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Rudolf Höss - Yo, comandante de Auschwitz

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Rudolf Höss Yo, comandante de Auschwitz
  • Libro:
    Yo, comandante de Auschwitz
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1951
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Yo, comandante de Auschwitz: resumen, descripción y anotación

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Anexo I

Anexo I

La «solución final» del problema judío en el campo de concentración de Auschwitz

Fue en el verano de 1941 (no recuerdo ya la fecha exacta) cuando, por sorpresa, recibí la llamada de un ayudante de campo de Himmler para citarme ante el Reichsführer en Berlín. A diferencia de lo acostumbrado, me recibió a solas y me dijo lo siguiente:

«El Führer ha dado orden de proceder a la “solución final” del problema judío. Nosotros, los SS, seremos los encargados de cumplir esa orden.

»Los centros de exterminio ya existentes en la zona oriental no se hallan en condiciones de llevar a cabo las grandes acciones proyectadas. Con este objeto he elegido Auschwitz, primero por su situación favorable desde el punto de vista de las comunicaciones y, después, porque el emplazamiento destinado a esta acción puede ser fácilmente aislado y camuflado en esta región. Al principio había pensado confiar esta tarea a un oficial SS de rango superior; pero renuncié a ello para evitar discusiones sobre distribución de competencias. Por lo tanto, será usted quien de ahora en adelante se encargue de la tarea. El trabajo que le espera es arduo y penoso: conságrese a él en cuerpo y alma y haga abstracción de las dificultades que se le presentarán. El Sturmbannführer Eichmann, de la RSHA, irá a verlo próximamente y le comunicará todos los detalles.

»Las administraciones participantes serán informadas por mí llegado el momento oportuno. Usted guardará completo silencio sobre esta orden, incluso ante sus superiores. Tras su conversación con Eichmann me enviará sin pérdida de tiempo los planos de la instalación propuesta.

»Los judíos son los enemigos eternos del pueblo alemán y deben ser exterminados. A partir de ahora, y mientras dure la guerra, todos los judíos a los que podamos echar mano deben ser aniquilados, sin excepción alguna. Si no logramos destruir ahora las bases biológicas de la judería, serán los propios judíos quienes, después, aniquilarán al pueblo alemán».

Recibida esta orden llena de significado, volví de inmediato a Auschwitz y me puse a estudiar los proyectos elaborados para las «acciones» en diversos países. No recuerdo exactamente el orden en que debían desarrollarse. En Auschwitz se empezaría por la Alta Silesia y las regiones vecinas del gobierno general (de Polonia). Simultáneamente, o poco después, les tocaría el turno a los judíos alemanes y checoslovacos. Más tarde serían los de los países occidentales: Francia, Bélgica y Holanda. Me dio también el número aproximado de convoyes esperados. Ahora no podría recordarlo.

Luego hablamos sobre el proceso de exterminio. Me explicó que sólo se emplearía el método del gas letal. Sería prácticamente imposible eliminar a las multitudes esperadas por fusilamiento. Por otra parte, si se tenía en cuenta la cantidad de mujeres y niños, este método sería demasiado pesado para los SS que lo aplicaran.

Eichmann me explicó la manera de matar a la gente durante el transporte en camiones empleando residuos de gas de motor. Estaba apartada, protegida de las miradas indiscretas por los bosquecillos y setos que la rodeaban, no demasiado alejada de la vía férrea. Los cuerpos serían depositados en fosas alargadas y profundas que se cavarían en las praderas adyacentes. En ese momento, todavía no encarábamos la incineración. Según nuestros cálculos, era posible matar simultáneamente, en los locales disponibles y con ayuda de un gas apropiado, a unas ochocientas personas. Esa cifra coincidía, efectivamente, con la capacidad luego comprobada.

Eichmann todavía no podía determinar la fecha del comienzo de la «acción». Todo se hallaba en estado de preparación y Himmler no había dado aún la señal de partida. Volvió a Berlín para informar a Himmler de nuestras conversaciones.

Al cabo de unos días envié por mensajero especial al Reichsführer un plan detallado del emplazamiento junto con una descripción exacta de las instalaciones proyectadas. Nunca recibí una respuesta ni una resolución al respecto. Más tarde, Eichmann me dijo que Himmler estaba de acuerdo.

A finales de noviembre fui invitado a asistir en Berlín a una conferencia en las oficinas de Eichmann; participaron todos los funcionarios encargados del problema judío. Los delegados de Eichmann en diversos países presentaron sus informes sobre el estado de las «acciones» emprendidas y las dificultades con que habían topado, tales como el albergue de prisioneros, la preparación de convoyes, el establecimiento de los horarios, etc. En esa ocasión, todavía no se me dio a conocer la fecha de comienzo de la «acción». Por otro lado, Eichmann no había descubierto aún los gases más apropiados.

En otoño de 1941, de acuerdo con una orden secreta y especial, instructores, comisarios y ciertos funcionarios políticos rusos fueron sacados por la Gestapo de los campos de prisioneros de guerra y enviados a los campos de concentración más cercanos para ser liquidados. A Auschwitz comenzaron a llegar pequeños convoyes de estos hombres, que fueron fusilados en las canteras cercanas a los edificios del Monopolio o en el patio del bloque 11.

Durante mi ausencia por un viaje de servicio, mi sustituto, el Standartenführer Fritzsch, empleó por su cuenta y riesgo gases para exterminar a esos prisioneros de guerra. Procedió de la siguiente manera: las diversas celdas y sótanos se llenaban hasta el tope de prisioneros rusos. Protegiéndose con máscaras de gas, se hacía entrar en las celdas el Cyclon B, que producía una muerte inmediata.

El Cyclon B era comúnmente empleado como insecticida por los oficiales Tesch y Stabinow. Siempre había una cantidad de gas a disposición de la administración. En los primeros tiempos, ese gas venenoso —un preparado de cianuro— era utilizado con la mayor precaución sólo por los empleados subalternos de Tesch y Stabinow. Más tarde, ciertos enfermeros graduados recibieron de esos oficiales la instrucción necesaria para utilizar el gas en la lucha contra parásitos y epidemias.

Cuando Eichmann regresó a Auschwitz, le informé sobre el uso del Cyclon B y decidimos emplearlo en los futuros exterminios masivos.

Se continuó matando con Cyclon B a los prisioneros rusos de las citadas categorías; pero ya no se hacía en el bloque 11, porque después de emplear el gas había que ventilar todo el edificio durante dos días. Por ello se habilitó más tarde la morgue del crematorio con puertas herméticas y un techo perforado para la entrada del gas.

Pero, que yo recuerde, sólo un convoy de 900 prisioneros de guerra rusos fue exterminado allí con gas, y su incineración duró varios días. No se mató a ningún ruso con gas letal en la finca campestre que después fue utilizada para el exterminio de judíos.

No podría dar la fecha exacta con la que empezó la matanza de judíos. Probablemente fue en septiembre de 1941, o quizás en enero de 1942. Al principio se trataba de judíos que venían de la Alta Silesia oriental. Eran detenidos por la Gestapo de Katowice y enviados en convoyes por la vía férrea hasta la estación de Auschwitz, desde donde se les derivaba a una vía muerta, para hacerlos bajar por el lado oeste. Si mal no recuerdo, esos convoyes nunca transportaban a más de mil hombres cada uno.

Una vez apeados los judíos del tren, un destacamento de la Gestapo del campo se hacía cargo de ellos y, dirigidos por el Schutzhaftlagerführer, eran llevados en dos tandas a la instalación para el exterminio, normalmente conocida como el «Búnker».

Los equipajes quedaban al costado de la vía férrea y de allí se los trasladaba hasta el lugar donde se procedía a la selección. Ese lugar estaba cerca de la estación y recibía el nombre de «Canadá».

Ya cerca del Búnker, los judíos recibían la orden de desnudarse: se les explicaba que serían encerrados en cámaras donde se los desinfectaría.

Todas las cámaras —cinco en total— se llenaban al mismo tiempo, las puertas herméticas se cerraban con llave y a continuación se introducía el contenido de los bidones de gas letal a través de los agujeros practicados en el techo.

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