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Título en inglés: From Daniel to Doomsday: The Countdown Has Begun
©1999 John C. Hagee
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Traductor: Ricardo Acosta
ISBN: 0-88113-579-8
ISBN: 978-0-7180-2411-6 (eBook)
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total
o parcial sin la debida
autorización de los editores.
Dedicado afectuasamente a los Colaboradores de Pacto de Sal del Ministerio John Hagee quienes hacen posible que yo predique el evangelio en toda la nación y alrededor del mundo
Contenido
«He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»
JESUCRISTO, MATEO 28.20
D esde los mismos principios registrados del tiempo, el hombre ha sabido de manera intuitiva que el mundo terminará. Los indios Hopi profetizaron que al acabar el mundo caerían cenizas del cielo. Nostradamus predijo un día del juicio venidero. Entre los nativos de islas del Pacífico, los antiguos persas y las culturas nórdicas del pasado existía la creencia de que el mundo sería destruido por inundación o incendio. El proverbio común «todo tiene un final» nos asegura que cualquier cosa que tiene comienzo, por lógica debe tener un fin.
El hombre moderno no es inmune a la especulación sobre el fin del mundo. Películas como El día de la independencia, Outbreak [Estallido], y Deep Impact [Impacto profundo], nos entretienen con emociones de montaña rusa mientras nos obligan a pensar. Si usted supiera que vendría una súbita y total destrucción a la tierra en las veinticuatro horas siguientes, ¿cómo pasaría su último día?
Los personajes de Día de la independencia pagaron con la misma moneda: expulsaron del cielo a los amenazadores extraterrestres. El virus mortal en Outbreak se contraatacó con una vacuna, y las personas amenazadas por el asteroide en Deep Impact lograron hacer añicos la enorme roca con un dispositivo nuclear. Algunos murieron, es cierto, pero se salvó al mundo.
¿Qué más se podría esperar de Hollywood? Mucho dramatismo y cadáveres apilados, pero al final la victoria definitiva. La humanidad siempre gana en las películas.
Amigo mío, el fin del mundo está cerca; sin embargo, nadie puede hacer nada para detenerlo. El mundo que conocemos se acabará, no con una explosión o un chillido sino en escenarios establecidos claramente en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo utilizó en 1 Tesalonicenses 5.3 la analogía de una mujer dando a luz para describir el principio del fin: «Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán».
Nunca he dado a luz un niño, pero mi esposa sí, y por su experiencia sé que hay señales seguras de un parto inminente. En primer lugar, aun antes de que comiencen los dolores hay una sensación de incremento de presión cuando el bebé, a punto de nacer, se desliza por el canal de alumbramiento. A medida que el bebé crece, a la madre se le incrementa la incomodidad y siente presión en sus órganos internos cuando se acerca el momento del parto. Después ella podría experimentar punzadas y contracciones agudas, aun antes de empezar de manera oficial el alumbramiento. Finalmente comienza el parto después de días de falsos principios e inquietantes sensaciones. La fuente se rompe y los dolores de parto se intensifican, se agudizan y se hacen más apremiantes hasta que el bebé pasa por el canal de alumbramiento y abandona su lugar de oscuridad hacia un mundo de luz.
La analogía del nacimiento de un niño es buena, porque nuestro mundo y todo lo que contiene sufrirá pronto una experiencia similar. Pablo explica en Romanos 8 que la tierra misma espera el juicio final y el nuevo mundo venidero: «También la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (vv. 21-22).
Dos características de los dolores de parto son universalmente ciertas: primero, cuando comienzan los dolores no hay quien los detenga. Segundo, los dolores llegan con más frecuencia y violencia a medida que pasa el tiempo en que el bebé (en este caso, la nueva era) nace. ¡Cuando el designio divino de la gracia se dirige a su conclusión en el planeta tierra, es que han empezado los dolores de parto!
Observe el patrón:
Póngale la firma, mi amigo: el día del juicio final está cerca. Pero la llegada de extraterrestres o un catastrófico asteroide no marcarán el comienzo. Llegará como una mujer dando a luz, y cada dolor de parto señalará la muerte venidera de este planeta.
Escribo esto en 1999. Mientras el mundo espera el año 2000, las circunstancias más catastróficas son tan abundantes como la maleza en el pasto. Prácticamente en todo periódico o revista que hojeo se cita a algún experto en algo que nos podría matar o que podría destruir nuestra manera de vivir en los albores del nuevo milenio.
Lo mismo sucedió en 1899. Un vaticinador predijo en la última década del siglo diecinueve que la ciudad de Nueva York sería abandonada por inhabitable en la década de los treinta. Hizo la proyección correcta de que la población crecería de cuatro a siete
Un reciente editorial de Newsweek se refiere al mismo tema:
Mucho antes de Bill Gates, Rockefeller hizo de la palabra monopolio un término familiar con las tácticas intimidadoras de Standard Oil. Una serie de fusionamientos de empresas financieras e industriales en los últimos años del siglo … solo acrecentaron los temores del público en cuanto a las grandes empresas. La depauperación de la frontera occidental tenía a los americanos preocupados en cuanto a la preservación del medioambiente, mientras que el telégrafo y el automóvil como tecnologías interesantes, pero ominosas. A la vez, la tuberculosis, el equivalente del SIDA en el siglo 19, continuaba desconcertando a los médicos y devastando pueblos enteros.
El artículo continúa afirmando que los profetas del desastre estaban a la orden del día, vaticinando el desastre a la medianoche del 31 de diciembre de 1899. Los periódicos de Nueva York y Chicago publicaban anuncios de página entera sobre la Segunda Venida de Jesucristo. Una historia en el New York Times citaba vaticinios de científicos en que el sol finalmente desaparecería, dejando el sistema solar en tinieblas y la tierra como una bola de hielo deshabitada.¿Le parece familiar? Hoy día escuchamos las mismas clases de historias. Mientras navegaba en el Internet descubrí un artículo de David Nicholson-Lord, del diario londinense Independent on Sunday. El escritor pidió a un corredor de apuestas, William Hill, que formulara probabilidades de catástrofes que lleven al fin del mundo. El informe del corredor es fascinante:
Probabilidades de que el mundo termine por causas naturales como una «gran explosión»: 1 en 50 millones.
Probabilidades de que la humanidad sea exterminada debido a la sobrepoblación: 1 en 25 millones.
Probabilidades de que la especie humana sea destruida por la contaminación: 1 en 1 millón.
Posibilidades de que el mundo sea conquistado por extraterrestres:
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