Salvador Novo - Las locas, el sexo, los burdeles
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- Libro:Las locas, el sexo, los burdeles
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1972
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Las locas, el sexo, los burdeles: resumen, descripción y anotación
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Hubo siempre locas en México. Entre los oficios y dignidades que sus enterados informantes explicaron ante Sahagún, y que el sapientísimo franciscano expone en el Libro X de su Historia, aparecen los «sométicos», y de ellos se dice que «el somético paciente es abominable, nefando y detestable, digno de que hagan burla y se rían las gentes, y el hedor y fealdad de su pecado nefando (es acaso aquí donde aparece por primera vez esta muletilla o frase hecha del “pecado nefando”, que tanto habrá de repetirse —el pecado y su definición o calificación de nefando— a lo largo del virreinato: cada vez que en los documentos se menciona su incidencia, y su castigo) no se puede sufrir, por el asco que da a los hombres; en todo se muestra mujeril o afeminado, en el andar o en el hablar, por todo lo cual merece ser quemado». Parece ocioso recordar que el nombre de «sodomitas» (que los españoles esdrujulizaron «sométicos») es patronímico de los habitantes de la bíblica ciudad pecaminosa de Sodoma, gemela de aquella Gomorra en que las ciudadanas del bello sexo emulaban a los varones del otro bando con dedicarse al aplauso. Sí cabe señalar que desde aquella lejana fecha, el fuego llovió como castigo celestial sobre los ardorosos sodomitas que habían hallado irresistiblemente tirables a los purísimos ángeles destacados, como inspectores de reglamentos, a calibrar la incidencia local del pecado nefando.
Salvador Novo
(y otros ensayos)
ePub r1.0
Titivillus 14.06.16
Título original: Las locas, el sexo, los burdeles
Salvador Novo, 1972
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
HUBO SIEMPRE locas en México. Entre los oficios y dignidades que sus enterados informantes explicaron ante Sahagún, y que el sapientísimo franciscano expone en el Libro X de su Historia, aparecen los «sométicos», y de ellos se dice que «el somético paciente es abominable, nefando y detestable, digno de que hagan burla y se rían las gentes, y el hedor y fealdad de su pecado nefando (es acaso aquí donde aparece por primera vez esta muletilla o frase hecha del “pecado nefando”, que tanto habrá de repetirse —el pecado y su definición o calificación de nefando— a lo largo del virreinato: cada vez que en los documentos se menciona su incidencia, y su castigo) no se puede sufrir, por el asco que da a los hombres; en todo se muestra mujeril o afeminado, en el andar o en el hablar, por todo lo cual merece ser quemado». Parece ocioso recordar que el nombre de «sodomitas» (que los españoles esdrujulizaron «sométicos») es patronímico de los habitantes de la bíblica ciudad pecaminosa de Sodoma, gemela de aquella Gomorra en que las ciudadanas del bello sexo emulaban a los varones del otro bando con dedicarse al aplauso. Sí cabe señalar que desde aquella lejana fecha, el fuego llovió como castigo celestial sobre los ardorosos sodomitas que habían hallado irresistiblemente tirables a los purísimos ángeles destacados, como inspectores de reglamentos, a calibrar la incidencia local del pecado nefando.
Nezahualcóyotl, por su severa, morigerada, tezcocana parte, incluye (según su descendiente el historiador don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl) como la decimotercera de sus Ordenanzas una que manda «Que si se averiguase ser algún somético, muriese por ello». No es cosa de cavilar si Neza condenaba a muerte al paciente, o al indiscreto averiguador, pero sí de señalar que el poeta no precisaba la clase de muerte deparada a la loca averiguada. Podría, como en el caso de la adúltera, morir a pedradas; aunque también —como los políticos de nuestro tiempo— quemado.
Pero, de creer a Torquemada (Monarquía Indiana, Libro II, cap. LIII), Neza era más sádico de cuanto lo protege su descendiente cuando se trataba de moralizar a Tezcoco con desmoralizar o atemorizar a las locas: distinguía entre ellas y sus mayates, y les asignaba diversos castigos: al «Paciente» le sacaban los intestinos por aquel conducto que solía servirle de sexo; lo enterraban luego en ceniza, y los muchachos del lugar se divertían en echar leña seca para que pudiera mejor arder con todo y loca destripada. Al mayate o agente, simplemente lo enterraban en ceniza hasta que exhalara el último aliento o Ohuaya, que es como según los filólogos, decían, ¡ay!, los nahuas.
Entre los delatores de las locas prehispánicas citemos por último al Conquistador Anónimo, cuya Crónica (en italiano) concluye exactamente con esta frase: «Sono come si é detto, per la maggior parte sodomiti… e buono smisuratamente…» Con lo que encima de generalizar locas a los mexicas, los tilda de borrachos.
Vueltos a Sahagún, encontramos en la Hermafrodita a «la mujer que tiene dos sexos; la que tiene natura de hombre y natura de mujer, la cual se llama hermafrodita, es mujer monstruosa, la cual tiene supinos y tiene muchas amigas y criadas, y tiene gentil cuerpo como de hombre, anda y habla como varón y es vellosa; usa de entrambas naturas; suele ser enemiga de los hombres, porque usa del sexo masculino».
En la famosa Noche Triste, al perseguir a los españoles, los mexicas les gritaban CUILONI, CUILONI. A esta distancia, es imposible saber si les sabían algo o se los decían al tiro; pero consultados los más fehacientes Vocabularios, hallamos que cuiloni quiere decir puto, o «somético», si la verdad, aunque no peque, incomoda. Sin embargo, en dos ocasiones, capítulos CXXVIII y CCVIII de su Historia Verdadera, Bernal Díaz del Castillo, que ingenuamente nos ha referido lo de los cuiloni, se ensaña con los indios y delata y denigra sus costumbres: CXXVIII: «… sólo una (de tantas suciedades) quiero aquí poner, que la hallamos en la provincia de Pánuco; que se embudaban por el sieso con unos cañutos, y se henchían los vientres de vino de lo que entre ellos se hacía, como cuando entre nosotros se echa una medicina (lavativa, enema), torpedad jamás oída». Faltaba ciertamente tiempo para que el refinado señor Des Esseintes, en la novela «Al Revés» de cierto olvidado Huysmans, hiciera más que menos lo que el incivilizado capitán español reprochó a los de Pánuco.
Pero en su capítulo CCVIII nos documenta mejor, aunque con no menor pudibunda indignación: «y además de esto (toda una serie de defectos), eran todos los de más de ellos sométicos, en especial los que vivían en las costas y tierra caliente; en tanta manera, que andaban vestidos en hábito de mujeres muchachos a ganar en aquel diabólico y abominable oficio…» Costas y tierra caliente. He aquí pues el antiguo pedigree de los carnavales en Veracruz, y de los atractivos turísticos de Acapulco.
El Santo Tribunal de la Inquisición no tardó en unirse a las agencias redentoras de las almas indígenas que eran los encomenderos y los frailes. Los padres dominicos no tenían sino que cruzar la calle para ir a servir, en la Casa Chata, a la pureza de la fe y a la rectitud de las costumbres. Nada como el fuego purifica; y el santo tribunal disponía de hasta dos hermosos quemaderos: uno al costado poniente de la entonces pequeña Alameda, y otro en San Lázaro. La diversificación indicaba especialidades: en la Alameda, se asaban alumbrados, judíos rebeldes a la conversión y otros heterodoxos. En San Lázaro, se rostizaban sométicos. No fue sino hasta fines del siglo XVIII cuando el malhumorado virrey Marqués de Croix consideró que bastaba con el quemadero de San Lázaro, y suprimió así, ampliándola para que mejor pasearan por ella quienes le darían fama, la Alameda.
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