LOS TEMPLARIOS
Piers Paul Read
Traducción de Gerardo Gambolini
Título original: The Templars
Traducción: Gerardo Gambolini
1.ª edición: octubre, 2014
© 2014 by Piers Paul Read
© Ediciones B, S. A., 2014
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
Depósito Legal: B 21711-2014
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-494-2
Diseño de colección: Ignacio Ballesteros
Maquetación ebook: Caurina.com
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Agradecimientos
Agradezco el permiso para reproducir pasajes de The Jewish War , de Josephus, traducido y prologado por G. A. Williamson, Penguin Books, 1959 (Copyright © G. A. Williamson, 1959); The Rule of the Templars , de J. M. Upton-Ward, The Bodydell Press , 1992 (Copyright © J. M. Upton-Ward 1992); y The Murdered Magicians , de Peter Partner (Copyright © Peter Partner 1981) por permiso de A. M. Heath & Co. Ltd. en nombre del Profesor Peter Partner.
Mapas
Prefacio
¿Quiénes fueron los Templarios? En las novelas de Sir Walter Scott se nos presenta una visión de esta orden militar. El caballero Templario de Ivanhoe , Brian de Bois-Guilbert, es un antihéroe demoníaco, «valiente como el más temerario de su Orden, pero manchado con sus vicios habituales: orgullo, arrogancia, crueldad y voluptuosidad; un hombre de corazón duro, que no conoce el miedo terrenal ni el temor celestial». Los dos grandes maestres Templarios no son mucho mejores. Giles Amaury en El Talismán es traicionero y malévolo, en tanto Lucas de Beaumanoir, en Ivanhoe , es un fanático intolerante.
Por el contrario, en la ópera Parsifal , de Wagner, aparecen caballeros semejantes a los Templarios como castos guardianes del Santo Grial. El libreto del siglo XIx se basó en un poema épico del siglo XIII, de Wolfram de Eschenbach, en el cual los Templeisen guardan sólo un parecido superficial con los caballeros del Temple; no obstante, ese rudimento de realidad ha bastado para convencer a la posteridad de que hay verdad en la ficción. Así, en la imaginación del siglo XIx los brutos depravados de Ivanhoe y El Talismán coexisten con la noble y honrosa hermandad de Parsifal .
En el siglo XX se reveló una imagen más siniestra de los Templarios como los prototipos de los caballeros teutónicos, que, a finales de los años treinta, sirvieron de modelo histórico para las SS de Himmler. Unido a una interpretación común de las cruzadas como un ejemplo temprano de la agresión y el imperialismo de Europa occidental, los Templarios llegaron a ser vistos como fanáticos brutales que imponían una ideología con la espada. O, muy al contrario, se dice que abandonaron su compromiso con la causa cristiana por su contacto en Oriente con el judaísmo y el Islam, formando una sociedad secreta de iniciados a través de la cual los misterios arcanos del antiguo Egipto, transmitidos a los albañiles del Templo de Salomón, fueron pasados a las logias masónicas de los tiempos modernos. Se ha sostenido también que los Templarios fueron infiltrados por los heréticos cátaros después de la cruzada contra los albigenses; que protegieron a lo largo de los siglos a los descendientes reales de una unión entre Jesús y María Magdalena; que en el siglo XIx un sacerdote descubrió su estupendo tesoro en el suroeste de Francia; y que fueron los custodios de fabulosas reliquias, entre ellas la cabeza embalsamada de Cristo y el Santo Sudario de Turín.
Mi objetivo en este libro ha sido exponer la verdad sobre los Templarios, evitando la especulación fantasiosa y registrando solamente lo que ha determinado la investigación de reconocidos historiadores. He presentado el tema en una amplia perspectiva: las historias de la Orden que parten de su fundación por Hugh de Payns en 1119, o incluso de la proclamación de la primera Cruzada en el Concilio de Clermont en 1095, suelen dar por sentado un conocimiento previo que el lector común tal vez no posea. A mi juicio, es difícil comprender la mentalidad de los Templarios sin analizar la importancia atribuida al Templo de Salomón en Jerusalén por las tres religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islamismo— y sin recordar por qué ha sido un punto de conflicto desde el comienzo de la historia hasta nuestros días.
Hay otras preguntas pertinentes que sólo pueden responderse mirando atrás desde el período medieval temprano hacia el turbulento caos de la Edad Oscura. En un momento en que se ha sugerido que el actual Papa debe pedir perdón por las cruzadas, es apropiado examinar los motivos de sus predecesores para iniciar esas guerras santas. Quienes ya estén familiarizados con la historia de las cruzadas encontrarán repetitivo parte de lo que he escrito; pero al volver a contarla he aprovechado las investigaciones de nuevas generaciones de historiadores de la materia. Mi deuda para con esos y otros eruditos resultará evidente a quienes lean este libro.
También sentí que valía la pena volver a contar lo que un cronista contemporáneo llamó «los actos de Dios hechos por los francos», no sólo por su valor intrínseco, sino también por su relación con muchos de los dilemas que hoy enfrentamos. Los Templarios fueron una fuerza multinacional comprometida en la defensa del concepto cristiano de un orden mundial, y su desaparición marca el momento en el que la persecución del bien común dentro de la cristiandad pasó a subordinarse a los intereses del estado-nación, un proceso que la comunidad mundial está tratando ahora de revertir.
En la historia de los Templarios hay paralelismos destacables entre el pasado y el presente. En el emperador Federico II de Hohenstaufen encontramos a un gobernante cuya amoralidad idiosincrásica evoca a Nerón y anticipa a Hitler. El concepto medieval de un Sacro Imperio Romano es notablemente similar a las aspiraciones que tienen sus propulsores para la Unión Europea. Los asesinos de Siria son tanto los descendientes de los sicarios judíos como los antepasados de los terroristas suicidas del Hezbollah. La actitud de muchos musulmanes de Oriente Medio respecto al estado moderno de Israel es muy parecida a la que tenían sus antepasados hacia el reino de Jerusalén erigido por los cruzados. ¿Cuántos líderes árabes, nos preguntamos, desde Abdul Nasser hasta Saddam Hussein, han aspirado a convertirse en nuevos saladinos , derrotando a los invasores infieles en otra batalla de Hattin o, como el sultán mameluco, al-Ashraf, hundiéndolos en el mar?
Expreso mi gratitud a todos los historiadores cuyos trabajos me enseñaron lo que sé sobre los Templarios. Más específicamente, deseo agradecer al profesor Jonathan Riley-Smith por su aliento y consejo, y al profesor Richard Fletcher por leer el manuscrito y alertarme sobre una serie de errores. Ninguno de estos eminentes historiadores deberá considerarse responsable de las deficiencias de mi trabajo.
Quisiera agradecer a Anthony Cheetham, quien me sugirió por primera vez probar de escribir historia, proponiendo un libro sobre los Templarios; a mi agente, Gillon Aitken, por instarme a encarar el proyecto; a mi editora, Jane Wood, por su constante apoyo y su invalorable trabajo con el primer borrador; y a Selina Walker por su ayuda con los mapas e ilustraciones. También doy las gracias a Andrew Sinclair, quien me prestó su colección de libros sobre los Templarios; a Charles Glass, por introducirme en las Memorias de Usamah Ibn-Munqidh ; y al bibliotecario y el personal de la Biblioteca de Londres, por su gentil ayuda en mi investigación.
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