Título original: Las revoluciones científicas del siglo XX
Luis Enrique Otero Carvajal, 1993
En portada: ordenador central de una institución bancaria. La informática acompaña al desarrollo científico de la segunda mitad del siglo XX
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Entrega n.º 4 de la colección Cuadernos del Mundo Actual: Las revoluciones científicas del siglo XX.
Luis Enrique Otero Carvajal
Las revoluciones científicas del siglo XX
Cuadernos del Mundo Actual - 4
ePub r1.0
Titivillus 16.10.2022
Las revoluciones científicas del siglo XX
Por Luis Enrique Otero Carvajal
Profesor de Historia Contemporánea. Universidad Complutense de Madrid
Al parecer Einstein estaba doblemente equivocado cuando afirmó que «Dios no juega a los dados». Los estudios sobre la emisión de partículas desde agujeros negros permiten sospechar que Dios no solamente juega a los dados, sino que, a veces, los echa donde nadie puede verlas.
(Stephen W. Hawking).
L as palabras del célebre físicobritánico evidencian la magnitud de la revolución científica que ha recorrido el siglo XX. En efecto, la seguridad del hombre occidental en el progreso indefinido de la ciencia y, mediante la innovación tecnológica, de la humanidad a través del dominio de la Naturaleza ha sido cuestionada a raíz de la publicación en 1972 del primer Informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento. Esa confianza ilimitada en la ideología del Progreso comenzó a resquebrajarse con la aparición de las nuevas teorías que, desde el campo de la física, destruyeron los postulados básicos sobre los que se construyó la racionalidad moderna de la civilización occidental. Relatividad, mecánica cuántica, genética y biología molecular han dado lugar a una nueva representación del Universo y de la Naturaleza, alejada de los cánones de la visión derivada de la física newtoniana y sistematizada en la Teoría del Conocimiento del filósofo alemán Immanuel Kant.
El edificio de la Ilustración ha entrado en crisis a lo largo del siglo XX. Dos momentos son particularmente simbólicos de esta crisis. Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando el impacto moral de la hecatombe y la alteración radical del mapa político europeo confrontaron a los hombres ilustrados con el sentimiento de decadencia de la civilización occidental. El segundo momento lo estamos viviendo hoy en día. La caída del muro de Berlín ejemplifica la incertidumbre que atenaza a la sociedad del presente. El fin del milenio se ve atravesado por la sensación de ausencia de un horizonte diáfano respecto de los destinos del planeta y de la sociedad internacional. La crisis ecológica; la inexistencia de un orden internacional político y económico estable y vertebrado, tras la desaparición del orden mundial bipolar; el derrumbe del sistema económico, y el desmoronamiento de los grandes discursos ideológicos configurados a lo largo del siglo XIX, a partir de mayo del 68, nos sitúan ante una crisis civilizatoria de la que todavía no hemos sido capaces de diseñar las sendas que nos permitan superarla.
Sin embargo, una justa apreciación de las consecuencias derivadas de la revolución científica del siglo XX nos permite vislumbrar un horizonte en el que la incertidumbre derivada de la complejidad de los problemas actuales no sea interpretada como el callejón sin salida que parece recorrer a las instituciones y al espíritu de este fin de siglo.
Comprender las consecuencias profundas del significado de la revolución científica del siglo XX exige una somera recapitulación de los fundamentos de la racionalidad que ha entrado en crisis. Durante la segunda mitad del siglo XVIII la física newtoniana consiguió imponerse a lo largo y ancho del Viejo Continente, una vez solventadas las polémicas que enfrentaron a Newton con Descartes y Leibniz. La influencia del sistema newtoniano rebasó los límites estrictos de la Física, para convertirse en el fundamento de la Filosofía de la Ilustración.
La representación determinista
El gran éxito del sistema newtoniano a la hora de explicar los procesos físicos relacionados con el movimiento de los cuerpos y del sistema solar, sin obviar la importancia del método científico empleado en los Principia, explica el vigor de la Filosofía Natural propuesta por Newton, donde la Mecánica se constituye en la matriz en la que se funden los instrumentos necesarios para la explicación del sistema del Mundo. La representación mecanicista de la Naturaleza se convirtió así en la Filosofía Natural dominante en la cultura occidental desde mediados del siglo XVIII hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, momento en el que la visión electromagnética de la Naturaleza disputó la primacía que hasta entonces había disfrutado el mecanicismo en la Física.
Fue a través del enorme influjo que sobre la cultura occidental ejerció la obra de Immanuel Kant como el sistema newtoniano adquirió un estatus de verdad ontológica, cimiento de todo el edificio del Saber clásico. En la Crítica de la Razón Pura, Kant trató de establecer los fundamentos y los límites de la razón humana, a través de la realización de una síntesis superad ora de las dos grandes corrientes del pensamiento occidental de la segunda mitad del siglo XVIII: el racionalismo de la Ilustración y el empirismo inglés.
En la solución de las antinomias propuesta por Kant en la Crítica de la Razón Pura se condensa el marco conceptual de la nueva representación cosmológica que dominó la época clásica hasta la aparición de la Teoría General de la Relatividad en 1916. El Mundo no tiene un principio en el tiempo ni límite extremo en el espacio. Kant sitúa la ley de la causalidad como ley fundamental de la Naturaleza, condición imprescindible de toda posibilidad de conocimiento: Esta ley de la Naturaleza (…) es una ley del entendimiento en la que no está permitido, bajo ningún pretexto, apartarse o distraer ningún fenómeno, porque de otro modo se colocaría a este fenómeno fuera de toda experiencia posible…
Izquierda , Charles Darwin fotografiado por M. Cameron. Derecha , retrato de Isaac Newton por G. Kneller.
Lo que en Newton eran meros postulados en Kant adquirió el rango de absoluto. La extraordinaria influencia que tuvo la filosofía kantiana durante la primera mitad del siglo XIX contribuyó decisivamente a que físicos y matemáticos tomaran las leyes de la Física clásica por absolutamente necesarias. El concepto de Naturaleza defendido por Kant se constituyó así en la concepción dominante de la cultura occidental hasta la aparición de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica durante el primer tercio del presente siglo, instalándose en el centro de la episteme occidental hasta nuestros días.
A comienzos del siglo XIX el imperio de la Razón brillaba en todo su esplendor y, dentro del mismo, la representación determinista ocupaba una posición privilegiada. La aparición de la teoría evolucionista de Darwin, con la publicación de El origen de las especies en 1859, fue interpretada como la culminación de dicha representación, tal como afirmó el gran físico vienés Ludwig Boltzmann en su conferencia ante la Academia Imperial de la Ciencia, el 29 de mayo de 1886: