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E l fútbol consiste básicamente en dos cosas. Primera: cuando tienes la pelota, debes ser capaz de pasarla correctamente. Segunda: cuando te pasan la pelota, debes tener la capacidad de controlarla. Si no la controlas, tampoco puedes pasarla. En el campo, estos dos aspectos del juego son los más importantes, ya que nunca debemos olvidar que el fútbol es un deporte que implica muchos fallos y en el que los aciertos pueden llegar a tener tanta trascendencia como los errores.
El balón te puede llegar a los pies, a media altura, al pecho o a la cabeza, por eso es muy importante atesorar la técnica suficiente para poder controlarlo del modo más eficaz, en función de las circunstancias específicas derivadas del juego. Así, al tener todos los instrumentos a su alcance, el jugador podrá tomar la mejor decisión en función del contexto en que se encuentre en cada momento.
Si, por las razones que sean, no puedes controlar una pelota que te llega en determinada posición o a según qué velocidad, no podrás empezar siquiera a desarrollar tu juego, así que tanto el rendimiento colectivo como el espectáculo se resentirán. Por desgracia, estas cosas se trabajan cada vez menos en los entrenamientos y en el fútbol teórico debido a varios factores educativos, sociales o simplemente de mentalización. A mi modo de ver, jugar bien consiste en ejecutar correctamente todos los movimientos.
Si un desplazamiento de balón requiere determinada velocidad y cierta precisión, debes tener la capacidad de realizarlo sin fallos y en el momento justo. En el fondo, ejecutar bien consiste en realizar todos los movimientos de un partido adecuadamente. El ritmo del balón, el control, cómo lo pases, la posición, los centros… son factores decisivos que hay que manejar con la técnica suficiente para que su ejecución sea un éxito.
Sin duda, una de las razones de la falta de calidad técnica en muchos jugadores tiene que ver con el lugar en que los jóvenes aprenden a jugar al fútbol. En mis tiempos, la academia más popular para descubrir los secretos de este deporte era la calle. Los niños a los que nos gustaba jugar a la pelota con los pies aprendíamos en la las calles y plazas de nuestros barrios. Pero no solo nosotros. Los jóvenes mayores que nosotros también. E incluso los adultos. Al terminar el trabajo los que trabajaban, o al salir de clase los que estudiaban, se encontraban en la calle para practicar su deporte favorito.
No existía el profesionalismo tan extendido en nuestros días y, salvo algunas diferencias, todos entrenaban a la misma hora. Estoy hablando de otros tiempos, que conste. Hay que tener en cuenta que yo, por ejemplo, fui el segundo jugador de fútbol profesional en Holanda, después de mi amigo Keizer, con quien tantas experiencias viví en el Ajax y en el equipo nacional holandés.
Como decía, durante el día se trabajaba o estudiaba y por la tarde se jugaba. Allí, en aquellas calles convertidas en improvisados campos de entrenamiento, los más pequeños podíamos aprender. ¿Cómo? Mirando e imitando lo que hacían los mayores. Estoy convencido de que esa misma escena se repetía en multitud de otras ciudades del mundo, en todos los continentes, en todos los países.
En los últimos años hemos intentado recuperar este espíritu de fútbol callejero. Por ejemplo, recuerdo que, en un torneo de fútbol de calle para niños que montamos en Ámsterdam, con muchísimo público y una gran expectación en el último momento nos quedamos sin porterías por un problema de organización. Parecía que no podríamos jugar y que deberíamos suspender aquella fiesta que tanta ilusión había despertado entre los participantes hasta que a alguien se le ocurrió colocar dos camiones de bomberos en lugar de porterías, que nos sirvieron perfectamente.
¡Cuantos niños no han utilizado las carteras, las mochilas, los abrigos o unas simples piedras para marcar la portería! Este detalle, y tantos otros parecidos, nos demuestran que no siempre es necesario tener todos los elementos y que las carencias se suplen con imaginación e ilusión.
JOHANESS CRUIJFF, o más conocido internacionalmente como JOHAN CRUYFF (Ámsterdam, Países Bajos, 1947 - Barcelona, España, 2016).
Fue un jugador y entrenador de fútbol holandés. Hijo de una familia de modesta situación económica, a los diez años ingresó en el Ajax de Ámsterdam, club en el cual permanecería hasta 1973 y con el que obtendría seis títulos de Liga y tres copas de Europa. Entre 1973 y 1978 jugó en el FC Barcelona, con el cual consiguió el Campeonato de Liga de 1974. Durante dichos años fue nombrado mejor futbolista europeo en tres ocasiones (1971, 1973 y 1974) y en 1974 fue designado mejor jugador del Mundial disputado aquel año. Tras su paso por el FC Barcelona recaló brevemente en la liga estadounidense y luego en el Levante español, para incorporarse de nuevo al Ajax como jugador, poco antes de retirarse de la práctica deportiva.
Su posterior faceta de entrenador, que inició en el Ajax, estaría tan plagada de éxitos como la de jugador. Destacó sobre todo por su talante ofensivo y logró sus mayores victorias con el FC Barcelona, club al que entrenó entre 1988 y 1996. Durante dichos años logró cuatro ligas consecutivas (1991, 1992, 1993 y 1994) y una copa de Europa (1992).
En 1998 creó la Universidad Johan Cruyff, que imparte estudios para la administración y gestión de entidades deportivas. En 1999 fue homenajeado en Barcelona y Ámsterdam y fue nombrado asesor de la UEFA.
Es considerado por la IFFHS como el mejor jugador de Europa y el segundo mejor jugador del siglo XX, detrás de Pelé. También fue elegido por 30 de los 34 ganadores del Balón de Oro (de 1956 a 1999) como el tercer mejor jugador del siglo XX, detrás de Pelé y Diego Maradona.
Rodeado por su familia, Johan Cruyff falleció en Barcelona el jueves 24 de marzo de 2016, a los 68 años de edad, víctima de un cáncer pulmonar, según anunció su familia en un comunicado difundido a través de su página web. Su cuerpo fue incinerado al día siguiente.
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E l primer aspecto que dificulta esta interpretación de los valores del fútbol es la cuestión económica. Y en eso mucha gente se equivoca. Porque, veamos, ¿qué es una plantilla? Un vestuario, un lugar en el que coinciden veinticinco personas de las que solo juegan once, del que quizás dependen veinte familias con todas sus múltiples y variadas circunstancias derivadas.
En otras palabras, un vestuario es un auténtico polvorín. Y es lógico que así sea, porque allí dentro hay mucha gente diferente, todo un conglomerado humano para que algo —el equipo— funcione y, al mismo tiempo, ilusionar a millones de personas. ¿Puedes imaginar algo más complicado? Por eso es muy importante marcar unos parámetros claros, unas enseñanzas en el campo, una convivencia en el vestuario, unos valores en la entidad… por eso es tan bonito estar allí dentro. A veces pienso que, en el fondo, tocar el balón es casi la última fase del proceso.
¡Hay tantas cosas que resolver antes!
Creo que es allí donde se labran fracasos personales y colectivos por la actitud de gente que nunca ha estado metida en el ajo —dirigentes o entrenadores que no tienen el suficiente feeling para abordar todos esos detalles aparentemente intrascendentes pero a la postre decisivos— y solo piensa en el dinero, hay que pensar en el rendimiento. Y, por desgracia, muchos dirigentes del fútbol solo piensan en amortizar su inversión en lugar de amortizar en función del rendimiento, que es algo muy distinto.
Pongamos un ejemplo. Si tú y él sois igual de buenos pero por él he tenido que pagar 3000 millones a su club en concepto de cláusula de rescisión y tú me sales gratis, dejando al margen esta circunstancia puramente económica, futbolísticamente sois iguales. ¿Verdad que sí? Entonces no puede ser que él cobre dos veces más que tú, ni que el mejor jugador de un equipo no sea el mejor pagado.