Una poco probable teoría de la globalización
En este libro, Franklin Foer utiliza al fútbol para hablar de la globalización y, en especial, para dar cuenta de cómo y por qué este nuevo orden económico mundial no sólo no cumplió las promesas de prosperidad económica, sino que tampoco logró eliminar la violencia de los nacionalismos o la corrupción de las instituciones locales. Los temas que aborda son los hooligans , los sectarismos, la cuestión judía, el islamismo, la corrupción y la inmigración.
El autor cuenta que, como fan del fútbol y viviendo en Estados Unidos, sólo en muy pocas ocasiones, como por ejemplo durante la Copa del Mundo, tenía la oportunidad de ver partidos. Con los avances tecnológicos, la televisión por cable o satélite, y especialmente con Internet, eso cambió y tuvo acceso inmediato a todo lo que sucedía en las distintas ligas y copas. En paralelo a este cambio de situación, en el ámbito teórico se empezó a hablar de “globalización”, un nuevo orden económico signado por la interdependencia de mercados, la comunicación a través de las nuevas tecnologías y la caída del comercio tradicional. En el fútbol, podían verse con claridad estos mismos postulados: las barreras caían, las identidades nacionales se mezclaban, y también los estilos de juego.
“Por el momento en que empecé a escribir este libro, en el otoño de 2001, el consenso acerca de la globalización cambió de modo considerable – por razones obvias”, aclara Foer. “Ya no era posible seguir hablando de modo entrecortado, mesiánico, de la promesa política de la interdependencia económica. Y ahí había otro problema. El breve experimento mundial de interdependencia no se había siquiera acercado a brindar el anunciado resultado de prosperidad. Este libro trata de utilizar la metáfora del fútbol para abordar algunas de las preguntas persistentes en relación a este fracaso: ¿Por qué algunas naciones han permanecido pobres, incluso cuando han tenido tanta inversión extranjera cursada a través de ellas? ¿Qué tan peligrosas son las corporaciones multinacionales que la izquierda trata de combatir?”
El libro se compone de diez capítulos que son fruto de ocho meses de viajes, entrevistas e investigación. Franklin Foer nos ofrece su visión de los distintos temas, que es además la visión de un estadounidense, lo cual no es un hecho menor dado que, como explicará en el último capítulo, el fútbol tiene en ese país un estatus diferente al que tiene en el resto del mundo.
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Cómo el fútbol explica el paraíso de los gánsteres
Con los ejemplos del máximo gánster serbio, Arkan, y el club Red Star de Belgrado, (el equipo de fútbol más popular de Serbia), Foer da cuenta de un caso paradigmático de cómo la globalización exacerbó los nacionalismos.
Los fans violentos ocupan un lugar de honor dentro del Red Star y en sus oficinas, y además reciben dinero; se han ganado ese lugar a fuerza de intimidaciones y violencia. El autor narra una entrevista que tuvo en 2002 con un grupo de aficionados llamado “Ultra Bad Boys”, entre ellos Draza, su líder. Pese a las historias que contaban y a la violencia de la que alardeaban, Foer describe que durante la entrevista no se sintió en absoluto asustado por este grupo de chicos que parecían universitarios y relata que algunos, entre ellos el líder, incluso lo eran. La presencia de un miembro de más edad llamado Krle, en cambio, sí le resultó intimidante: como fan del club, había sido parte del ejército serbio en la sangrienta Guerra de los Balcanes.
La figura del “hooligan” nació en la Inglaterra de los años ochenta y se extendió en Latinoamérica, Europa y África. Surgieron teorías acerca de cómo la frustración y la precarización laboral habían derivado en violencia y ésta se había canalizado a través del fútbol, pero esta explicación no terminaba de dar cuenta del fenómeno. Los hinchas de Red Star imitaban a los hooligans ingleses y a la emergente mafia rusa, y tomaban elementos de las hinchadas italianas y de Europa Oriental. El gansterismo se difundió a través de las películas, la música (principalmente el rap afro-americano) y la moda (vestimenta, peinados, etcétera). “El gansterismo y su violencia nihilista se habían globalizado por completo. Y fue en los Balcanes que esta subcultura se tornó cultura y se desdobló hacia su conclusión lógica”.
En el caso de Serbia, las hinchadas violentas fueron mucho más allá que en los otros países: tuvieron un rol fundamental en la expansión del nacionalismo serbio pos comunismo, y se organizaron y armaron para participar de la Guerra de los Balcanes. Las rivalidades entre las distintas naciones que conformaban la República de Yugoslavia, acalladas por la fuerza durante los 35 años de dictadura comunista de Tito, volvieron a aflorar hacia fines de los ochenta, en especial con las elecciones de Milosevic y Tudjman, representantes de los ultranacionalismos serbios y croatas respectivamente.
Hacia 1989, el Red Star se consolidó como bastión del nacionalismo serbio, pero contaba con una hinchada caótica y descontrolada, dividida en diferentes facciones. La policía convocó a Arkan para que pusiera orden. Se trataba de un gánster con una amplia historia de golpes, escapes, criminalidad y violencia. Arkan impuso una disciplina que iba desde el corte de pelo hasta la prohibición de tomar alcohol, y unió a todos los grupos de hinchadas bajo su mandato.
En 1990, el partido entre Red Star y Dinamo Zagreb en Croacia fue el preludio de la guerra: se trató de la primera vez que los nacionalismos se enfrentaban de modo abierto, y ambas hinchadas habían ido preparadas para el combate. Cuando se desató la Guerra de los Balcanes en 1991, los serbios eran menos y no tenían un ejército propio, por lo que utilizaron al ejército de Arkan como fuerza de combate, para aterrorizar a croatas y musulmanes y hacer que abandonaran la zona que Serbia pretendía controlar. En la contraofensiva croata de 1995, Arkan reorganizó sus tropas y redobló la apuesta en la forma de saqueos, violaciones y asesinatos. Arkan se convirtió en héroe popular, y su casamiento con la estrella pop Ceca en 1994 fue televisado en vivo. Además, por los saqueos y robos que comandó, se hizo rico.
Arkan quiso comprar el Red Star pero no pudo; en 1996 compró un club de las ligas inferiores, el Obilic de Belgrado. El Club pronto ascendió a la primera división y al año siguiente ganó el campeonato local. Según Arkan, el éxito se debía a la disciplina y a los buenos salarios de los jugadores; según sus oponentes, se amenazaba con dispararle a las rodillas del jugador que osara hacerle un gol al Obilic, y en los entretiempos las amenazas a los árbitros y al equipo contrario eran tan directas como escalofriantes. La prohibición de que Obilic jugara en los torneos europeos y, luego, la unión de todos los equipos locales para hacer frente a la violencia y las amenazas, volvieron a llevar al club a un segundo plano. En 2000, Arkan fue asesinado.
La minoría liberal serbia supo que era el momento de derrocar a Milosevic: los diez años de guerra sólo habían dejado a la nación en un estado de aislamiento e inflación, y la disconformidad era generalizada. Los liberales convocaron a los estudiantes y a los hinchas del Red Star para llevar adelante las demostraciones contra Milosevic y su gobierno corrupto. Cuando en 2003 Djindjic, el Primer Ministro serbio, fue asesinado, se llevó a cabo una purga de gánsteres y un desmantelamiento del crimen organizado, que no logró vencer el problema.
Según Franklin Foer: “Serbia no había asumido del todo el problema. Nadie en particular cuestionó la ideología del nacionalismo serbio, la idea de que los serbios tienen una moralidad y un carácter superiores a los de sus vecinos no-serbios. Nadie cuestionó la idea de la eterna victimización de los serbios. De hecho, el asesinato de Djindjic fue proyectado como otra instancia de la historia en su contra. Y, por supuesto, los Ultra BadBoys continuaron siendo ultra malos. Pero, finalmente, hubo algunos signos sutiles de inconformismo con la cultura nacional de gánsteres”.