Ryszard Kapuściński - Viajes con Heródoto
Aquí puedes leer online Ryszard Kapuściński - Viajes con Heródoto texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2004, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Viajes con Heródoto
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2004
- Índice:3 / 5
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Viajes con Heródoto: resumen, descripción y anotación
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Años cincuenta: mientras recorre la Polonia profunda, un Kapuściński aprendiz de reportero vive obsesionado con cruzar la frontera. No viaja a Checoslovaquia, pero, a cambio, la redacción del diario en el que trabaja lo envía a… la India. El flamante corresponsal parte con un sólo libro, la Historia de Heródoto, que resultará decisivo para la formación (profesional y personal) del futuro gran autor. Viajes con Heródoto se revela como un libro de difícil clasificación. ¿Es un reportaje? A ratos. ¿Un estudio etnográfico-antropológico? En parte sí. ¿Un libro de viajes? También lo es. ¿Un homenaje al Heródoto protorreportero y a la calidad de su prosa? Desde luego. Y todo plasmado en magníficas historias no ficticias en las que los soldados de Salamina conviven con un niño sin zapatos en la Varsovia de 1942, Jerjes con Dostoievski, Creso con Louis Armstrong. Y el maestro Heródoto con su discípulo Kapuściński, el mejor reportero de nuestro tiempo y un grandísimo escritor.
Ryszard Kapuściński
ePub r1.2
Titivillus 4.9.2016
Título original: Podróze z Herodotem
Ryszard Kapuściński, 2004
Traducción: Agata Orzeszek
Editor digital: Titivillus
Corrección de erratas: tinkertailor5
ePub base r1.2
Veo que me ha sucedido lo mismo
que ocurre a los manuscritos
pegados en sus rollos
tras largo tiempo de olvido:
hay que desenrollar la memoria
y de vez en cuando
sacudir todo lo que alli se haya almacenado
SÉNECA
Todo recuerdo
es el presente.
NOVALIS
No somos sino peregrinos
que, yendo por caminos distintos,
trabajosamente se dirigen
al encuentro de los unos con los otros.
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY
RYSZARD KAPUŚCIŃSKI (Pinsk, Bielorrusia, entonces parte de Polonia, el 4 de marzo de 1932 - Varsovia, 23 de enero de 2007) fue un periodista, historiador, escritor, ensayista y poeta.
Estudió en la Universidad de Varsovia historia, aunque finalmente se dedicó al periodismo. Colaboró en Time, The New York Times, La Jornada y Frankfurter Allgemeine Zeitung. Compaginó desde 1962 sus colaboraciones periodísticas con la actividad literaria y ejerció como profesor en varias universidades.
Ya con diecisiete años publicó poemas en la revista Hoy y Mañana, y en el año 1953, ingresó en el Partido Comunista de su país, licenciándose en Historia en la Universidad de Varsovia tres años después. Comenzó su carrera periodística en el periódico Bandera de la Juventud, y en 1968, fue nombrado corresponsal de la Agencia de Prensa Polaca en el extranjero, trabajando en África, Latinoamérica y Asia, compaginando este trabajo con la escritura de libros. Recibió numerosos honores y premios, como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2003, y doctorados Honoris Causa por numerosas universidades. Fue también miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes.
[1] Todos los fragmentos de la obra de Heródoto están extraídos de la traducción española —anticuada como la polaca— de P. Bartolomé Pou (Los nueve libros de la historia, Madrid, EDAF, 1989; 1.ª ed., 1846), puestos al día (con la inestimable ayuda de la edición crítica de Carlos Schrader: Heródoto, Historia, Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 2000) y adaptados a las necesidades del texto. (N. de la T.)
[2] Traducción de María Raquel Bengolea. T. S. Eliot, «¿Qué es un clásico?» en Sobre la poesía y los poetas, Buenos Aires, Sur, 1959. (N. de la T.)
A la puerta de un gigantesco cuatrimotor de Air India International, saludaba a los pasajeros una azafata ataviada con un sari de color claro. La suave tonalidad pastel de su atuendo daba a entender que nos esperaba un vuelo tranquilo y agradable. Tenía las manos juntas, como para una plegaria, pero se trataba de un gesto hindú de bienvenida. En su frente, justo a la altura de las cejas, vi, pintado con un lápiz de labios, un punto rojo, intenso como el rubí. Una vez en la cabina, detecté un fuerte olor que me resultaba desconocido; seguramente olía a aromas orientales y a hierbas, frutas y resinas indias.
Como era un vuelo nocturno, por la ventanilla no se veía más que una lucecita verde que parpadeaba en el extremo del ala. En aquella época, anterior a la explosión demográfica, los vuelos eran muy confortables ya que los aviones solían llevar poco pasaje. También aquella vez fue así. Los pasajeros dormían, cómodamente repantigados a lo largo de las filas de asientos.
Al notarme incapaz de pegar ojo, saqué de la bolsa el libro que Tarlowska me había regalado para el viaje. El ejemplar de la Historia de Heródoto era un volumen muy grueso, con cientos de páginas. Los libros así de gordos tienen un aspecto tentador; son como una invitación a una mesa llena de manjares. Empecé por la Introducción, en la que el traductor Seweryn Hammer describe la vida de Heródoto y nos introduce en el sentido de su obra.
Heródoto, escribe Hammer, nació hacia el año 485 antes de Cristo en Halicarnaso, ciudad portuaria situada en Asia Menor. Hacia el año 450 se trasladó a Atenas y, desde allí, a la colonia griega de Thurioi, sita en el sur de Italia. Murió alrededor del año 425. Viajó mucho a lo largo de su vida y nos legó un libro —se puede suponer que el único que escribió—, precisamente éste: Historia.
Hammer intenta acercarnos la figura de un hombre que vivió hace dos mil quinientos años y del cual sabemos tan poco que ni siquiera somos capaces de imaginarnos su aspecto. La obra que legó a la posteridad era accesible, en su versión original, a un puñado de especialistas que, además de dominar el griego antiguo, tenían que saber leer un relato escrito de una manera muy especial, pues el texto se asemejaba a una sola palabra ininterrumpida e infinita que llenaba decenas de rollos de papiro. «No se separaban palabras ni frases —escribe Hammer—, tampoco se conocían las nociones de capítulo y libro; el texto era impenetrable como la más tupida de las telas.» Heródoto se ocultaba tras aquella tela semejante a una cortina que no deja un solo resquicio, un telón que ni sus coetáneos ni nosotros hemos sido capaces de descorrer del todo.
Pasó la noche y se levantó el día. Con los ojos pegados a la ventanilla, por primera vez veía un espacio tan vasto de nuestro planeta. Una visión así puede inspirar pensamientos sobre la infinitud del mundo. El que conocía yo hasta entonces tenía unos quinientos kilómetros de largo y cuatrocientos de ancho. A bordo de aquel avión, en cambio, volábamos y volábamos, sin fin ni solución de continuidad, y sólo abajo, a una profundidad inescrutable, la tierra no cesaba de cambiar de color: aparecía ya quemada y marrón, ya verde, y más tarde, y durante mucho rato, de un azul oscuro.
Aterrizamos en Nueva Delhi al caer la noche. En el acto me sentí envuelto en una humedad pegajosa. Bañado en sudor, permanecí de pie durante un rato, perdido e impotente en medio de aquel lugar raro y extraño. Las personas con las que había compartido las horas del vuelo desaparecieron arrastradas por la variopinta multitud de los que esperaban a alguien.
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