A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.
© De Vecchi Ediciones, S. A. 2012
Avda. Diagonal, 519-521 - 08029 Barcelona
Depósito legal: B. 28.183-2012
Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.
Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.
Introducción
La época de nuestros abuelos, es decir, aquellos años más tranquilos y felices que los actuales, con mayor grado de intimidad familiar y de contacto con la naturaleza, esa era que parece remota y que en cambio está a la vuelta de la esquina, que nos parece pasada de moda y perdida pero que reaparece tiernamente ante nosotros, como una película muda, al contemplar una flor en el campo, al percibir un aroma rústico olvidado o cuando vemos preparar en la farmacia o en la herboristería una tisana que parecía sepultada en la noche de los tiempos, cuyo nombre (tilo, androsemo, malva, bolsa de pastor...) nos suscita, como por arte de magia, la imagen de un mundo ancestral. Abordamos este libro con cariño y simpatía, no sólo movidos por el afecto reverente que nace de nuestros recuerdos personales por las espléndidas horas de goce y plenitud transcurridas junto a nuestras abuelas, sino sobre todo por el sentimiento de profunda gratitud a estas maestras de vida, de terapia y de higiene familiar, gratitud por su conocimiento del mundo de la naturaleza. Precisamente porque de sus labios aprendimos, entre cuento y cuento, los primeros rudimentos sobre los fármacos vegetales, sobre el reconocimiento del campo y sobre la forma más adecuada de preparar las diversas medicinas y de optimizar su empleo.
En aquel tiempo, las primeras consultas acerca de cualquier problema de salud siempre iban dirigidas a las mujeres, porque, según Zanetti, «son más conservadoras que los hombres, porque se han resistido a olvidar las antiguas tradiciones y porque son ellas quienes se encargan de proporcionar, en la medida de sus posibilidades, un alivio a quien sufre».
A los remedios que ofrecía la propia naturaleza, nuestras abuelas atribuían, además, un sentido sagrado, basándose en el precepto del Eclesiastés que advertía: «Altissimus creavit de terra medicamenta et vir prudens non abhorrebit illa» (es decir, «Dios hizo brotar las medicinas de la tierra y el hombre sabio las apreciará como tutoras de su salud»).
Esta fe mística, unida a la confianza que se depositaba en la experiencia de la tradición y el pasado, ejercía un influjo beneficioso sobre los distintos tratamientos que se llevaban a cabo en el círculo familiar. Hoy en día, hemos comprobado la importancia que tiene, en el plano psicológico, un estado de ánimo de confianza respecto a los fármacos administrados, que, de esta forma, ven potenciados sus efectos y su acción terapéutica.
En este sentido, escribe el gran médico fitoterapeuta Vidouze: «Si las plantas tienen virtudes medicinales, si el Sol, la Luna y los astros impregnan con sus radiaciones todo lo que existe sobre la Tierra, habrá que admitir que estas acciones se deben a una Entidad superior; por el contrario, los fármacos sintéticos creados por el hombre provienen únicamente de su cerebro». En realidad, se trata de dos mundos antagónicos: uno demuestra la omnipotencia del Creador (puesto que, para cada enfermedad o lesión, hay un remedio natural adecuado), mientras que el otro crea, a través de la química o la farmacología, nuevos principios activos para demostrar el poder demiúrgico y prometeico del hombre.
Hay que añadir que, dado que los fármacos vegetales han sido elaborados previamente y son ricos en cofactores biológicos sinérgicos entre sí, son mejor tolerados por nuestro organismo, el cual, por el contrario, reacciona generalmente contra las sustancias químicas que le son totalmente nuevas y desconocidas.
Que los fármacos sintéticos no siempre respetan el complejo y delicado equilibrio del organismo es cosa sabida, y no vamos a insistir demasiado sobre intoxicaciones crónicas, trastornos secundarios a nivel gástrico y hepático, intolerancia e insensibili zaciones alérgicas, etc.
Hoy en día, son muchos los que consideran como curanderismo un enorme patrimonio fitoterapéutico acumulado a lo largo de siglos por las generaciones que nos han precedido, sin pensar que se trata del fruto de una experiencia colectiva atesorada por nuestros padres en una época en la que tenían todo el tiempo del mundo para observar detenidamente los remedios que ofrece la naturaleza, de los que nuestra sociedad se ha alejado.
Como es obvio, hay que mantener cierto equilibrio a la hora de enjuiciar todo este acervo fitoterapéutico: por un lado, con trolar la validez de las aplicaciones, a la luz de las comprobacio nes prácticas modernas; y, por otro, extraer de las indicaciones del pasado todo lo que tienen de bueno y que puede llevarse a la práctica hoy, que es mucho. La ingente herencia de la medi cina y los tratamientos de belleza de nuestras abuelas debe ser cribada racionalmente y comprobada experimentalmente, pero no (como hacen muchos) olvidada y considerada, con demasiada presunción y superficialidad, como superada.
Sería muy poco científico tanto tomarlo en consideración en todos sus detalles como aceptarlo y llevarlo a la práctica con los ojos cerrados, sin ningún tipo de examen crítico.
En cuanto a este análisis crítico de elecciones y comprobaciones, este libro de Diana Calcagno se revela como una auténtica mina de sugerencias útiles y valiosos consejos.
En una época como la nuestra, en la que la fitoterapia y los tratamientos naturales están recuperando el favor de la gente, un libro como este no sólo representa un documento sobre la terapia natural que nuestras abuelas habían aprendido del pasado, sino que ofrece además una panorámica de valoraciones seguras y fiables que merecen ser tomadas en consideración y ser llevadas a la práctica. Todo ello ensalza la tarea de la autora, originaria de la Liguria (es decir, de una región italiana en la que permanecen firmemente ancladas las tradiciones de la medicina popular). Hay un dicho de la Alta Val Nervia (Italia) que dice: «Si el remedio de la abuela no te tomas, llora luego a Nuestra Señora».
Y es que nuestras abuelas estaban convencidas de las pro piedades beneficiosas para la salud de las plantas (in herbis salus) y conservaban celosamente, a menudo acrecentándola con nuevas observaciones, la farmacopea familiar, cuyas raíces se perdían en la noche de los tiempos (y que hoy en día se tiende a colocar junto a los mitos), pero que sin duda contribuía a la unión familiar y a valorar los consejos y la experiencia de los mayores.
P AOLO R OVESTI
Ex presidente del Centro Italiano de Herboristería,