Maristella Svampa
Pablo Bertinat
compiladores
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN LA ARGENTINA
Una hoja de ruta para entender los proyectos en pugna y las falsas soluciones
Juan Acacio • Cecilia Anigstein • Melisa Argento • Nazaret Castro • Bruno Fornillo • Felipe Gutiérrez Ríos • Martín Kazimierski • Jonatan Nuñez • Florencia Puente • Ariel Slipak • Gabriela Wyczykier
Svampa, Maristella
La transición energética en la Argentina.- Maristella Svampa; Pablo Bertinat, comps.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2022.
Libro digital, EPUB.- (Otros Futuros Posibles)
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-987-801-139-4
1. Crisis Ecológica. 2. Crisis de Energía. 3. Combustibles. I. Bertinat, Pablo. II. Título.
CDD 363.70561
© 2022, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Diseño de colección y de cubierta: Pablo Font
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: marzo de 2022
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-139-4
Introducción
Pocos recuerdan ya el apagón ocurrido en la Argentina el domingo 16 de junio de 2019.
Ese apagón, que afectó también a Uruguay y Paraguay, hizo que sintiéramos el roce de la catástrofe y advirtiéramos la importancia de la energía en nuestras vidas. Por primera vez en la historia del país, el corte se registró en la casi totalidad del territorio nacional y afectó a un mismo tiempo a unos cincuenta millones de personas. Ese domingo se festejaba el Día del Padre y, en medio de un diluvio sin fin, en algunas provincias se votaba para elegir nuevos representantes. La electricidad se restableció ese mismo día, de modo gradual; primero en las grandes ciudades, después en varios partidos del Conurbano bonaerense; por último, en las provincias y localidades más lejanas, donde al apagón extendido se sumó muy rápidamente la falta de agua. Hubo una excepción: la pequeña localidad de Ticino, en Córdoba, que, a menos de 200 km de la capital de esa provincia, cuenta con tres mil habitantes; allí opera una central termoeléctrica de biomasa, que obtiene energía a partir de la cáscara de maní como materia prima combustible.
A otra escala, en 2017, el colapso sanitario y energético asoló Puerto Rico, una isla recurrentemente azotada por huracanes en tiempos de crisis climática. El 6 de septiembre de ese año, tras el paso del huracán Irma, con vientos de cerca de 170 km/h, por el extremo norte del país, más de un millón de personas amanecieron sin luz. Dos semanas después, el paso del huracán María, de categoría 4 y vientos de unos 200 km/h, dejó sesenta y dos muertos, según las cifras oficiales; más de mil, según investigaciones independientes. La isla quedó en penumbras. El huracán arrancó de cuajo los techos y dejó comunidades a oscuras durante meses. Hubo una sola excepción en la isla: Adjuntas, un pequeño poblado situado en la cordillera central, donde se encuentra la sede de Casa Pueblo, un proyecto de gestión comunitaria que desde 1999 opera con energía renovable, gracias a la cual se convirtió en un oasis energético en medio de un escenario catastrófico. Durante el paso del huracán, el fundador de esta ONG –el ingeniero Alexis Massol, quien en 2002 obtuvo el premio Ambiental Goldman, equivalente al Nobel en esta área–, estuvo transmitiendo en vivo desde su radio comunitaria para informar a la población y coordinar las tareas de limpieza y ayuda a los afectados. Tras el paso de la tormenta, los vecinos comenzaron a acercarse a Casa Pueblo para recargar sus celulares o someterse a tratamientos médicos que requerían uso de electricidad. En la emergencia y gracias a la solidaridad internacional, Casa Pueblo repartió catorce mil lámparas solares y acompañó la instalación de paneles fotovoltaicos en las casas y lugares que por razones de salud los necesitaban.
Asi surgió la idea de iluminar ese municipio de más de dieciocho mil habitantes con energía solar, tarea para la que los puertorriqueños en el exterior comenzaron a asumir un papel fundamental, enviando bombillas solares. Dicho de otro modo, el huracán María abrió una oportunidad para dejar atrás un sistema energético fósil, dependiente del continente (los Estados Unidos) y controvertido por sus tarifas elevadas, pero además obsoleto por utilizar fuentes no renovables. Refiriéndose al sistema de lamparillas solares, Arturo Massol Deyá –director adjunto de Casa Pueblo–, especificó: “No depende de las líneas de transmisión ni distribución, es libre de combustibles fósiles, inmediato, liviano, seguro, económico y beneficia a la gente directamente” (Arroyo, Corbella y Poveda, 2017). En medio de la crisis, Casa Pueblo propuso avanzar en un programa de expansión de la energía solar, “50% con SOL”, para que –con el año 2027 como meta– la mitad de la isla de Puerto Rico diera el salto al sistema solar de generación de energía, un modelo local que se pensó en clave de responsabilidad planetaria.
El carácter innovador de las experiencias de resiliencia sale a la luz en momentos de catástrofe climática. Dicho de otro modo, la vivencia cada vez más palpable del colapso convive con la difusión de nuevas experiencias colectivas, ligadas a la sostenibilidad de la vida y llevadas a cabo por organizaciones y grupos de mujeres y hombres que apuestan por otros sistemas sociales y otros modos de relacionarse con la naturaleza.
Si retomamos al caso argentino, vemos que ciertamente el apagón de junio de 2019 no se puede atribuir a los impactos del cambio climático, sino a un “error operativo” de la empresa de transporte de energía eléctrica de alta tensión, Transener. Pero esta experiencia de desamparo que todos vivimos, marcada por el temor de haber visto la cola del monstruo en la oscuridad, bien podría haber servido para abrir el debate sobre la importancia de la energía en nuestras vidas; la situación crítica que atraviesa el sistema energético argentino; los enormes problemas ligados a su privatización, a la permanencia de un marco normativo neoliberal; la necesidad de un nuevo paradigma energético, basado en energías limpias y renovables, en fin, nada menos que la urgencia de colocar en la agenda pública la problemática de una transición energética justa y popular. Pero, como bien sabemos, nada de eso ocurrió.
Pensar la transición en términos de paradigma energético es sin duda uno de los desafíos más grandes y complejos que se plantea a nuestras sociedades. Como se advierte en diferentes investigaciones de carácter teórico y empírico, la concepción de la energía como bien de uso mercantilizado, asociada a un paradigma productivista y a una visión antropocéntrica de la naturaleza, muestra limitaciones críticas tanto en lo que hace a la disponibilidad de recursos naturales, como a los impactos socioambientales que la extracción y utilización de energías provenientes de fuentes convencionales (básicamente combustibles fósiles) trae aparejados sobre los ecosistemas, los territorios y sus poblaciones.
Desde fines del siglo XX esta realidad energética ha venido impulsando debates sociales, políticos y filosóficos, así como diferentes estudios técnicos y económicos, que confirman la necesidad de repensar las políticas públicas, de llevar a cabo una transición hacia energías sustentables y renovables, de generar un nuevo paradigma orientado a la reconfiguración de las relaciones sociedad-naturaleza, al cambio del metabolismo social, a la reducción de las asimetrías y desigualdades sociales, a la transformación de relaciones de poder y dominación propias del escenario energético existente.
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