Tecnochips, mellizas y muerte
Las mellizas María Joaquina y Emmaly Guadalupe Guzmán Coronel, a sus tiernos dos años y medio de edad, habrían sido el involuntario señuelo humano para capturar a su padre, el traficante de drogas más buscado del mundo, el sinaloense Joaquín el Chapo Guzmán Loera.
La más reciente y pequeña de las varias familias conocidas del capo declarado enemigo número uno en Chicago, y primero en el ranking mundial de los más buscados por las agencias de inteligencia estadounidenses, se hallaba reunida el sábado 22 de febrero de 2014 en el condominio Miramar, en Mazatlán, según la información oficial de los gobiernos de Estados Unidos (primero en tiempo, primero en mando, primero en anunciar el operativo) y México.
Sólo estaban con Guzmán Loera y su joven esposa de 24 años, Emma Coronel Aispuro, la niñera Balbina, una cocinera y un vigilante solitario —el ex militar Carlos Manuel Hoo Ramírez, apodado el Cóndor, técnico en telecomunicaciones, pagador y guardaespaldas de toda la confianza del capo—, cuando marinos de élite arrestaron al Chapo. Algo impensable en alguien que alardeaba de sus círculos concéntricos de seguridad integrados por decenas de civiles y ex militares.
Lo simplemente lógico y mínimamente inteligente era que, al menos desde mayo de 2011, cuando fue liquidado cerca de Islamabad, en Pakistán, el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, y entonces el Chapo ascendiera al primer sitio de los más buscados en el mundo, agentes de la Drug Enforcement Administration (DEA) hubieran puesto especial vigilancia y seguido paso a paso los movimientos de la esposa del capo (quien tiene ciudadanía estadounidense), incluyendo el cruce de la frontera México-Estados Unidos, meses antes del parto que tuvo lugar el 15 de agosto de 2011.
Cada detalle de su internamiento hospitalario fue observado y rigurosamente vigilado entonces. También estuvieron al tanto los hombres de inteligencia cuando ocurrió el alumbramiento doble y no abandonaron pista alguna durante meses y años después de que nacieran las pequeñas hijas de Emma Coronel Aispuro en el hospital Antelope Valley, de Lancaster, California, a las afueras de Los Ángeles. El día que las hijas del Chapo vieron la luz, los agentes constataron que ningún nombre aparecía en el espacio correspondiente al progenitor de las mellizas en el registro oficial. Al hospital se le podía ocultar la identidad del padre, pero a la DEA no.
“¿Sabes que los chips para geolocalización de personas son más pequeños que un granito de arroz? —me preguntó de sopetón un experto en estas tecnologías—. Si alguien revisa los cuerpos de las gemelitas y su madre allí van a encontrar la razón por la que los agentes de la DEA y la Marina mexicana dieron tan fácilmente con el capo y lo capturaron sin que estuvieran rodeándolo decenas de guardias en sus famosos círculos de seguridad, sin disparos, porque primero fueron aseguradas las mellizas y su madre, dejando al traficante de 56 años sin la mínima posibilidad de defenderse o quitarse la vida delante de sus seres más amados.”
“No importa si las cosas ocurrieron como cuenta el gobierno —prosigue mi interlocutor—, sobre todo a través de medios y periodistas a los que llevó en narcotours por el condominio de Mazatlán y por los túneles de escape de las casas del Chapo en Culiacán. A Guzmán Loera ya lo tenían perfectamente ubicado. Esta vez muy probablemente gracias a los chips, pero la fuerza pública siempre ha sabido cómo, cuándo y por dónde se mueve el capo sin hacerle nada. En febrero de 2014 era el botín conveniente y estaba dada la coyuntura política para que Estados Unidos presionara por petróleo a México, para que la reforma energética de Enrique Peña Nieto fuera bien acogida por la opinión pública mexicana, para darle la razón a la portada de Time de que Peña Nieto era el salvador de México.”
El tema es político, económico, de inversión y relaciones comerciales, de supeditación estructural, de afianzamiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el gobierno, de posicionamiento global del país. Es mucho más diplomático que policial o militar y el gobierno de Washington estaba más interesado en inhabilitar al capo que el propio gobierno mexicano.
De hecho, las agencias de inteligencia de Estados Unidos tenían localizado a Joaquín el Chapo Guzmán Loera y todos sus movimientos desde hacía por lo menos siete años antes de su captura en Mazatlán, Sinaloa. En varias ocasiones ofrecieron datos precisos al ejército mexicano, a las policías federales y a la Marina, pero siempre había un “ya merito”, un “se nos fue en el último minuto”, un aviso corrupto desde la entraña misma de las instituciones o un descuido nada accidental de puertas traseras o laterales de hoteles y de residencias para el escape. Y siempre aparecían veredas inescrutables que impedían rastrear la fuga del capo en zonas serranas.
Para atrapar al Chapo, uno de los capos más buscados del mundo, decía el embajador estadounidense Anthony Wayne el último día de marzo, “el comportamiento valiente de las fuerzas mexicanas fue apoyado por un largo y buen esfuerzo de cooperación entre la procuración de justicia de un lado y otro de la frontera”. El director de Excélsior, Pascal Beltrán del Río, le preguntó si hubo información concreta por parte de Estados Unidos para capturar a Guzmán Loera.
“No creo que beneficie a nadie entrar en cuestiones específicas sobre este tema. Sólo diré que hemos tenido, tenemos y espero que continuemos teniendo una cooperación muy cercana, que es una vía de doble sentido. Estamos trabajando juntos para atrapar a estos criminales.”
Era tan precisa su ubicación, que cuatro años antes de la recaptura cuerpos de inteligencia de Estados Unidos lo tenían perfectamente al alcance de la mano y simplemente querían matar al Chapo, pero el presidente Barack Obama no dio “luz verde” en 2010. (En cambio sí dio permiso para ejecutar a Arturo Beltrán Leyva el 16 de diciembre de 2009. El mandatario estadounidense no es ajeno a estas persecuciones internacionales: siguió en vivo la película de la localización y la ejecución de Osama Bin Laden, en mayo de 2011.)
Wikileaks publicó unos cinco millones de documentos oficiales, entre los cuales aparecieron mensajes de Fred Burton, vicepresidente de inteligencia y experto en cárteles mexicanos de la droga. Sus escritos revelan una interacción entre México y la inteligencia de Estados Unidos entre 2007 y 2011. De acuerdo con El Diario de Juárez:
En uno de los documentos filtrados por el sitio web de periodismo de investigación WhoWhatWhy se reveló que Estados Unidos tuvo la oportunidad de asesinar al Chapo, pero la Casa Blanca se negó a proceder. El primero de los mensajes de Burton se dio a conocer el 2 de noviembre del 2007: “Si la DEA puede específicamente localizar al jefe de Sinaloa, el Chapo, éste será asesinado”, escribió Burton.
Sin embargo, Burton, más de dos años después, dijo en un correo electrónico de febrero de 2010 que la DEA “tuvo una oportunidad para ejecutar al