Lorenzo Bernini - Apocalipsis queer: Elementos de teoría antisocial

A Tommaso, again and again.

A Michele (again and again).

A Francesca.

Algunos físicos dicen: los agujeros no son ausencia de partículas, sino partículas que van más veloces que la luz. Anos voladores, vaginas rápidas, no hay castración.

Gilles Deleuze y Félix Guattari

La homosexualidad no existe y existe al mismo tiempo. Es su mismo modo de existir lo que pone de nuevo en cuestión la certeza de su existencia.

Guy Hocquenghem

El sexo no es una fatalidad; es una posibilidad de acceder a una vida creativa.

Michel Foucault

Cantando bajo la luna

(obertura)

Hay un cuadro de Klee (1920) que se titula Angelus Novus. Se ve en él a un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas extendidas. El Ángel de la Historia debe de tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer el destrozo. Pero del Paraíso sopla un vendaval que se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas... Este vendaval lo arrastra imparable hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hacia el cielo. Tal vendaval es lo que nosotros llamamos progreso.

Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia

Castiglione Ubertini (Arezzo), mayo del 2008. El campo soleado, los perfumes de la primavera, una casa de turismo rural, alrededor de unas treinta personas. Durante tres días discuten sobre sexo y sobre política, narran historias de vida, comparten unos con otros el sentido de las suyas. Con solemnidad, pero también con ironía. Ríen a menudo, de vez en cuando alguien se conmueve. Y cada noche hay una gran fiesta. La pequeña comunidad celebra sus rituales bajo el claro de luna: cantando viejos acontecimientos hasta bien avanzada la noche, imitando a las divas de tiempos ya pasados. Tres días, dos noches: un breve intervalo de tiempo para un evento que dejará huella. Casi cuarenta años después de que Sylvia Rivera lanzara la famosa botella —o el tacón de aguja— que dio comienzo a la revolución de Stonewall, la coordinación de asociaciones italianas que se han dedicado a ello han ofrecido una experiencia inédita: el primer seminario italiano sobre transexualidad y transgenerismo, cuyas narradoras son mujeres y hombres trans —no ya objetos de estudio llevado a cabo por otros (psiquiatras, psicólogos, cirujanos, endocrinos...), sino sujetos del propio saber.

La ocasión es ofrecida al calor de la propuesta, presentada por el ONIG (Osservatorio Nazionale sull’Identità di Genere), de insertar la transexualidad en la lista de «enfermedades raras», de modo que las hormonas requeridas para la transición puedan estar a cargo del Servicio Nacional de Salud, a pesar de no haberse experimentado a gran escala. o es una «experiencia humana significativa»? A lo largo de tres días ninguna de estas cuestiones encuentra una respuesta. Las respuestas siempre son muchas: a menudo, una por cada participante en el debate. Tantas voces suenan a la vez, pero el conjunto sigue siendo una polifonía sin resolverse jamás en un canto unísono. Muchos son los oídos en tensión, atentos a la diferencia del otro, diferencia siempre acogida y nunca juzgada.

Entre esos oídos, también los míos. No siendo trans, tengo el honor de ser uno de los «testimonios privilegiados» presentes en el seminario. Junto a otros pocos, debería representar, y así lo descubriré en su momento, una «interfaz con el mal afamado mundo queer». Con la presunción típica de quien viene de los ambientes académicos, halagado por la invitación, estoy seguro de que tendré mucho que decir, que comentar, que enseñar. En cambio descubro el placer de quedarme en silencio: me doy cuenta de que toda mi filosofía es cuestionada por el espectáculo que se presenta ante mí, de modo que escucho, observo y comprendo muchas cosas. Aprendo, por ejemplo, que la ética es una práctica que dirige su mirada hacia lo singular, más que una teoría relacionada con categorías universales. Cada singularidad excede siempre lo universal, hacia lo cual la teoría intenta reconducirla por fuerza. Y a su vez, que, a pesar de todo ello, se puede y se debe seguir pensando, siempre con cautela y modestia, situando la teoría por debajo del valor de la praxis, vivificándola con la experiencia propia y con el respeto a las experiencias de los otros.

Después de haber tenido el privilegio de participar de un momento tan importante para el movimiento trans italiano, también he tenido la suerte de poder relatar las primeras iniciativas que han tematizado políticamente en Italia la cuestión del intersexo: el Intersex Pride , organizado en Bolonia durante el mes de junio del 2008 por el colectivo Antagonismogay y el congreso La intersexualidad en la sociedad italiana , llevado a cabo en Florencia en septiembre del 2010, inmediatamente después de la apertura del primer «punto de acogida para las personas intersexuales y de sus parientes y amig @ s» junto a la «comunidad queer autogestionada» Ireos de la misma ciudad. Dos eventos que en un futuro tal vez sean celebrados como momentos inaugurales de una nueva subjetividad política. De hecho, en Estados Unidos, en el transcurso de los últimos veinte años, el movimiento intersexual ha construido una alianza estable con otros movimientos —hasta tal punto de que ya se ha introducido en el habla común la expresión «movimientos LGBTQIA» (lésbicos, gais, bisexuales, transexuales-transgéneros, queers, intersexuales, asexuales)— y ha conquistado en Italia victorias fundamentales en el plano de la reforma de los protocolos médicos para el tratamiento del intersexo. A pesar de que existieran desde hace tiempo grupos de apoyo dedicados a personas afectadas de «síndromes» intersexuales aislados y en sus familiares, el movimiento político intersexual, a la par que el asexual, solo recientemente ha comenzado a dar sus primeros pasos.

Respecto a Estados Unidos, a la mayor parte de los Estados europeos, así como a algunos Estados de Centroamérica, de Sudamérica y de Sudáfrica, el bello país lo convertía parcialmente en un área de turismo homosexual masculino, mientras que hoy en día lo vuelve antihospitalario para un número no exiguo de sus propios conciudadanos. Pocas e insuficientes han sido por tanto las conquistas de los movimientos de las mujeres, de las lesbianas, de los gais, de los trans, que incluso en Italia poseen ya una larga historia.

La producción intelectual y la vida académica también se han resentido ampliamente de este clima conservador, por no decir reaccionario: al contrario de lo que ocurre en muchos ateneos extranjeros, entre los cuales a menudo se cuentan los más prestigiosos, en las universidades italianas no existen cátedras de estudios feministas, ni de estudios lésbicos, gais o trans. Y todavía hoy los estudiosos que pudieran ser candidatos a ejercer de «interfaces» entre los movimientos trans, o bien entre los síntomas iniciales del movimiento intersexual o del asexual y el «mundo queer», que goza de mala fama, serían mucho más numerosos que hace cinco años: en los últimos tiempos, en Italia, de hecho se ha asistido a una proliferación de iniciativas editoriales, académicas y culturales auténticas y propias con relación al queer. En la discrasia entre la tardía difusión de una moda intelectual, de la que por otro lado en América del Norte se proclama como ya pasada (Penney 2013), y el innegable atraso del contexto en el cual esta es atacada, se podría leer la enésima confirmación del esnobismo de los intelectuales italianos: la universidad demostraría una vez más estar alejada del resto de la sociedad; la teoría, lejos de la praxis. Pero también es posible que las cosas sean algo distintas y que, al contrario, precisamente en Italia, precisamente ahora, la reflexión acerca del queer sea indispensable a fin de preparar un terreno en el que pueda tomar la palabra quien no la ha tenido todavía, liberar al movimiento lésbico y gay italiano de su propia sensación de derrota y construir el modo en que se piensa correctamente la acción política y se valoran los sucesos y los fracasos.