Diseño de coleccion: Editorial Planeta Colombiana S.A
Diseño y diagramación: Juan Galvis
©2018, Luciano Wernicke
©2018, Editorial Planeta Colombiana S.A
Calle 73 N° 7 - 60, Bogotá
Primera edición: Enero 2018
ISBN - 10: 978-958-42-6626-2
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PROLOGO
Se los considera “maestros”, aunque no por su protagonismo en la Copa del Mundo. Inglaterra fue la cuna: allí la pelota adoptó su forma actual, se diseñaron las canchas con sus arcos y áreas, se redactaron las primeras reglas. En su tierra donde el fútbol germinó, creció y se convirtió en el deporte que hoy conocemos, los ingleses consiguieron su único título, todavía cuestionado por supuestas irregularidades. Antes y después, los inventores no consiguieron una sola medalla. En Italia 1990 estuvieron cerca, pero perdieron el partido por el bronce ante los anfitriones.
La historia mundialista de la selección de “Los Tres Leones” sabe más a amargo que a dulce. Una humillante caída ante Estados Unidos en Brasil 1950 y varias decepciones en las eliminatorias brillan sobre una crónica con más vergüenzas que hazañas. Curiosidades de Inglaterra en los Mundiales repasará las luces y sombras de un gigante que pasó más tiempo dormido que despierto, y también recreará casos insólitos como el de las casas de apuestas que modificaron un resultado, un arquero que cambió su puesto por un inodoro, un técnico que colocó cámaras ocultas en las habitaciones de los futbolistas o el partido que salvó la vida de un fiscal.
Luciano Wernicke
PRIMEROS PARTIDOS INTERNACIONALES
Durante la antigüedad, los juegos con balones surgieron en distintos puntos del planeta: China, Japón, Grecia, Italia, México. Sin embargo, fue en Inglaterra donde el pasatiempo evolucionó hacia el fútbol, el deporte que conocemos hoy. Algunos aseguran que el primer esférico que rebotó sobre el suelo de Gran Bretaña fue importado por un legionario que había arribado junto al épico general Julio César. Otros, más “románticos”, que esa pelota inaugural fue la cabeza de un soldado romano muerto en combate. Los bravos celtas lograron lo que pocos pueblos habían conseguido en Europa: rechazar las poderosas huestes imperiales lanzadas desde la “Ciudad Eterna”. El fútbol se quedó para siempre en Inglaterra y sólo en esa tierra se desarrolló hacia el plano lúdico-deportivo, a partir de la maduración de sus normas y el surgimiento de competencias reglamentadas. De los otros juegos de pelota quedaron sólo cenizas, excepto expresiones como el Calcio Fiorentino, más cerca de un curioso evento circense que de una competencia atlética.
Durante siglos, a lo largo de las edades Media y Moderna, se practicaron en toda Gran Bretaña diferentes pasatiempos con balones, conocidos como mob football, fútbol de masas o fútbol de multitudes. Casi todos combinaban el uso de manos y pies, y solían enfrentar equipos de veinte, cincuenta y hasta cientos de participantes, por lo general miembros de dos pueblos vecinos -también eran comunes los desafíos entre un equipo de hombres casados y otro de solterosen canchas improvisadas en calles, parques e inclusive en los campos que separaban dos villas. Por lo general, no se utilizaban arcos y el objetivo era llevar el balón con las manos o a las patadas hasta determinado punto -un árbol, la ribera de un arroyo o la plaza central de un pueblo-, donde debía ser apoyado. Este pasatiempo tenía mucho de fútbol-rugby.
Uno de los juegos “de masas” era el Royal Shrovetide Football, un deporte brutal cuyas reglas permitían cualquier maniobra para quitarle el balón a un rival... “menos el homicidio”. El aval para puñetazos y puntapiés dio lugar a numerosas muertes durante estos encuentros feroces, por lo general accidentales. No obstante, en la biblioteca de una antigua iglesia del condado de Northumberland se halló el registro de un insólito caso ocurrido en la aldea de Ulgham en el año 1280: un jugador fue asesinado de una puñalada por un rival en medio del encuentro, lo que constituye el primer crimen futbolístico de la historia.
El fútbol ganó un rápido prestigio entre la población común, aunque no tuvo el reconocimiento de las autoridades hasta mediados del Siglo XIX. En el año 1314, el alcalde de Londres prohibió los partidos entre los muros de la ciudad porque provocaban un “caos” en calles y parques. Jugarlo se castigaba con una temporada en la cárcel. Según un obispo inglés del Siglo XIV, la práctica de este entretenimiento podía “despertar muchos males, lo que está prohibido por Dios”. Pocos años más tarde, el rey Eduardo III lo vetó, “bajo pena de prisión”, por considerarlo “un juego tonto que no sirve para nada”. En todo el país, más de treinta leyes reales y locales fueron redactadas en contra del extendido pasatiempo que cada día atraía a más personas. En 1410, el monarca Enrique IV impuso multas para quienes “incurran en delitos menores tales como el jugar fútbol”. Otros soberanos prefirieron promover competencias como la arquería, “más útiles para la guerra”. El carácter despectivo que la nobleza otorgaba a los participantes de esta actividad llegó, inclusive, a la obra Rey Lear, presentada por William Shakespeare en 1608: durante la escena cuarta del primer acto uno de los personajes, Earl of Kent, pretende denigrar a un siervo llamado Oswald al calificarlo como “vulgar jugador de fútbol”.
Curiosamente, el primer registro de un par de botines surgió en 1526, cuando el rey Enrique VIII de Inglaterra –célebre por sus muchos matrimonios y por haber impulsado la ruptura de Gran Bretaña con el Vaticano para dar lugar a la iglesia anglicana- ordenó a sus sastres la confección de “45 pares (de zapatos) de terciopelo y un par de cuero para el fútbol”. Se ignora si don Enrique participó alguna vez de un partido, pero sí se sabe que su hijo Eduardo VI volvió a prohibir el juego en 1548, luego de que un match desatara una batalla campal entre dos poblaciones. Unas centurias más tarde, otra vez levantada la veda, el ayuntamiento de Manchester rechazó su práctica dentro de la ciudad porque provocaba la rotura de “muchas ventanas”. En Escocia, la prohibición se extendió legalmente hasta 1906, circunstancia que no impidió que el primer torneo oficial comenzara en 1873.
Mientras recibía desaprobaciones desde la nobleza gobernante, el fútbol continuó practicándose en los ámbitos escolares. En el siglo XVI, el colegio londinense Saint Paul’s resaltó su “valor educativo positivo” y su carácter promotor de “la salud y la fuerza”.
Es este un paso no menor en la historia del fútbol y del deporte en general. Hasta ese momento, el concepto de deporte estaba asociado al entrenamiento para la guerra. Por caso, todas las disciplinas que se desarrollaban en los Juegos Olímpicos de la antigüedad estaban vinculadas con hechos bélicos: el boxeo, la lucha, el lanzamiento de jabalinas, las carreras de cuádrigas y pedestres, algunas con armaduras, escudo y lanza. Los colegios y universidades, principalmente de Estados Unidos, Inglaterra y Francia, sirvieron como plataforma para el establecimiento de disciplinas más fraternales, en las que el objetivo no consistía en aniquilar a un rival: fútbol, rugby, tenis y críquet, por citar juegos con un denominador común: en todos ellos, el único que debe recibir golpes es el balón.
Con el paso del tiempo, escuelas y universidades se convirtieron también en los ámbitos de discusión ideales para el desarrollo normativo del juego, aunque cada casa de estudios ideara una reglamentación propia que difirió, en muchos aspectos, con las de otros establecimientos. Así, el fútbol se refugió durante un largo tiempo a la sombra de aulas y claustros, desde donde emergería fortalecido en cuerpo y alma para conquistar el mundo mediante el poderío de su encanto.
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