• P. Alex Menninguen, José Engling. Editorial Patris
• Documentos de Schoenstatt. Editorial Patris.
• Dorotea Schlickmann, Años ocultos. Editorial Schoenstatt Nazareth.
• Engelbert Monnerjan, Una vida para la Iglesia. Editorial Patris.
• Engelbert Monnerjahn, El prisionero n°29392 Editorial Patris.
• Esteban Uruburu, Huellas de un padre. Editorial Patris.
• Hernán Alessandri, La historia del Padre Kentenich. Editorial Patris.
• F. Kastetner, Bajo la protección de María. Editorial Schoenstatt Nazareth.
• Jesús María Pagán, Fidelidad a la misión. Editorial Schoenstatt.
• Johnatahn Niehaus, Héroes de fuego. Editorial Patris.
• José Kentenich, Aforismos, para un mundo del mañana. Editorial Schoenstatt Nazareth.
• José Kentenich, Cartas del Carmelo. Archivo Hnas.
• José Kentenich, El sacerdote mariano.
• José Kentenich, Hacia el Padre. Editorial Patris.
• José Kentenich, Hija de un único, grande y noble amor (archivo Hermanas).
• José Kentenich, Nueva creatura en Cristo y en María. Archivo Hnas.
• José Kentenich, Principios generales del Movimiento de Schoenstatt.
• José Kentenich, Tiempos Apocalípticos. Editorial Schoenstatt.
• José Kentenich, Triunfo de la fidelidad a la Alianza en un tiempo de persecución. Archivo Hnas.
• José Kentenich, Vivir la fe Tomo 10. Editorial Patris.
• José Kentenich, Vivir la fe Tomo 18. Editorial Patris.
• Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido. Editorial Herder.
• Varios autores, Kentenich Reader. Editorial Patris.
Editorial Schoenstatt S.A Chile
Instituto Secular de Schoenstatt Hermanas de María
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Telef. 223619685 - 223619656
Diseño: Antonia Góngora
Foto portada: playa con huellas
Primera Edición
Mayo 2018
ISBN edición digital: 978-956-759-864-9
Con las debidas licencias
Derechos reservados
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
“Nuestras sociedades están cambiando. (…)
Están naciendo nuevas y diversas formas cuturales
que no se ajustan a los márgenes conocidos.
Y tenemos que reconocer que, muchas veces,
no sabemos cómo insertarnos
en estas nuevas circunstancias.
Nos olvidamos que la tierra prometida
está delante, no atrás.
Que la promesa es de ayer, pero para mañana.
Podemos tener la tentación de pensar que todo está mal,
y en lugar de profesar una «buena nueva»,
lo único que profesamos es apatía y desilusión.
Así cerramos los ojos ante los desafíos pastorales
creyendo que el Espíritu no tendría nada que decir.
Así nos olvidamos que el Evangelio
es un camino de conversión,
pero no sólo de «los otros»,
sino también de nosotros.
Nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad
La realidad personal, comunitaria y social.
Las redes —dicen los discípulos— están vacías,
y podemos comprender los sentimientos que esto genera.
Vuelven a casa sin grandes aventuras que contar,
vuelven a casa con las manos vacías,
vuelven a casa abatidos ”.
¿Cuántas veces nos hemos sentido en el mar de la vida así como el Santo Padre nos lo describe? Desorientados, abatidos, sin caminos, sin expectativas. ¿Será porque sin querer sólo contamos con nuestras propias fuerzas, capacidades, imaginación? Caminamos hacia una época nueva, novísima, y hay que encontrar “caminos en la mar”.
Vientos de libertad nos impulsan a buscar nuevas orillas, nuevas tierras en las que poder ser nosotros mismos, así como nos lo dice el corazón. En nuestra pequeña barca nos hemos adentrado en una extensión que se nos antoja sin límites, indefinida, insondable; Nos anima el deseo de ser fieles a nosotros mismos: buscamos tierras de libertad.
Hemos dejado la tierra firme de lo establecido, de lo normado, que nos da seguridad, pero que al mismo tiempo nos asfixia. Nos internamos en lo desconocido, y experimentamos el vértigo de lo nuevo y arriesgado, queremos ir más allá de lo posible, queremos saber qué hay detrás de los límites, al final del horizonte.
Pero la travesía no es fácil, el mar que hoy se nos muestra en calma, de repente se encrespa. Sin saber cómo nuestra barca es zarandeada de un lado para otro por vientos de todo tipo, que levantan olas como montañas o abren abismos que parecen no tener fin. Son vientos de libertad que nadie sabe de dónde vienen ni hacia dónde van.
Quizás nadie nos lo había explicado cuando nos animamos a tomar el barco, quizás por ello otros se quedaron en tierra, quizás por eso vemos maderas y velámenes rotos, sucios a nuestro alrededor. Otros también lo intentaron y parece que fracasaron. Entonces uno se pregunta: ¿Qué será de mi vida? Me embarqué siguiendo el soplo del viento que me prometía libertad, la plenitud interior. Pero he descubierto que hay otros vientos, que parecen prometerme lo mismo.
Hablo con otros navegantes, me dan sus indicaciones, sus experiencias, pero están como yo, en camino ¿Cómo saber si son verdaderas? Alcanzar tierra firme en medio de las pasiones humanas, casi siempre contradictorias, puede ser toda una odisea. Y sin embargo en esta empresa está en juego nada más y nada menos que mi vida.
Vientos de libertad. El viento es libre, y tiene tanta libertad que nadie puede encadenarlo, por eso dice Jesús que no se sabe ni de dónde viene ni a dónde va. Es el símbolo perfecto de una libertad sin límites, que no se deja esclavizar, someter, dominar. Quiero ser libre, y cuando creo que lo soy, descubro que soy todavía más esclavo de mis pasiones o de los deseos que otros han sabido despertar. La eficacia del sistema es que no me prohíbe nada, sino que me complace y me colma, y por eso me hace dependiente. No puedo renunciar a ello, empiezo a venderme, vender mis ideales, anhelos. El viento que nos somete no lo hace encerrando, sino seduciendo, atrayendo, como un imán, haciéndome imposible vivir sin él.
Aprender a discernir qué viento me conduce al centro de mí mismo y cual me mete en una jaula de cristal o de oro, en una burbuja inconsciente. Conocer las fuerzas que anidan en mi interior, que a veces me llevan a donde no quiero ir, enfrentar miedos. Levantarse de las caídas, volver a comenzar sin esconder las heridas.
Reconocer errores, abandonar caminos que distraen. Ser humilde para reconocer que hay límites, aprender a vivir con ellos.
Superar el desgaste de la incoherencia que todos llevamos dentro, ser humano entre humanos, y al mismo tiempo confiar en que hay una mirada que me conoce mejor que yo mismo, y que me contempla con amor. Experimentar que hay una mano que me sostiene y levanta siempre de nuevo, regalándome fuerzas al parecer insospechadas y que existe un viento: “el Viento de lo alto” que me impulsa siempre de nuevo hacia lo mejor de mí mismo.