• Quejarse

Harry Wu - Vientos amargos

Aquí puedes leer online Harry Wu - Vientos amargos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1994, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Harry Wu Vientos amargos

Vientos amargos: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Vientos amargos" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Harry Wu: otros libros del autor


¿Quién escribió Vientos amargos? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Vientos amargos — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Vientos amargos " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

HARRY WU 1937 nació en Shanghai en el seno de una familia acomodada y estudió - photo 1

HARRY WU (1937) nació en Shanghai en el seno de una familia acomodada y estudió con los jesuitas antes de ingresar en el Instituto de Geología de Pekín. Fue arrestado a los veintitrés años y condenado sin juicio a trabajos forzados, de los que no sería liberado hasta casi veinte años después. A mediados de los ochenta consiguió una beca para trabajar en la Universidad de California y logró exiliarse en los Estados Unidos. Desde entonces lucha por dar a conocer el sistema de prisiones chino y las violaciones de los derechos humanos que se producen en ese país; para ello fundó en 1992 The Laogai Research Foundation, ONG que todavía dirige y desde la que continúa llamando la atención de la comunidad internacional sobre la falta de libertad en China, intentando forzar la apertura democrática de su sistema político.

Wu ha escrito varios libros sobre el Laogai (la red china de campos de trabajo y prisiones), entre los que destacan: Laogai: The Chinese Gulag (1992), Vientos amargos, Memorias de mis años en el gulag chino (1994), y Troublemaker: One Man’s Crusade against China’s Cruelty (1996).

CAROLYN WAKEMAN es profesora de Periodismo en la Universidad de California, Berkeley, y escribe habitualmente en prensa sobre temas asiáticos. Ha vivido durante años en Pekín y en otros países del Asia oriental. Además de ayudar a Harry Wu en la redacción de sus memorias es coautora del libro To the Storm: The Odissey of a Revolutionary Chinese Woman (1987) y editora del libro Assignment: Shanghai: Photographs on the Eve of Revolution (2003).

1. El final de la infancia

En 1948, el último año del Gobierno nacionalista, Shanghai era una ciudad que vivía en el filo de la navaja. Por entonces yo era un muchacho de once años, bajo de estatura para mi edad, ratón de biblioteca y aficionado entusiasta del baloncesto. El tercero de ocho hermanos, vivía en una confortable casa de ladrillo de tres pisos ubicada en una calle flanqueada por árboles, de un concurrido barrio del distrito occidental de Shanghai. El chófer del ciclo-rickshaw de mi padre me llevaba todas las mañanas a la escuela primaria cristiana situada en el antiguo barrio francés de la ciudad, más o menos a un kilómetro y medio de mi casa. A mediodía, el chófer regresaba a la entrada de la escuela con varios recipientes llenos de deliciosa comida caliente preparada por nuestro cocinero, que devoraba en un aula aparte junto a un puñado de estudiantes con los mismos privilegios que yo mientras el resto de niños se peleaban por un sitio en la cola de la ruidosa cafetería del colegio. Después de clase, practicaba la caligrafía bajo la supervisión de mi madrastra y, al terminar, salía disparado a la calle a jugar con mis amigos hasta que algún criado me avisaba de que la cena estaba preparada.

Pasé los primeros años de mi infancia completamente protegido de la pobreza, la violencia y el miedo que atenazaban a una gran parte de la población de Shanghai. Fueron muy pocas las ocasiones en que salí de mi vecindario, y nunca me enteré de que tan solo a medio kilómetro de mi casa había carretas que acudían al amanecer a recoger los cuerpos de las personas que habían muerto a causa de la enfermedad o la inanición durante la noche. Recuerdo una tarde de domingo de 1948 en que mi padre me llevó a comprar un guante de béisbol a la calle Wanjing, a los almacenes más rutilantes del centro de la ciudad. El chófer del ciclo-rickshaw aparcó junto a la entrada mientras hacíamos las compras, así que nunca llegué a mezclarme con la gente que se aglomeraba en las aceras y nunca reparé en las privaciones o dificultades que, sin duda, debían de acuciar sus vidas. Nada más comprar el guante, lo único que pensé fue en regresar a casa lo antes posible para pasarme el resto del día jugando al béisbol con mis amigos.

También me acuerdo de la impresión que me causó ver llorar a mi hermana menor, cuando volvió a casa corriendo tras haber visto a una niña muerta envuelta en harapos y abandonada en una esquina de una calle próxima a la nuestra. Tan eficazmente nos protegió mi padre de la pobreza y la miseria que, mientras íbamos de compras por toda la ciudad, yo ni siquiera era consciente de las oleadas de pánico que la inflación de aquel año había provocado en la gente. El único recuerdo que guardo de las turbas saqueando las tiendas de arroz de Shanghai procede de las fotografías que vería más adelante en Life, a la que, junto con Time y Fortune, estaba suscrito mi padre.

Hijo de un pequeño terrateniente en la próspera y pintoresca ciudad de Wuxi, mi padre había sido enviado de pequeño a un colegio de confesión cristiana y, posteriormente, a la Universidad de St. John, una prestigiosa universidad americana en Shanghai, fundada por misioneros, que ofrecía una educación moderna de corte liberal y en lengua inglesa. Nada más obtener la licenciatura en Economía, que le preparó para entrar en el mundo del comercio internacional, ascendió rápidamente hasta la posición de director adjunto del Banco Young Brothers y, posteriormente, a la de propietario de una fábrica de hilaturas. Por aquellos años yo desconocía por completo qué tipo de trabajo hacía o cuáles eran sus ingresos, pero recuerdo lo orgulloso y emocionado que me sentí cuando, en el verano de 1948, compró una nevera Westinghouse y pagó la primera cuota de un Chevrolet. Puesto que algunos de mis compañeros del colegio vivían rodeados de muchos más lujos que nosotros, nunca pensé que mi familia fuese rica, y me parecía normal el hecho de tener tres criados que ayudasen a mi madrastra en las tareas de la casa y en el cuidado de los ocho hijos.

Nuestro estilo de vida era el habitual en una familia de clase media alta occidentalizada de Shanghai, y reflejaba la formación en dos culturas distintas que había recibido mi padre. Para amueblar la casa, había escogido un sofá de cojines acolchados y duros y una alfombra gruesa de lana en vez de las rígidas sillas y mesas de madera de palisandro repujado que solían verse en los salones chinos más tradicionales. Y, por si fuera poco, compró un piano para que mi hermana mayor y yo pudiéramos tomar lecciones dos veces por semana. Algunas veces mi padre recibía en casa a sus amigos británicos del banco, y les ofrecía vinos y brandis importados que sacaba del elegante aparador de madera del comedor. Como su pasatiempo favorito era la caza, guardaba bajo llave cinco escopetas en un armario en el ático. También crió un par de perros Pointer, que se llevaba tanto a sus cacerías de pájaros en las marismas cercanas de Subei como cuando iba a disparar a las cabras en los páramos de la Mongolia interior.

A pesar de su estilo de vida cosmopolita, mi padre nunca dejó de tener una mentalidad sumamente conservadora. Amaba el arte y coleccionaba rollos de pintura de los artistas chinos contemporáneos más celebrados. Me acuerdo especialmente de un par de rollos de pintura de Xu Beihong, No puedo olvidar tampoco la seriedad con la que mi padre se despojaba de su traje y sus zapatos de piel de corte occidental para embutirse en la tradicional túnica de seda durante las vacaciones de la Fiesta de la Primavera, así como durante las tres ocasiones al año en que honraba la memoria de mi madre, ceremonias a las cuales él se empeñaba en que sus hijos fuéramos vestidos también con túnicas.

Hasta donde yo sé, mi padre nunca asistió a la iglesia, aunque celebraba con gran solemnidad los preceptivos rituales familiares. Todos los años, el 5 de abril, que era la fecha en la que se tenía por costumbre limpiar las tumbas de los ancestros, la familia entera se reunía en el comedor mientras los criados colocaban en un extremo de la mesa un suculento surtido de platos de carne, pollo y verduras. Sumido en una especie de asombro reverencial, me quedaba absorto mirando cómo se disponían las copas, las velas y los quemadores de incienso y una pequeña estela de marfil grabada con el nombre de mi madre, que acompañaban las ofrendas por el descanso de su alma. Mi padre iniciaba la ceremonia sirviendo vino de arroz en las copas, encendiendo las velas y quemando el incienso; después, se arrodillaba sobre un cojín y se prosternaba tres veces para tocar con la frente el suelo en señal de respeto por la memoria de mi madre, un ritual que seguíamos, uno por uno, el resto de la familia, incluida mi madrastra.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Vientos amargos»

Mira libros similares a Vientos amargos. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Vientos amargos»

Discusión, reseñas del libro Vientos amargos y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.