Dorian Lynskey - 33 revoluciones por minuto
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- Libro:33 revoluciones por minuto
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2011
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33 revoluciones por minuto: resumen, descripción y anotación
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33 revoluciones por minuto es la historia de la canción protesta. Un completo y exhaustivo repaso a la música anglosajona que revolucionó el mundo. Desde Billy Holiday a Bob Dylan, Marley, The Clash o U2 entre muchísimos otros.
33 revoluciones por minuto es el libro de referencia sobre la canción protesta, uno de los géneros musicales que mejor han definido el siglo XX y que recorre distintos estilos basándose en la actitud de los autores a la hora de marcar una intención o contenido.
El libro arranca con los cantantes y canciones protesta anteriores a la II Guerra Mundial (Strange Fruit de Billy Holiday, This Land is Your Land de Woody Guthrie…) y se cierra en el período 1989-2008. Pasa por el folk, el blues, el jazz, el pop, el rock, el punk, el reggae… contemplando la reunión entre calidad musical y denuncia como principal criterio.
Lynskey identifica las canciones más representativas de los movimientos sociales que han sacudido el mundo anglosajón (con la excepción de Víctor Jara), recorre su trayectoria, evalúa su influencia y, a partir de declaraciones de coetáneos a la canción o a la situación, establece la importancia histórica de cada uno de los temas.
Dorian Lynskey
Historia de la canción protesta
ePub r1.0
Titivillus 22.06.16
Título original: 33 Revolutions per Minute: A History of Protest Songs
Dorian Lynskey, 2011
Traducción: Miquel Izquierdo
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Dave Lynskey, 1946-2000
DORIAN LYNSKEY escribe regularmente para el Guardian. Durante tres años fue el crítico musical de la revista Big Issue y ha colaborado en medios como el Observer, Q, Word, Spin, Empire y Blender. Es el autor de The Guardian Book of Playlists (2008), una recopilación de las célebres columnas que publica en su periódico.
«Hay dos maneras de entender la música. La primera es “tío, yo soy músico y no tengo nada que ver con la política; déjame a mi rollo”. La segunda consiste en pensar que la música va a salvar el mundo… Yo creo que la música está entre ambas posturas».
JOAN BAEZ
«Por mal que pueda sonar, casi prefiero una buena canción favorable a la segregación que una mala favorable a la integración».
PHIL OCHS
«Aquello que pueda ganar el arte a partir de los sucesos actuales es siempre un problema fascinante y nada fácil de solucionar».
OSCAR WILDE
Es la medianoche del 4 de noviembre de 2008 en el Grant Park de Chicago. Barack Obama acaba de ser elegido primer presidente negro de Estados Unidos por una amplia mayoría. De pie en el estrado, soportando el frío de la noche, dice ante una concurrencia de cien mil regocijados simpatizantes: «El camino ha sido largo, pero esta noche, gracias a lo que hemos conseguido hoy, en estas elecciones, en este momento definitorio, el cambio ha llegado a Norteamérica».
Algunos entre el gentío o viéndolo en casa por televisión identifican sus palabras como una paráfrasis de las que escribió el cantante de soul Sam Cooke hace ya 45 años: «It’s been a long, a long time coming / But I know a change is gonna come» [ha sido una larga, larga espera, / pero sé que va a llegar el cambio]. En aquel momento histórico, uno de los grandes oradores de nuestra era tomaba prestada de una vieja canción protesta la frase más memorable de su discurso.
En cierto sentido, Obama es el primer presidente vinculado a la canción protesta. Creció con el soul politizado de Stevie Wonder y recurrió al himno de los derechos civiles de Curtis Mayfield «Move on Up» en sus mítines de campaña. A lo largo de ésta, la revista Blender publicó una lista de sus diez canciones favoritas, entre ellas «What’s Going On» de Marvin Gaye, «Gimme Shelter» de los Rolling Stones, «Think» de Aretha Franklin y el tema de will.i.am «Yes We Can», que había sido compuesto a partir de una grabación de su propio discurso convirtiéndolo así en letrista de su propia canción protesta. En su concierto de investidura, el veterano cantante protesta Pete Seeger se sumó a Bruce Springsteen para cantar «This Land Is Your Land» de Woody Guthrie; Stevie Wonder interpretó «Higher Ground» y Bettye LaVette y Jon Bon Jovi cantaron, como no podía ser de otro modo, «A Change Is Gonna Come».
Sin embargo, aunque hablara poderosamente al presente, la música del pasado no impedía que un interrogante colosal siguiera acechando el futuro de aquel formato. A lo largo de la década anterior habían ido apareciendo con marcada regularidad artículos periodísticos en los que se preguntaba adónde habían ido a parar las canciones protesta… Yo mismo escribí un par. Había un sinnúmero de motivos por los que estar asustado, enojado o incluso esperanzado a lo largo del primer decenio del siglo XXI, pero los cantautores parecían, en su mayoría, incapaces de convertirlos en una muestra de arte convincente. Uno de los propósitos de este libro es explicar por qué.
La expresión «canción protesta» resulta problemática. Muchos artistas la contemplan como una etiqueta que los encasilla. Joan Baez, que cantó por los derechos civiles y contra la Guerra de Vietnam, dijo una vez: «Odio las canciones protesta, pero algunas se expresan de modo diáfano». Barry McGuire, que en 1965 estrenó un tema definitorio del género («Eve of Destruction»), matizó: «No se trata exactamente de una canción protesta. No es más que una canción sobre acontecimientos actuales». Poco antes de interpretar «Blowin’ in the Wind» por vez primera, Bob Dylan advirtió a su público: «Ésta no es una canción protesta». Sin duda, varios de los cantautores incluidos aquí querrían librarse de la etiqueta, pero mi empleo del término intenta describir, en su sentido más amplio, canciones que tratan cuestiones políticas para apoyar a las víctimas. Puede ser un encasillamiento, pero es muy amplio, está repleto de agujeros y nadie debería asustarse con él.
Sin embargo, existen buenos motivos por los que el término se recibe con suspicacia. Las canciones protesta se ven perjudicadas tanto por sus valedores incondicionales como por sus críticos más feroces. En tanto que los detractores desechan todo el muestrario como didáctico, tosco o simplemente aburrido, los entusiastas tienden a comportarse como si las buenas intenciones no precisaran un mínimo de calidad musical, cuando todo amante de la música sabe que la gente hace malos discos por razones encomiables y buenos discos por razones deleznables. El propósito de este libro consiste, ante todo, en tratar las canciones protesta como una forma de música popular. No todas las canciones que aparecen en las páginas siguientes son artísticamente valiosas, pero muchas lo son, ya que el pop se crece ante la contradicción y las tensiones. El hueco que se abre entre la ambición y el logro, el sonido y el sentido, la intención y la recepción, se ve recorrido por una corriente de electricidad crepitante. Así, las mejores canciones protesta no son productos muertos atados a un tiempo y un lugar concretos, sino organismos cambiantes. La dificultad esencial e inevitable de doblegar un mensaje serio para satisfacer el gusto por el espectáculo es el grano de arena que hará posible la perla. En canciones tales como «Strange Fruit», «Ohio», «A Change Is Gonna Come» o «Ghost Town», el contenido político no es un obstáculo para la grandeza sino su propia fuente. Abren una puerta por la que se cuela el mundo exterior.
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