PRÓLOGO
Escribimos obras, poemas, canciones, guiones de luces, partituras de movimientos para articularnos con teorías feministas desde nuestras luchas situadas feministas. Componemos en escenarios, calles y recovecos diversos, y también escribimos libros con este mismo fin. Reiterativas quizás, majaderas incluso nos dijeron, como un cumplido que abrazamos en tiempos de vorágine y fervor por lo «nuevo». Avanzamos en la lucha con la mirada en el pasado y un pie en el futuro, porque es la forma en la que podemos ver y comprender este punto de inflexión que estamos viviendo. Porque así lo vemos, como un momento de cambio, en el cual muchas estructuras y prácticas opresivas y violentas siguen operando a la vez que la resistencia persiste, se arma, crece, permanece. En todos los escenarios y plataformas posibles, en los espacios más íntimos y en los más expuestos, como un libro.
Escribir, narrar, ilustrar y hacer sonar este libro no ha sido sencillo. La herencia de la subalternidad nos respira encima cada vez que osamos hablar, enunciar. Agradecemos una vez más tener la oportunidad de dialogar en una plataforma/libro, pero el síndrome de la impostora nos hace retroceder siempre tres pasos por cada paso que avanzamos. Ese síndrome
Donna Haraway menciona varios libros de cabecera en el documental Cuentos para la supervivencia terrenal. Uno de ellos llegó a mí como un regalo. Se llama Cómo acabar con la escriturade las mujeres, de Joanna Russ. La autora en un punto enuncia la siguiente pregunta/respuesta: «Entonces, ¿pueden las mujeres escribir sobre cualquier cosa? Para nada». que padecemos tantas personas de sentir que somos poquita cosa, que nos faltan herramientas, medios para posicionarnos con propiedad ante el mundo, pero que, en el fondo, cuando nos detenemos a pensarlo, sabemos que no es así.
Lo leo, abro este documento, cito a Russ, comienzo a escribir: ¿sobre qué estoy escribiendo? ¿Soy una mujer siquiera? ¿Qué es ser una mujer? Ser que se hace, no que nace. A la mierda los esencialismos. A la mierda los binarismos. No hace mucho me envié un correo que decía: me aburrela escritura binarialos problemas delprimer mundo eltemor a la red la redes feminismo.
También a veces pensamos que está todo dicho, que no hay nada que podamos realmente aportar a la lucha feminista, pero sabemos que no es así. Una dualidad con la que nos enfrentamos ahora mismo escribiendo estas palabras, pero que insistimos en hilar, una letra detrás de la otra, porque tenemos el convencimiento de que parte de nuestra lucha es esa urgencia de reiteración. Porque cuesta tanto que nos escuchen y, probablemente, la insistencia sea nuestra compañera de vida. Así que aquí estamos, insistiendo, repitiendo, subrayando, defendiendo, resistiendo.
La red es código binario, 0 y 1, pero el glitch es la clave.
La red y el error.
El tono victimizante, la dicotomía entre «ellos» y «nosotras», como si no hubiera otras categorías, o peor aún, como si esas dos categorías fueran homogéneas.
No lo son.
Cuando el tono se vuelve binario y homogéneo, el discurso se va a la mierda. Pero creo que es necesario que el discurso, como hegemonía, también se vaya a la mierda. Hay tanto que escapa el decir, que escapa la hegemonía del discurso, de la palabra. El cuerpo se resiste en los intersticios a transmitir aquello que escapa del texto.
¿De qué pueden –podemos– escribir las mujeres?
¿Con qué podemos escribir?
¿Qué inscribimos desde nuestros cuerpos?
¿Qué ideas transferimos desde huesos, órganos y piel viva que activa, y no yace descuartizada por un feminicida?
Resistimos a la linealidad, al paradigma de causa-consecuencia, al pensamiento ascendente y resolutivo; a la pretensión de la verdad absoluta, a la arrogancia de una supuesta objetividad homogeneizante, a la individualidad de un sólo relato posible; a la violencia de los paradigmas coloniales, capitalistas y patriarcales.
Resistimos en la pluralidad, en la diversidad, en la colectividad; en la multiplicidad de voces y lenguajes, en la creatividad, en la sororidad expandida; en la entropía y el caos de las ideas, de las imágenes, de los sonidos, de los afectos, en lo no medible, en lo no categorizable. Resistimos en los intersticios del feminismo, del arte, del activismo, y en todos los estímulos que hemos congregado en este libro.
Un libro es un lugar de exposición, de vulnerabilidad, de entrega, de encuentro, de diálogos colectivos exponenciales; es una plataforma, un objeto que acompaña, que interpela, que pasa de una mano a otra; es un medio de difusión, un panfleto, una inspiración, una obra de arte, un potencial de conexión. Este libro espera ser una trinchera más del feminismo activando desde el Sur. O al menos eso es lo que buscamos hoy.
Video-collage sobre violencia doméstica, 2020.
colectivo LASTESIS.
Y ahora mismo, mientras escribo estas palabras, me entero de que en el Norte global la (in)justicia patriarcal le quita el derecho humano a decidir a las personas que pueden gestar.
Acá seguimos en la lucha por el derecho al aborto / allá se suman ahora a la lucha transfronteriza para que sea ley.
Un estado de alerta colectiva en red para sobrevivir.
La relación entre el patriarcado y el consentimiento –o, mejor dicho, la falta de éste– es milenaria. Queremos insistir en cómo se refleja, también, en la histórica invisibilización –por no decir «negación»– de la capacidad creativa de mujeres y disidencias; mientras han/hemos estado, históricamente, creando y movilizando universos completos de cambios.
Tantas acciones, tantas ideas que, así como los cuerpos, también han sido ultrajadas, manoseadas, quebradas, robadas. Cuando te propones la tarea de hacer algo, esta tiene por inicio una idea. La idea tiene un objetivo, y el objetivo se traduce en acción.Volvamos a la idea. Esta inicia un proceso creativo, lleno de colores, sensaciones, impulsos y su autoría significa todo lo anterior: pasar por el cuerpo la idea y luego compartirla para que afecte a otras realidades, y ese paso por el cuerpo es importante, significativo y único.
Cuando alguien viene y se apropia de esa idea, sea cual sea, deviene en un acto violento, en transgresión de la dignidad; transgresión de la imaginación, de la creatividad, de los colores y las formas que le podemos dar a esa idea. Este tipo de prácticas de apropiación, muy común desde tiempos pretéritos, tiene variados ejemplos: en las ciencias, las humanidades y las artes, entre otras áreas. En un ejercicio necesario de memoria, presentaremos un ejemplo, esta vez de la historia del arte, para no olvidar las historias paralelas no oficiales que tantas veces se han tejido por debajo de las oficiales.