U N VIAJE POR LA HISTORIA
DE LOS TEMPLARIOS EN
ESPAÑA
Descubra su historia secreta y recorra los enclaves
templarios de la Península Ibérica
X AVIER M USQUERA
Colección: Viajero intrépido
www.viajerointrepido.com
www.nowtilus.com
Título: Un viaje por la historia de los templarios en España
Subtítulo: Descubra su historia secreta y recorra los enclaves templarios
de la Península Ibérica
Autor: Xavier Musquera
© 2007 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44 3o C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Editor: Santos Rodríguez
Coordinador editorial: José Luis Torres Vitolas
Diseño y realización de cubiertas: Carlos Peydró
Diseño y realización de interiores: JLTV
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ISBN 13: 978-84-9763-408-3
Libro electrónico: primera edición
A Pepa, mi esposa, por su talante
ante la vida y por acompañarme en el Camino,
desde haceya 37 años.
Í NDICE
Deseo expresar mi agradecimiento a las personas e instituciones siguientes, especialmente a Carlos María, Víctor, Ástur y Rafa, que, además de la información, me han obsequiado con su amistad.
A Raúl Arias del Valle, archivero de la Catedral de Oviedo, quien me autorizó a fotografiar documentos. A José Ramón Barraca de Ramos, director de la Biblioteca Pública de Oviedo, por sus consejos. A Vicente José González García, arqueólogo y profesor, presidente de la Asociación Interregional de los Amigos del Camino de Santiago, a “Alfonso II, el Casto”, por la interesante documentación y los paseos por la encantadora Oviedo. A Enrique García Tessier, director del Museo Arqueológico de Asturias y a sus empleados. A Rafael Loredo Coste, secretario general de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, por ofrecerme la bibliografía jovellanista. A Agustín Hevia Ballina, director del Archivo Histórico Diocesano de Oviedo. A José Luis Argüelles, del Instituto de Estudios Asturianos. A Carlos María de Luis, quien me ofreció sus datos y su charla siempre animada. A Rafael Rodríguez Prado, por compartir la buena sidra asturiana, acompañarme a interesantes enclaves y ofrecerme todo tipo de información. A Ignacio Ruiz de la Peña, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo, por abrirme puertas. A Ángel Almazán de Gracia, por el recorrido efectuado por Burgo de Osma y su amabilidad. A Tomé Martínez, cuya obra me ha permitido la oportunidad de descubrir misterios de su tierra, Galicia. A Joseph Ureña Llitjós, presidente de la Associació Medieval de Bagà. A la Oficina de Turismo de la Xunta de Galicia en Madrid. Al Ayuntamiento de Teverga, a Marga del Albergue–biblioteca y a Ramón de la Oficina de Turismo de Teverga. A la Oficina de Turismo de la Plaza Alfonso II de Oviedo. A la Oficina de Turismo de Llanes. A Juan García Atienza y Rafael Alarcón Herrera, que, con sus obras, han sabido despertar el interés por la Orden del Temple. Y a todos aquellas personas que se cruzaron en mi búsqueda y me ayudaron en su momento y, debido a la falta de espacio, ruego me disculpen por no citarlas.
Ofrecer en la actualidad un trabajo sobre la Orden del Temple parecería no tener ningún sentido. La existencia de decenas de obras sobre su historia, sus posibles conocimientos esotéricos, la existencia de un supuesto tesoro y su relación con el Nuevo Mundo, han llenado miles de páginas, con mayor o menor fortuna.
No cabe duda de que muchos enigmas envolvieron a la Orden. Sus conocimientos eran transmitidos oralmente, tal y como se hacía tradicionalmente desde la más remota antigüedad, y en consecuencia no estaban reflejados en documento alguno. Este hecho provocó desde un principio que investigadores y estudiosos tuvieran que formular tan sólo hipótesis y conjeturas.
Existen dudas e interrogantes que conducen irremediablemente a la formulación de preguntas. Preguntas que todavía no poseen respuestas, ya que “oficialmente” no se han formulado. Generalmente no se efectúan, cuando se sabe de antemano que difícilmente se hallarán las respuestas. Lo cómodo y lo fácil es no hacerlas. Todo está bien, tal y como está.
Esquemas establecidos e ideas preconcebidas son el lastre de una enseñanza oficial, académica y conservadora. A pesar de que la base de toda investigación es el estudio de documentos, esta no puede cimentarse única y exclusivamente en la búsqueda por archivos y bibliotecas. Los documentos forman parte de una verdad; pero no son toda la verdad. Intereses de todo tipo se hallan detrás de los acontecimientos y son muchos los textos tergiversados y manipulados en su momento.
Lamentablemente, la investigación y el estudio convencional no tienen en consideración estos hechos y otras realidades que se encuentran más allá del racionalismo metodológico. Conscientes o no, están en contra de todo aquello que no esté avalado y documentado, cuando, en realidad, lo que aparece como ajeno a la Historia es aquello que la ha configurado. La carencia absoluta, o casi absoluta, de información respecto a una posible presencia del Temple en un lugar concreto, es la que tal vez ha motivado que hayan sido muy pocos los que se han interesado por el tema.
Para algunos, la Orden del Temple permaneció sumergida en conocimientos ocultos y esotéricos, en rituales mágicos y en estudios astrológicos, numerológicos y geométricos que reflejaron en sus construcciones. En cambio, para otros, tan sólo fue una orden religiosa de caballería y poco más. Un mero “accidente“ histórico, una consecuencia de las Cruzadas al servicio de la Iglesia que, una vez cumplida su misión, fue disuelta.
Si bien es cierto que es obligado desmitificar a los templarios y despojarles del aura de misterio que los autores del siglo XIX les atribuyeron, no es menos cierto que la Orden no estuvo formada por un puñado de descerebrados, blasfemos, homosexuales, ladrones, hechiceros y herejes, que se dedicaron a matar a la morisca y a amasar riquezas, además de custodiar a peregrinos, en opinión de algunos estudiosos e historiadores.
En sus escasos doscientos años de existencia, la Orden participó en la precaria paz de las Cruzadas, en la política y la diplomacia y, sobre todo, en la promoción y custodia de las rutas de peregrinaje, jalonadas de megalitos, antiguos asentamientos celtas, montes y fuentes consideradas sagradas y también de petroglifos antiquísimos. Símbolos y marcas de cantero aparecen en construcciones en las que se asentaron,o en aquellas que estaban bajo su jurisdicción administrativa. Iconografía que hallamos abundantemente a lo largo del Camino de Santiago, ruta iniciática y de peregrinación anterior al cristianismo.
Todo ello resulta como el anverso y el reverso de una moneda. Ambos forman parte de una misma pieza. Lo razonable es poner la moneda en equilibrio y entonces nos mostrará sus dos caras al mismo tiempo, para ofrecernos una visión global y completa de la misma. Este es el equilibrio deseable para establecer, con un mínimo de ecuanimidad y coherencia, todas aquellas posibilidades que nos permitan una acercamiento lo más riguroso posible hacia una comprensión general de lo que pudo ser la Orden del Temple.