El acto de escribir no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe; del mismo modo, se espera que el acto de leer el texto escrito sea otro acto de aproximación parecido.
A MANERA DE PRÓLOGO
Bienvenido a Sinaloa
Si usted cree que la mentada “guerra contra el narcotráfico” del gobierno es puro circo; si está harto de los discursos huecos de los políticos, de los retenes que el sistema económico ha impuesto a su vida; si ya no cree en operativos que producen salarios miserables, maestros incompetentes y médicos negligentes: bienvenido a Sinaloa. Si usted sabe que estornudar tres veces significa que vive en un país sin salud, donde conseguir dinero se vuelve imposible y el amor es cada vez menos frecuente, no tengo que repetir que aquí no gobierna quien dice que gobierna, ni lo hace como dice hacerlo.
Diego Enrique Osorno decidió escribir un libro sobre Sinaloa, mi tierra natal, en tiempos revueltos. Lo escribió con plena conciencia de que nombrar esta tierra en nuestros días significa muchas cosas para bien y para mal. Sinaloa es el mejor tomate de exportación, los puertos marítimos de altura que han conectado a México con el oeste de Estados Unidos desde el siglo XIX . Es la resistencia de las burguesías locales, agrarias y pesqueras a injustos embargos y proteccionismos estadounidenses. Gente guapa y trabajadora que mantiene la admiración por la cultura rural de la sierra desde el valle y la costa, la música de banda, el cinto piteado, las botas puntiagudas o los huaraches de correa. Bebe cerveza Pacífico y agua de cebada con chilorio y tamales coloreados con palo de Brasil, como simbolizando su tradicional conexión con los flujos comerciales globales. Sinaloa es la globalización desde antes de que se usara esa palabra. Es un estado cuya sierra se formó en conexión con la exploración de nuevas tierras y la búsqueda de metales preciosos durante la Colonia. Es una tierra que se abrió al capitalismo con puertos como Mazatlán y proyectos literalmente utópicos como Topolobampo. Es también una tierra que industrializó su campo en esos valles que durante el siglo XX atrajeron migraciones internacionales y aún atraen a paupérrima mano de obra dentro de nuestro país, especialmente de Oaxaca.
Rasgos del mercantilismo, el capitalismo, la industrialización y la globalización en una franja de tierra entre la costa y la Sierra Madre, Sinaloa también es la tierra que produjo opio, en el centro, y mariguana al sur desde principios del siglo XX . Creadora de liderazgos criminalizados que van desde Heraclio Bernal hasta Ismael el Mayo Zambada y Joaquín el Chapo Guzmán pasando por el Gitano, Pedro Avilés, Lalo Fernández, Miguel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y muchos otros. Centro de producción de expresiones culturales desde la ilegalidad y de innovaciones empresariales en el mercado negro de drogas. Epicentro del culto a Malverde. Sinaloa es invención de estereotipos que crean y recrean alternativas dentro del modelo económico neoliberal, que se supone inmodificable. Sinaloa es, rematadamente, el símbolo del fracaso de la actual política de combate a las drogas y el narcotráfico en México, símbolo de los beneficios que atrae el libre mercado a los hábiles, a quienes encuentran los huecos del sistema. Los negociadores. Los que renuncian a los caminos heredados e inventan nuevos. Los que saben volverse moda porque usan las ideas de la moda para reinventarse.
Este libro es producto de los andares de un periodista aventurero, Diego Enrique Osorno, que sorprende desde los pocos espacios para los trabajos de investigación con voz propia en medios de comunicación mexicanos. Quien ha leído su primer libro, Oaxaca sitiada. La primera insurrección del siglo XXI , coincidirá conmigo en que es un cronista que escribe con pasión y hace honor a la mejor característica del género: mostrar con honestidad la mirada de quien cuenta el cuento.
Osorno no escribe sociología ni ciencia social; no escribe hagiografía gubernamental ni nota periodística del día; no escribe cuento ni fábula ni novela, pero tiene lo más refinado de todo esto. Osorno escribe esa cosa rara que en la tradición latinoamericana llamamos crónica. Profundamente extraño, porque, señoras y señores, la crónica, como dijo Manuel Gutiérrez Nájera desde el siglo XIX ,
es, en los días que corren, un anacronismo […] ha muerto a manos del repórter […] La pobre crónica, de tracción animal, no puede competir con esos trenes-relámpago. ¿Y qué nos queda a nosotros, míseros cronistas, contemporáneos de la diligencia, llamada así gratuitamente? Llegamos al banquete a la hora de los postres. ¿Sirvo a usted, señorita, un pousse-café? ¿Queda alguna botella de champagne?
Uno esperaría que con el correr de los años pudiéramos contestar a Gutiérrez Nájera que está planteando una falsa diferenciación entre reportero y cronista; pero ¿por qué tenemos la idea de que las redacciones de los periódicos a principios del siglo XXI están llenas de reporteros y no de escritores como Osorno? Esa falsa taxonomía tiene en el fondo una idea tecnificada de las labores informativas de los medios escritos, que nos ha llevado a sacrificar la calidad en el uso de la palabra por la “información oportuna”, la inevitable percepción del escritor y la presencia de líneas editoriales abiertas y coherentes por la presunción de “objetividad”. Pareciera que en los medios de información escrita en México se han convencido, y de paso nos han convencido, de que lo fáctico está peleado con lo creativo, el juicio honesto está alejado de la búsqueda de la verdad y la escritura fluida tiene un costo mayor que los formatos de escritura estandarizada. Quizá esta tecnificación mal entendida está basada en la vieja idea mexicana de que vende más ser un instrumento de poder para los agentes del Estado y el mercado, que de un público lector.
Diego Enrique Osorno, sobra decirlo, busca escapar de estas tendencias escribiendo sobre temas socialmente cruciales y comprometiéndose con una escritura joven, es decir, nueva, es decir, esclava de sus propias pasiones. Es quizá por eso que este libro tiene tres características que lo vuelven novedoso para la discusión tanto periodística como académica del complejo fenómeno del narcotráfico en México: es un libro urgente, porque representa una denuncia contra un presidente que gobierna con la sangre y contra la clase social que representa; es un libro que busca alternativas desde el conocimiento histórico y combate el silenciamiento de voces fundamentales en la discusión pública, sin dejarse intimidar por fundamentalismos morales.
I. La denuncia del uso político del narco vuelve a este libro urgente frente a un presidente que gobierna con la sangre. Si no fuera porque, con el gobierno de Felipe Calderón, nos encontramos en uno de los momentos más sangrientos en la historia del prohibicionismo de las drogas en México, este libro no sería tan pertinente y necesario. Las drogas que ahora se combaten con toda la fuerza del gobierno se prohibieron en parte por presión de Estados Unidos durante los primeros 30 años del siglo XX . Desde entonces diversos gobiernos mexicanos han tenido que administrar este problema compartido con —y definido como global por— Estados Unidos.
Felipe Calderón decidió declarar una guerra que está costando miles de muertes: un dramático baño de sangre alimentado desde el gobierno. El prohibicionismo y el aumento de la persecución policiaca y militar implican que la violencia estalle y termine en grandes y dramáticos fracasos, como ocurrió con la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Eso es lo que estamos viendo: sangre correr por políticas absurdas. Por lo menos desde la década de 1980, diversos analistas han señalado que la mejor vía para combatir este problema es la legalización acompañada de programas educativos para el uso responsable de drogas y una fuerte inversión en los problemas de salud pública causados por las adicciones. Aumentar la persecución conlleva el aumento del riesgo en el mercado. Este riesgo incrementa los precios de las drogas y provoca que salgan los adversos al peligro. Como efecto de sustitución y renovación de los liderazgos criminalizados entran los amantes del riesgo y las prácticas corruptas, porque es mucho el dinero que la intervención violenta del Estado genera en los mercados negros. Es esta explicación de economía política de los mercados negros de drogas lo que da cuenta de la absurda espiral de violencia que padecemos en México.