Diego Abad de Santillán - Por qué perdimos la guerra
Aquí puedes leer online Diego Abad de Santillán - Por qué perdimos la guerra texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1940, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
Novela romántica
Ciencia ficción
Aventura
Detective
Ciencia
Historia
Hogar y familia
Prosa
Arte
Política
Ordenador
No ficción
Religión
Negocios
Niños
Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.
- Libro:Por qué perdimos la guerra
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1940
- Índice:4 / 5
- Favoritos:Añadir a favoritos
- Tu marca:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Por qué perdimos la guerra: resumen, descripción y anotación
Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Por qué perdimos la guerra" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.
Por qué perdimos la guerra — leer online gratis el libro completo
A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Por qué perdimos la guerra " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.
Tamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Alegato valiente y decidido, con el cual se pretende exponer las razones que, según Santillán, conllevaron a la derrota militar de la República española.
Estas reflexiones del histórico dirigente anarquista español, redactadas nada más terminar la guerra, ayudan a entender el papel jugado por el anarquismo en la II República y durante la guerra civil.
Diego Abad de Santillán
Una contribución a la historia de la tragedia española
ePub r1.0
ugesan6406.09.13
Diego Abad de Santillán, 1940
Editor digital: ugesan64
ePub base r1.0
Conclusión.
Ha terminado la guerra española, gracias a la poderosa ayuda ítalo–alemana prestada a nuestros enemigos, en hombres y en material bélico, y gracias también a la complacencia criminal de los llamados Gobiernos democráticos, autores de la farsa inicua de la no–intervención. Ha terminado la guerra española, pero el mundo, que nos aisló de toda posibilidad de lucha con pretextos fútiles y cálculos falsos, tiene ahora que pagar los platos rotos de la nueva hecatombe.
Burgueses y proletarios de todos los países estuvieron unidos en la cómoda interpretación de que nuestra guerra sólo a nosotros, beligerantes, nos incumbía. Cuando no cometieron el gravísimo delito de ayudar a nuestros enemigos —el paraíso del proletariado, Rusia, enviaba a Italia la nafta con que la aviación fascista nos bombardeaba, destruyendo ciudades y masacrando poblaciones civiles—, bloqueándonos a nosotros hasta hacernos sucumbir. Francia e Inglaterra se encuentran por eso ante la realidad que les habíamos señalado tantas veces como inevitable. ¡No intervención o intervención unilateral a favor de los facciosos! Tal ha sido la posición ante la cual nos hemos estrellado.
El fracaso del fascismo en España era el primer peldaño del derrumbe del fascismo en Europa y en el mundo. Comprendemos la trágica situación de Inglaterra, que ha sostenido al fascismo italiano desde que comenzó a despuntar como instrumento liberticida, puesta ante la obligación, atendiendo al propio interés, de ayudar al antifascismo español. Los acontecimientos que estamos viviendo nos muestran que optó a favor de Italia y contra nuestra España, contra esa España a la que en 1808 creyó de su deber auxiliar en su lucha contra Napoleón, y lo hizo esta vez en propio daño.
Si en la presente contienda bélica salen airosos los aliados franco–británicos, habrán tenido que satisfacer, previamente, la deuda contraída con su actitud ante nuestra guerra. ¡No hay plazo que no se cumpla!
Terminó la lucha en España como no hubiéramos deseado que terminara, pero como habíamos previsto que terminaría si no se operaban determinados cambios en la dirección y en la política de la guerra: con una catástrofe militar —por derrumbamiento de los frentes y de la retaguardia— y con una bacanal sangrienta a costa de los vencidos. Dos libros informan sobre esa fase final: uno del coronel Segismundo Casado, The last Days of Madrid, y el otro de J. García Pradas: Cómo terminó la guerra en España. Confirman ambos, punto por punto, desde su escenario de acción en la región del Centro, lo que nosotros hemos querido reflejar a través de lo observado en Cataluña. La misma intervención funesta de los emisarios rusos y de sus aliados españoles, tan blandos y accesibles a la corrupción, los mismos crímenes contra el pueblo, la misma conspiración contra España, la misma descomposición moral por obra de una política que no tenía más alcances que el predominio de partido en el aparato de Estado.
De las tres causas que nosotros señalamos como causantes fundamentales de nuestra derrota: a) la política franco–británica de la no intervención… unilateral; b) la intervención rusa en nuestras cosas; c) la patología centralista del Gobierno ambulante de Madrid–Valencia–Barcelona–Figueras, sólo en este tercer aspecto señala nuestro relato una variante esencial.
Pero esos dos volúmenes sobre el final de nuestra guerra, nos eximen de referirnos a acontecimientos en los que no hemos tomado parte —y no por falta de deseo o de identificación con ellos— y de describir ambientes en los que no hemos vivido.
Nos consideramos ya fuera de combate por la derrota y por haber descubierto más de lo que convenía el velo de la clandestinidad en que se había desarrollado siempre nuestro movimiento. Por eso podemos hablar del pasado y sostener que, en lo sucesivo, cada cual cargará con la responsabilidad que le quepa en la tragedia de España. Nosotros hacemos bastante con cargar con la propia.
Representábamos la más vieja organización de tipo político–social de la España moderna. La Federación Anarquista Ibérica es la misma Alianza de la Democracia Socialista fundada en 1868 en Madrid y en Barcelona y extendida luego por toda la Península, incluso Portugal. Núcleo íntimo de propaganda, de organización obrera y de lucha, todavía sigue preocupando a los vencedores su liquidación, al comprobar por múltiples signos cotidianos que ni el terror ni los fusilamientos han logrado hacerlo desaparecer. El desenlace de la guerra ha puesto a muchos millares y millares de nosotros, vencidos, fuera de combate. Pero con nuestra exclusión no está asegurado el desarraigo de nuestro movimiento. Otros han ocupado ya el puesto de los caídos y de los supervivientes en el exilio, supervivientes que equivalen igualmente a bajas definitivas, porque una supervivencia fuera de nuestro clima geográfico, político y social equivale a la muerte. Para reanudar la historia española no hay más que un terreno propicio: ¡España!
A ese movimiento clandestino de recia contextura combativa y moral se debe la orientación, el desarrollo y la defensa de las organizaciones obreras revolucionarias de España, sus luchas heroicas, su resistencia inigualada a todos los métodos de la inquisición política de derechas y de izquierdas, sin interrupción desde la turbia época de Sagasta. ¡Cuántos negros períodos de amargura desde entonces! ¡Cuántas generaciones de militantes aplastadas en esa brega! Le tocó ahora a nuestra generación caer. Y ha caído en su ley. Por eso resurgirá, y está resurgiendo ya, la misma veta roja de nuestra historia y se continuará la batalla por la justicia. ¿Qué puede importar a nadie que no seamos ya soldados de esa cruzada?
La acción progresiva y justiciera de casi tres cuartos de siglo ha pesado considerablemente en el desarrollo de la moderna historia española. En más de una ocasión, frustrados los otros medios posibles, los de la propaganda y la presión sindical, simple, fue preciso recurrir a procedimientos más enérgicos y expeditivos. Torturadores y verdugos del pueblo eran perseguidos siempre por la sombra de la acción vengadora anónima. Algunos hechos individuales de represalia y algunas insurrecciones armadas, las últimas, en diciembre y enero de 1933 y en octubre de 1934 contra la exótica República misma, y el funcionamiento invisible, pero permanente, de nuestros grupos dispersos en todos los ambientes, han hecho hablar mucho de nosotros, tejiendo una leyenda y un mito. Ese mito y esa leyenda se vieron en Julio de 1936 que correspondían en buena parte a la realidad en ciertos aspectos.
Fuera de la cooperación apasionada del socialismo revolucionario, madrileño, con el que compartimos el triunfo sobre la militarada en la capital de España, en el resto de las regiones donde los militares fueron derrotados, el esfuerzo fue casi exclusivamente nuestro. Y no se ha triunfado en toda España porque nuestra gente carecía de armamento y el Gobierno de la República había prevenido el 18 de julio a los Gobernadores civiles para que no entregasen armas al pueblo.
Tamaño de fuente:
Intervalo:
Marcador:
Libros similares «Por qué perdimos la guerra»
Mira libros similares a Por qué perdimos la guerra. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.
Discusión, reseñas del libro Por qué perdimos la guerra y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.