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© Jaime Balaguer, Francisco Camas García, Carles Castro, José Pablo Ferrándiz, Elena García-Guereta, Kiko Llaneras, Andrés Medina, Mónica Méndez Lago, Jaime Miquel, Sara Pasadas del Amo, Alberto Penadés, María Ramos y David Rojo, 2019
© Los libros de la Catarata, 2019
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La cocina electoral en España.La estimación de voto en tiempos de incertidumbre
ISBN: 978-84-9097-631-9
E-ISBN: 978-84-9097-601-2
DEPÓSITO LEGAL: M-6.004-2019
IBIC: JPHF/1DSE
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Introducción
Francisco Camas García y José Pablo Ferrándiz
Atreverse a pred ecir el resultado de unas elecciones con datos de encuestas es una aventura compleja y polémica. Y lo es desde sus inicios en los años treinta del siglo pasado. Pero la dificultad y la controversia que las acompaña responde en realidad a una inquietud común: todos necesitamos respuestas. Ante un evento tan relevante en democracia como es el resultado de unas elecciones, que deciden los futuros gobiernos de un país y el desarrollo de unas determinadas políticas públicas u otras, parece algo natural preguntarse qué pasará. ¿Qué ocurrirá el próximo domingo? ¿Quién ganará o perderá? El futuro es incierto y, sin embargo, solemos empeñarnos en querer conocer con exactitud y antelación los resultados.
E s una aspiración lógica, por otra parte, la de tratar de calmar nuestra sed de certeza, seguridad y control. Pretender reducir o incluso eliminar la incertidumbre es un impulso característico de la genuina psicología humana. Y para hacerlo, no se ha dado hasta el momento con otro sedante mejor que el método de investigación mediante encuesta, que permite preguntar directamente a una muestra de personas representativa de una población qué es lo que harán en las próximas elecciones. Lamentablemente, estas respuestas tal cual son expresadas casi nunca se corresponden exactamente con lo que acaba sucediendo, pero proporcionan una información tan útil que permite a quien las analiza aproximarse razonablemente bien en la mayoría de las ocasiones al resultado final.
Son muchas las razones por las cuales el conjunto de respuestas no coincide con el resultado del día de la votación. Y en esto se centra precisamente este libro, en dar a conocer muchos de los elementos, las técnicas y los procedimientos necesarios para tratar de que sí coincidan, es decir, de traducir estados de ánimo, predisposiciones y alineamientos políticos de la ciudadanía en tendencias de voto probables. Lo que coloquialmente se denomina “cocina electoral” es precisamente esto: corregir, calibrar, aplicar hipótesis, métodos y modelos fundamentalmente con base estadística con el objetivo de estimar o pronosticar el comportamiento más probable de una población el día de las elecciones a partir de las respuestas espontáneas recogidas en una encuesta.
A l margen de que mostrar predisposición a hacer algo, obviamente, no implica necesariamente acabar haciéndolo, buena parte de la desviación entre lo que se recoge en una encuesta y lo que realmente ocurre en la realidad se debe al propio método, aunque el contexto cuenta con un papel clave sobre todo en momentos de cambio político como los actuales. Las limitaciones y los sesgos que acompañan al método impiden realizar estimaciones con alto grado de precisión, sobre todo en lo que a comportamientos futuros se refiere . Entre otras cosas porque una encuesta es una foto fija que se realiza precisamente en un contexto determinado, de lo cual es difícil inferir que la imagen obtenida se mantendrá congelada en el futuro. La experiencia muestra que sucede más bien lo contrario: tenderá a move rse y a cambiar en color y forma. Y cuanto mayor sea el grado de incertidumbre, mayor será el riesgo de que la foto salga movida. La cuestión es cuánto.
También porque, aunque (o precisamente porque) está respaldada por las leyes estadísticas, medir una realidad a través del método de encuesta implica medir siempre con un margen de error determinado. Esto no la invalida, pero la convierte en un instrumento imperfecto e inexacto por naturaleza.
Aun así, un mayor y mejor conocimiento sobre estas limitaciones y sesgos permite optimizar el método. De esta forma pueden desarrollarse fórmulas para mitigarlos y hacer que la información recogida consiga reflejar la realidad de la forma más fiel posible. La relativa buena noticia en casos como este es que el resultado de unas elecciones democráticas siempre será conocido, por lo que podrá compararse con las estimaciones realizadas previamente y analizar el grado de desviación o error. De ahí que, aunque lo aprendido y válido para una elección puede perfectamente ser inútil para otra, las autopsias poselectorales sean trabajos ineludibles para quienes aspiran a encontrar las vías más efectivas de mejora del método. El grado de decepción con los resultados varía pues en función de las expectativas.
A sabiendas de que la mayor parte de la atención se suele concentrar en la capacidad de predicción de las encuestas, de forma que su validez y fiabilidad parece depender de cuán acertadas sean sus estimaciones, sería ingenuo decir que el asunto de la desviación respecto al resultado real no es una de las preocupaciones entre quienes realizan las proyecciones. Pero eso no debería implicar sobredimensionar tal preocupación, ni tampoco juzgar precipitadamente el método por solo uno de los múltiples usos que se le puede dar.
De hecho, uno de los padres fundadores de la propia “cocina electoral”, George H. Gallup, dijo justo en el momento de normalización del uso de encuestas, allá por finales de 1950, que los pronósticos electorales son en realidad de las contribuciones menos importantes que pueden ofrecer las encuestas de opinión pública (Gallup, 1957). Para lo que verdaderamente sirven y están pensadas, decía Gallup, es para para tomar el pulso, como si de un termómetro se tratara, del estado de ánimo de la ciudadanía respecto a los asuntos públicos del presente, ya sean políticos, sociales, culturales, económicos o de cualquier otra índole . Y, aun así, octogenarias ya, siguen siendo el instrumento más utilizado para la prospección electoral. Por ahora no parece que ninguna de las otras vías de obtención de información a través de redes sociales, buscadores, mercados de apuestas o modelos de Big Data en general sean sustitutos factibles, aunque no esté desde luego descartado (Gutiérrez-Rubí, 2019).
Antecedentes y objetivos
En este trabajo, se considera que la labor pedagógica en España sobre cómo se realizan l os sondeos electorales y, en particular, la denominada “cocina electoral”, es pobre e insuficiente. En demasiadas ocasiones se trivializa y desestima con facilidad y sin argumentos de peso. Por ello, se propone aportar algo de luz a un campo d e conocimiento que lo necesita, al menos para promover un apren dizaje que ayud e como mínimo a separar el grano de la paja.
Dada la extendida desconfianza que existe respecto a los sondeos electo rales, es aún más pertinente que cualquier persona, con o sin interés en la materia, tenga a su disposición conocimientos de primera mano sobre cómo y por qué se realizan estimaciones o pronósticos electorales. No por ello tiene este trabajo entre sus propósitos compilar todo lo dicho y hecho sobre la estimación o predicción de resultados electorales en España, ni mucho menos aspirar a ejercer de guía definitiva de la “cocina electoral”. Más bien se pretende dar a conocer buena parte del trabajo técnico, analítico y científico que hay detrás de la elaboración de un sondeo electoral, del que derivan posteriormente las estimaciones de voto que la ciudadanía ve publicadas en los medios de comunicación.