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© 2018, HarperCollins México, S.A. de C.V.
Publicado por HarperCollins México
Tampico No. 42, 6º piso.
06700, Ciudad de México.
© José Agustín Ortiz Pinchetti
© Por el prólogo: Andrés Manuel López Obrador
Diseño de forros: Ramón Navarro
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Epub Edition July 2018 9786079795955
ISBN: 978-607-97837-4-7
Primera edición: marzo de 2018.
Impreso en México
Dedico este libro a mis compañeros, de los más
diversos colores, en la lucha por la democracia, y en
particular a Carmen Lira.
Reconozco y agradezco la colaboración
de Meredith González Acevedo.
En forma muy especial agradezco la generosidad
y el buen sentido de las aportaciones
del doctor Alfonso Silíceo Aguilar.
DON JULIO SCHERER GARCÍA DECÍA QUE ERA MUY grande su amistad conmigo, y cuando lo interrogaban sobre mi manera de pensar y de ser, antes de responder solía advertir que no podía ser objetivo.
Ese mismo riesgo corre esta especie de biografía política sobre mi persona escrita por mi gran amigo José Agustín Ortiz Pinchetti.
No obstante, es tan rigurosa esta investigación y son tan verídicos los testimonios, que resulta un trabajo excepcional que lo hará, bajo cualquier circunstancia, un libro de consulta obligada, inclusive para los estudiosos de tendencia conservadora, e incluso para mis adversarios políticos.
José Agustín, además de ser un mirón profesional de acontecimientos y personajes políticos, me conoce bastante bien. Hemos convivido durante muchos años en el gobierno y en la vida partidista pero, sobre todo, hemos coincidido en el terreno de las ideas. Ambos somos admiradores de don Daniel Cosío Villegas, a quien considero el mejor historiador político de México.
En mi caso, la lectura de los diez tomos de la Historia moderna de México, 1867-1910, investigación dirigida por don Daniel, influyó mucho en toda mi vida pública. Estudié tanto esa obra que, aunque consulté otras fuentes, a partir de su lectura concebí la idea de que el actual régimen neoliberal no es más que neoporfirismo.
A José Agustín le oí repetir, incrédulo, la frase del energúmeno Francisco Bulnes, quien justificaba a Porfirio Díaz diciendo que “el dictador bueno es un animal tan raro, que la nación que posee uno debe prolongarle no solo el poder, sino hasta la vida”.
Y con José Agustín hemos hablado muchas veces del ensayo La crisis de México, escrito por don Daniel en 1946, que desde entonces avizora la actual decadencia del régimen posrevolucionario. Por cierto, este escrito no ha sido valorado por los discípulos del autor: lo han visto pero no lo han mirado.
En una ocasión, Enrique Krauze, dominado más por su vertiente de empresario editorial que por la de historiador, afirmó que yo era mesiánico porque hablé de la necesidad de purificar la vida pública; le tuve que citar el pasaje de don Daniel que dice que ante “una general corrupción administrativa, ostentosa y agravante, cobijada siempre bajo un manto de impunidad [...] la aspiración única de México es la renovación tajante, la verdadera purificación, que solo quedará satisfecha con el fuego que arrase hasta la tierra misma en que creció tanto mal”.
Este enfoque, ver la crisis de México como resultado de la corrupción imperante, ha sido desdeñado por la intelectualidad conservadora y por los “fifís” de nuestro tiempo, quienes nos acusan de simplistas cuando proponemos eliminar la corrupción para lograr el renacimiento de México. Y no, no es simplismo: ese es en realidad el meollo del asunto.
Regresando a don Daniel, desde hace 70 años sostuvo que “la deshonestidad de los gobernantes revolucionarios, más que ninguna otra causa, ha tronchado la vida misma de la Revolución mexicana”. Y agrego la conclusión final de este gran historiador, visionario y certero:
¿Qué remedio puede tener, entonces, la crisis de México? Se dijo desde un principio que la crisis era grave. Por una parte, la causa de la Revolución ha dejado ya de inspirar la fe que toda carta de navegación da para mantener en su puesto al piloto; a eso debe añadirse que los hombres de la Revolución han agotado su autoridad moral y política. Por otra parte, no es claro el fundamento en que podría fincarse la esperanza de que la redención venga de las derechas, por los intereses que representan, por su espíritu antipopular y su impreparación.
El único rayo de esperanza —bien pálido y distante, por cierto— es que de la propia Revolución salga una reafirmación de principios y una depuración de hombres. Quizá no valga la pena especular sobre milagros; pero al menos me gustaría ser bien entendido: reafirmar quiere decir afirmar de nuevo, y depurar querría decir usar solo de los hombres puros o limpios.
Si no se reafirman los principios, sino que simplemente se los escamotea; si no se depuran los hombres, sino que simplemente se les adorna con ropitas domingueras o títulos... ¡de abogados!, entonces no habrá en México autorregeneración, y, en consecuencia, la regeneración vendrá de fuera, y el país perderá mucho de su existencia nacional y a un plazo no muy largo.
Desde hace más de 12 años la mafia en el poder ha buscado desvirtuar nuestro ideario nacional con descalificaciones ad hominem basadas, a su vez, en pasajes adulterados o llanamente falsos de mi biografía y de mi trayectoria política y administrativa. La consigna “un peligro para México” requería la invención de un individuo con antecedentes turbios o violentos, y la etiqueta de “mesías tropical” necesitaba, para tener una mínima coherencia narrativa, la construcción de un personaje delirante.
La guerra sucia desatada en 2006 por los grupos de interés empeñados en perpetuar una institucionalidad secuestrada y corrompida, ha sido retomada una y otra vez en cada ocasión que el régimen oligárquico nos ha visto como una amenaza; lo hizo en 2012 y empieza a hacerlo ahora, cuando la próxima elección presidencial abre una nueva oportunidad para regenerar el país y dirigirlo hacia un cambio verdadero. Esa campaña de difamación —que se reitera a sí misma en fiel aplicación de la máxima atribuida a Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”— gira sobre los ejes de siempre: las caracterizaciones de mi desempeño y de mi persona como populista, mesiánico, intolerante y, en suma, peligroso. Los medios a disposición de la calumnia son igualmente semejantes a los de la propaganda nazi: el establecimiento de un férreo dominio de los medios de comunicación tradicionales, del que solo escapan algunas excepciones, y su conversión en aparatos de difusión de las verdades oficiales del régimen que, como se sabe, suelen ser mentiras repetidas mil veces.
Este libro no será objetivo, ciertamente, dados los vínculos de amistad, compañerismo y propósitos compartidos que me unen a su autor, pero sí riguroso y apegado a la honestidad intelectual y a la veracidad, y resulta un contrapunto necesario a la guerra sucia que vuelve a activarse para intoxicar en contra de lo que soy y de lo que represento a sectores desinformados de la opinión pública. Por eso, además de revestir un interés académico e histórico, esta semblanza tiene un inestimable valor coyuntural. De hecho, escribo este prólogo en plena precampaña por la presidencia, enfrentando a neoconservadores, tecnócratas y a toda la mafia en el poder, con el ideario de la justicia y la paz, y no dejo de recomendar este libro