la ausencia de riesgos. Luego, la segunda amenaza que se cierne sobre el amor es la que le niega toda importancia. La contrapartida de esta amenaza aseguradora consiste en afirmar que el amor es solo una variante del hedonismo generalizado, una variante de las distintas formas del goce. Así, se evita toda prueba inmediata, toda experiencia auténtica y profunda de la alteridad, el entramado mismo del amor. Agreguemos además que, incapaces de eliminar completamente y para siempre el riesgo, la propaganda de Meetic, como aquella de los ejércitos imperiales, asegura que ¡el riesgo lo tendrán los demás! Si usted se encuentra, sí, usted, bien preparado para el amor, según los cánones del hombre asegurado moderno, usted sabrá sacarse de encima a ese otro que no se ajusta a su comodidad. Si el otro sufre, es asunto suyo, ¿no es cierto? No es moderno. De la misma manera que la “muerte cero” vale solo para los militares occidentales. Las bombas que lanzan matan cantidades de gente que comete el error de vivir justo debajo de ellas. Pero son afganos, palestinos… Tampoco ellos son modernos. El amor asegurador, como todo aquello cuya norma es la seguridad, implica la ausencia de riesgos para aquel que cuenta con una buena aseguración, un buen ejército, una buena policía, una buena psicología del goce personal, y todo el riesgo para aquel que se tiene enfrente. Se habrá dado cuenta de que por todos lados le explican que las cosas se hacen “para su comodidad y seguridad”, desde los agujeros en las veredas hasta los controles de la policía en los pasillos del subte. Ahí están los dos enemigos del amor, en el fondo: la seguridad del contrato de aseguración y la comodidad del goce limitado.