Colección Labericuentos Serie naranja El pirata Patarata y su abuela Celestina Colección dirigida por: Ana Belén Valverde Elices Diseño de la colección: Más!gráfica Ilustraciones: María Pascual Primera edición: abril 2007 © Del texto: Carmen Gil © 2007 EDICIONES DEL LABERINTO, S.L. www.edicioneslaberinto.es laberinto@edicioneslaberinto.es Comercializa y distribuye LDL S.A. Teléfono: 902 195 928 - Fax: 902 195 551 ISBN: 978-84-1330-805-0 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y trasformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
FICHA PARA BIBLIOTECAS: GIL MARTÍNEZ, Carmen (1962-) El pirata Patarata y su abuela Celestina / Carmen Gil Martínez; ilustraciones: María Pascual – 1.ª ed. – Madrid : Ediciones del Laberinto, 2007 Encuadernación: rústica ; 62 p. : il. col. ; 20 cm. – (Labericuentos.
Serie naranja ; 2. A partir de 5 años) ISBN 978-84-1330-805-0 1. Aventura. 2. Humor. Familia. 4. Animales. I. I.
Pascual, María, il. II. Título. III. Serie 087.5: Literatura infantil y juvenil 821.134.2-1 Literatura española. Poesía A la pirata Carmen Álvarez, que navega en un mar de sueños.
Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela... (Espronceda) EL PIRATA PATARATA Y SU ABUELA CELESTINA Con diez cañones por banda, en invierno, sin bufanda, con su abuela a toda vela y con un frío que pela. El pirata Patarata navega a salto de mata de China a la Conchinchina, cruzando la mar marina. Con parche y pata de palo, pero sin cara de malo, en vez de llevar un loro, lleva a su gato Heliodoro. Aunque nadie se lo crea, Patarata se marea cada vez que hay marejada mojada en la mar salada. El pirata patituerto llega medio muerto a puerto, porque el continuo vaivén no le sienta nada bien. El pirata patituerto llega medio muerto a puerto, porque el continuo vaivén no le sienta nada bien.
La abuelita, sin dudar, decide desembarcar y comprar, dando un paseo, pastillas para el mareo. Celestina, con su pipa, va y se encuentra de chiripa, por la luz de una lucerna, con una oscura taberna. Para ella el mayor disfrute es jugar un rato al tute: saca del bolso su caja y baraja la baraja. Al llegar la anochecida, después de una gran partida, vuelve con mucho acaloro y el mapa de un gran tesoro. Se lo ha ganado a la suegra del pirata Barbanegra, mientras hacia a calceta un gorro para su nieta. Quita de en medio esta chancla, leva de una vez el ancla, deja de pescar mojarras, sube velas, suelta amarras...
No maúlles, Heliodoro, que vamos por un tesoro. No más colas de pescado, ¡comerás salmón ahumado! Y de pronto Celestina recuerda que en la cantina se ha dejado, entre otras cosas, las pastillitas dichosas. Si navego sin pastilla, echaré hasta la papilla, dice el pirata llorón agarrándose al timón. Otra vez a dejar puerto, con lo que me gusta un huerto y una casita segura: ¡no quiero el mar ni en pintura! Déjate ya de lamentos que ahora corren buenos vientos; no hay tempestad ni tifón: ¡ponte rápido al timón! Entre tantos avatares se pone a llover a mares y navegan, viento en popa, los tres hechos una sopa. Llueve de noche y de día: hasta Heliodoro se enfría. Ya no maya como un gato: ¡estornuda todo el rato! ¡Qué hartitos están los tres de tener fríos los pies! ¡Vaya lluvia tan pesada, tan cansina y tan mojada! Menos mal que un arrebol anuncia que llega el sol.
Patarata está en cubierta siempre vigía y alerta. Y con la mar en bonanza, descubre en la lontananza un navío misterioso que lo pone muy nervioso. Celestina, con coraje, grita pronto: ¡Al abordaje! En ese barco tan feo nos espera un buen trofeo. Soy pirata, qué remedio, y si me quito de en medio, dejo a la abuela perpleja y me trae de una oreja. En menos que canta un gallo o cae del cielo un rayo, gato, pirata y abuela suben a la carabela. A Patarata, infeliz, le tiembla hasta la nariz; y a su gato, pasmarote, hasta el rabo y el bigote.
Pegado como sardina a la abuela Celestina, estornuda Doro: ¡Achís! Alguien contesta: Chis, chis. El pirata Patarata, huyendo como una rata, con Heliodoro se esconde sin que nadie sepa dónde. La abuelita Celestina, matasiete, rompesquinas, se saca de su chaqueta la aguja de hacer calceta. ¿Quién, me cachis en la mar, osa mandarme callar? Vamos, truhán, da la cara; te espero en la botavara. Patarata, sin consuelo, grita muerto de canguelo: Abuelita, yo me voy. ¿Hoy? ¡No! Te irás cuando quiera. ¿Te doy con la espumadera? Soy una abuela valiente; no me asusto fácilmente. Patarata da un gemido, miedoso y despavorido: Quiero salir de aquí pronto. Patarata da un gemido, miedoso y despavorido: Quiero salir de aquí pronto.
Le contestan: Tonto, tonto. ¿Cómo te atreves, paleto, a tratar así a mi nieto? Sal presto de tu escondite a responder a mi envite. Patarata, mientras tanto, se está muriendo de espanto: Vuelvo al barco con mi gato. Oye decir: Mato, mato. Dan tres carreras por fuera; no atinan con la escalera. Allí, encima de una mesa, se encuentran con la sorpresa: un loro verde y gracioso era el truhán misterioso. Allí, encima de una mesa, se encuentran con la sorpresa: un loro verde y gracioso era el truhán misterioso.
Estornuda el gato: Achís. Repite el loro: Chis, chis. Después de tanta congoja, les entra la risa floja. Lleno el pirata de asombro, se coloca el loro al hombro y dice con gran respeto: Ya soy pirata completo. Patarata, con el loro, Celestina y Heliodoro, registran, ¡vaya trabajo!, el barco de arriba abajo. Del derecho y del revés, sólo encuentran un ciempiés.
Del revés y del derecho, dos ratas y un berberecho.