• Quejarse

Samuel Johnson - Prefacio a Shakespeare

Aquí puedes leer online Samuel Johnson - Prefacio a Shakespeare texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1765, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Samuel Johnson Prefacio a Shakespeare
  • Libro:
    Prefacio a Shakespeare
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1765
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Prefacio a Shakespeare: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Prefacio a Shakespeare" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Samuel Johnson: otros libros del autor


¿Quién escribió Prefacio a Shakespeare? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Prefacio a Shakespeare — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Prefacio a Shakespeare " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

SAMUEL JOHNSON Lichfield Staffordshire 18 de septiembre de 1709 - Londres - photo 1

SAMUEL JOHNSON (Lichfield, Staffordshire, 18 de septiembre de 1709 - Londres, 13 de diciembre de 1784), por lo general conocido simplemente como el Dr. Johnson, es una de las figuras literarias más importantes de Inglaterra: poeta, ensayista, biógrafo, lexicógrafo, es considerado por muchos como el mejor crítico literario en idioma inglés. Johnson era poseedor de un gran talento y de una prosa con un estilo inigualable.

Devoto anglicano y políticamente conservador, el Dr. Johnson ha sido descrito como «sin lugar a dudas, el hombre de letras más distinguido de la historia inglesa.» Pese a la gran calidad de su obra y a su enorme celebridad en vida, Johnson es principalmente recordado por ser el objeto de «el más notable ejemplo de arte biográfico en las letras inglesas», a saber, la biografía escrita por su amigo James Boswell, La vida de Samuel Johnson, a la que ha quedado inevitablemente ligado. Famoso por su brillante conversación, y gracias a sus múltiples biógrafos contemporáneos, se conocen gran cantidad de anécdotas del Dr. Johnson. Igualmente, su estilo aforístico, su filosofía basada sobre todo en el sentido común, y su elegancia escrita, han hecho que sea el segundo autor más citado de la lengua inglesa tras Shakespeare.

L os elogios prodigados inmerecidamente a los muertos y los honores que sólo por su eminencia se rinden a la antigüedad seguirán probablemente alimentando las quejas de aquellos que, incapaces de contribuir a la verdad, esperan obtener renombre de las herejías de la paradoja; o las de aquellos otros que, arrojados por la decepción hacia argumentos reconfortantes, se muestran dispuestos a esperar de la posteridad lo que el presente les regatea y alardean de que el tiempo les concederá al fin la consideración que por envidia se les niega.

La antigüedad, como cualquier otra categoría que suscite el interés del hombre, cuenta sin duda con devotos que la veneran no desde la razón sino desde el prejuicio. Algunos parecen admirar indiscriminadamente cualquier cosa preservada por el tiempo, sin tener en cuenta que, en ocasiones, el tiempo coopera con la suerte. Todos ellos están acaso más dispuestos a honrar las excelencias del pasado que las del presente, y sus mentes contemplan el genio a través de las sombras de la edad, como los ojos escudriñan el sol a través de un artefacto oscuro. El objetivo principal de la crítica es encontrar los defectos de los modernos y las virtudes de los antiguos: mientras un autor está vivo juzgamos su capacidad por la peor de sus actuaciones, y cuando está muerto, por la mejor.

Sin embargo, a aquellas obras cuya importancia no es absoluta ni definitiva sino gradual y relativa, a aquellas que no se sustentan sobre principios científicos y demostrables sino que apelan a la observación y la experiencia, no se les puede aplicar otro rasero que el de su permanencia en el tiempo y su constancia en la estima. A menudo se ha examinado y comparado lo que la humanidad ha poseído durante largo tiempo, y si su valía persiste es porque las frecuentes comparaciones han confirmado la opinión en su favor. De igual manera que entre las obras de la naturaleza el hombre no puede considerar profundo un río ni alta una montaña sin conocer muchas montañas y muchos ríos, así en los productos del genio no se puede calificar algo de excelente hasta haberlo comparado con otras obras del mismo tipo. La validez de toda demostración se manifiesta de inmediato y no tiene nada que esperar ni que temer del paso del tiempo, pero las obras de carácter tentativo y experimental deben ser juzgadas en relación con la capacidad general y colectiva del hombre, tal como esta se nos muestra en una larga sucesión de esfuerzos. Del primer edificio que se erigió, se hubiera podido afirmar ya con certeza que era redondo o cuadrado, pero sólo por referencia al tiempo se pudo determinar si era alto o espacioso. La escala numérica de Pitágoras se reveló perfecta al instante, pero ni siquiera ahora podríamos saber si los poemas de Homero trascienden los límites de la inteligencia humana salvo por la constatación de que siglo tras siglo, nación tras nación, no hemos sido capaces de hacer otra cosa que reescribir sus episodios, dar nuevos nombres a sus personajes y parafrasear sus opiniones.

El respeto por las obras que han perdurado en el tiempo no obedece, por tanto, a una crédula confianza en la superior sabiduría de tiempos pretéritos, ni a la sombría certidumbre de la inevitable decadencia de la humanidad, sino que es consecuencia de opiniones reconocidas e incontestables: lo que se conoce desde hace más tiempo ha sido examinado en más ocasiones, y lo que se ha examinado más se entiende mejor.

El poeta cuyas obras me propongo revisar comienza ahora a adquirir la dignidad de los antiguos y a reclamar los privilegios de una fama consolidada y de una veneración canónica. Ha sobrevivido con mucho a su siglo, plazo comúnmente admitido como prueba del mérito literario. Cualquier ventaja que pudiera haber sacado alguna vez de alusiones personales, costumbres locales u opiniones pasajeras se ha desvanecido con los años; y cualquier tema de alegría o congoja que le proporcionaran los usos y maneras sociales ahora sólo oscurece las escenas que una vez iluminó. Han desaparecido los efectos del aplauso y de las rivalidades; la memoria de sus amigos y de sus enemigos se ha disipado; sus obras no procuran argumentos en favor de opinión alguna, ni proveen de improperios para injuriar a cualquier otra facción; no complacen la vanidad ni premian la malicia; se leen sin más motivo que el deseo de obtener placer, y solamente en la medida en que lo proporcionan merecen, por tanto, nuestro elogio. Y así, sin el apoyo del interés o de la pasión, han sobrevivido a gustos y modas, haciéndose acreedoras de nuevos honores conforme se transmitían de generación en generación.

Pero dado que el juicio humano, pese a avanzar gradualmente hacia la certidumbre, no es nunca infalible, y la aprobación, aunque continuada en el tiempo, puede ser únicamente fruto del prejuicio o la moda, resulta conveniente preguntarse cuáles son los méritos con los que Shakespeare ha alcanzado y mantenido la estima de sus compatriotas.

Nada satisface más ni por más tiempo que las representaciones de la naturaleza universal. Sólo a unos pocos les es dado conocer las costumbres particulares y, por tanto, sólo estos pueden juzgar el grado de fidelidad con el que son imitadas. El deseo de novedad que despierta la vulgaridad de la vida puede verse temporalmente satisfecho con las invenciones extravagantes de una mente caprichosa, pero los placeres del asombro se agotan en seguida y el espíritu sólo puede entonces reposar en la firmeza de la verdad.

Shakespeare es, por encima de todos los escritores —al menos de los modernos—, el poeta de la naturaleza, aquel que ofrece a sus lectores un espejo fiel de las costumbres y de la vida. Sus personajes no están moldeados según los usos de lugares concretos sin vigencia en el resto del mundo, ni por las peculiaridades del oficio o del estudio que sólo se manifiestan en unos pocos, ni por las contingencias de modas pasajeras y opiniones circunstanciales: son hijos legítimos de una humanidad común, tal como el mundo siempre nos los proporcionará y en la forma en que nuestros ojos siempre podrán encontrarlos. Sus personajes hablan y actúan movidos por esas pasiones y principios universales que inquietan a todos los espíritus y que mantienen en movimiento el sistema de la vida. Con demasiada frecuencia en las obras de otros poetas, un personaje es sólo un individuo; por lo general, en las de Shakespeare, es una especie.

Es de esta amplitud de miras del ser humano de donde se deriva tanta enseñanza; es ella la que llena las obras de Shakespeare de axiomas prácticos y sabiduría doméstica. Se decía de Eurípides que cada uno de sus versos era un precepto; de Shakespeare se podría decir que de sus obras cabe extraer un código de prudencia en lo social y lo económico. Y, sin embargo, su verdadera fuerza no se aprecia en el esplendor de pasajes concretos sino en el desarrollo de su trama y en el tenor de sus diálogos; y aquel que pretenda recomendarlo mediante una selección de citas actuará como el pedante en Hierocles, que mientras tuvo su casa en venta llevaba de muestra un ladrillo en el bolsillo.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Prefacio a Shakespeare»

Mira libros similares a Prefacio a Shakespeare. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
Giorgio Manganelli
Paul Johnson - Intelectuales
Intelectuales
Paul Johnson
Quentin Convard - Lyndon B. Johnson
Lyndon B. Johnson
Quentin Convard
Samuel Johnson - Falkland-Malvinas
Falkland-Malvinas
Samuel Johnson
Boris Johnson - El factor Churchill
El factor Churchill
Boris Johnson
Bill Bryson - Shakespeare
Shakespeare
Bill Bryson
Samuel Freeman - Rawls
Rawls
Samuel Freeman
Reseñas sobre «Prefacio a Shakespeare»

Discusión, reseñas del libro Prefacio a Shakespeare y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.