Saturnino Martín Cerezo - El sitio de Baler
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- Libro:El sitio de Baler
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1904
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El sitio de Baler: resumen, descripción y anotación
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La historia de «los últimos de Filipinas» relatada por su más destacado protagonista: el Teniente Saturnino Martín Cerezo.
En 1898, y durante casi un año, un pequeño destacamento español resistió en una iglesia la embestida de las tropas independentistas filipinas esperando unos refuerzos que nunca llegaron. Harapientos, enfermos, y débiles por no tener nada que llevarse a la boca. Aunque también valientes y decididos a dar hasta la última gota de sangre por su país. Así fue como poco más de medio centenar de soldados presentes en Baler (situada a unos 230 kilómetros de Manila) defendieron en 1898 el último territorio español ubicado en Filipinas.
Saturnino Martín Cerezo
(Notas y Recuerdos)
ePub r1.0
Titivillus 4.12.16
Título original: El sitio de Baler
Saturnino Martín Cerezo, 1904
Prólogo: Azorín
Diseño de cubierta: Himali
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
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SATURNINO MARTÍN CEREZO. Militar español, nació en 1866 en la localidad cacereña de Miajadas (Cáceres) y murió en 1945 en Madrid a los 79 años de edad. Fue muy célebre y considerado héroe después de superar un asedio de 337 días en la Iglesia de Baler, en Filipinas; fue el oficial militar a cuyas órdenes regresaron a España los últimos soldados que habían combatido en Filipinas en 1899. En su carrera militar llegó al grado de general.
Por todo ello fue condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española.
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AL QUE LEYERE
V IVOS todavía en mi alma, como si dataran de ayer, palpitantes como lo estarán mientras aliente, aquellos once meses de angustia que agonizamos en la iglesia de Baler, creo que le debo a mi patria una relación de lo sucedido entre aquellas cuatro paredes, último resto de su dominio en Filipinas.
Por eso doy a luz este libro. Satisfecho de la gratitud y la recompensa merecidas, no pretendo exhibirme; sólamente deseo no dejar olvidado lo que bien merece sumarse a nuestra dorada leyenda, hoy por desgracia tan controvertida y maltratada; hechos gloriosos que indudablemente se hubieran multiplicado en todo el teatro de la guerra, si otras hubieran sido las circunstancias y los medios.
Un pequeño destacamento de soldados, puso allí en evidencia que no han decaído nuestras virtudes militares: Conviene recordarlo, siquiera no sea más que para reanimar esa fe salvadora de que tanto necesitamos actualmente.
Derribados por el infortunio, caídos en el apocamiento y el descrédito, considero, pues, de oportunidad estas páginas, humilde apunte para la historia de aquellos días luctuosos y debido tributo a mis valerosos compañeros.
Limpio de resquemores y no deseando ni la censura ni la crítica, sólo ha de valorarlas mi sinceridad al escribirlas; sea ello mérito para la benevolencia en su lectura.
Y… Nada más. Paz a los muertos, reflexión a los vivos y una oración a Dios pidiéndole que nos ilumine y nos proteja.
Saturnino Martín Cerezo
Madrid, 30 de Septiembre de 1904
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ANTECEDENTES
Nueva Écija.— Baler.— Destacamento de Mota.— Sorpresa Destacamento de Roldán.— Sitio y penalidades.— Columna de socorro.— Paz de Biac-na-bató.
E N los mapas de Luzón, anteriores a 1860, la provincia de Nueva Écija ocupa una situación muy semejante a la que tiene la república chilena, en la parte sur del continente americano. Desde algunos kilómetros más arriba de Punta Malamoy hasta unos tres o cuatro más abajo de Puerto de Lampón, extiéndese por una estrecha zona, de anchura muy desigual y accidentada, que alcanzará unos 425 de longitud en su parte más ancha, por el cabo de San Ildefonso, mientras en otras no pasará de diez o doce.
Abarcando, pues, casi todo el oriente de la isla, sepárala del resto uno de los brazos más robustos del formidable Caraballo, sistema de montañas cuyos ramales, derivaciones y vertientes, cubren todo el país con la maravillosa combinación de sus repliegues. Las aguas del Pacífico bañan su litoral, caprichosamente recortado, pero de navegación peligrosa, debido unas veces a lo inseguro de las costas y lo desigual de los fondos, otras a lo borrascoso del clima, y siempre a la multitud de bancos y rompientes que lo bordean como barrera defensiva.
Cagayán por el norte y Laguna por el sur completan estos límites que, siguiendo al oeste por la indicada cordillera, sepáranla de Tondo, Bulacán, Pampanga, Pangasinán, Nueva Vizcaya y otra vez de la mencionada Cagayán.
Aunque dividida entonces la isla, para los efectos políticos, en dieciocho alcaldías o provincias, lo interrumpido a trechos de sus demarcaciones, que hasta en mapas tan cuidadosamente dibujados como los de Coello, se observa desde luego, pone de manifiesto lo indeciso de todas aquellas divisiones. Los diferentes rótulos que indican la situación de las misiones o las comarcas de los igorrotes y negritos, evidencian lo extenso de la región que se nominaba independiente.
Cubriendo ésta casi toda la parte central y montañosa, protegida por lo fragoso del terreno y el abandono colonial de la metrópoli, tenía que cimentar hondas raíces, y no dejaba para la dominación española, sino los puntos más habitables y accesibles.
Debido a esto y a sus condiciones topográficas, la provincia de Nueva Écija, gozaba de un aislamiento lamentable, y Baler o Valert, su cabecera, tan buen concepto debía de merecer a los gobiernos, que la utilizaban para enviar a los deportados.
En los últimos años se activó relativamente mucho la exploración y dominación del territorio; pero ni la primera condujo en realidad más allá de la construcción de nuevos planos, allanando en cierta manera la segunda, ni ésta pasó de la fundación de algún poblado, multiplicación de misiones y rectificación de las alcaldías o provincias. Continuó, pues, la dificultad en las comunicaciones interiores; la selva indemne con sus maderas de alto precio, la breña con sus mármoles y el terruño con su tesoro inestimable; todo se redujo a la conversión de algunas familias igorrotes, creación de gobiernos y algún aumento en la población contribuyente.
El territorio que ocupaba Nueva Écija, se dividió en su Alcaldía mayor, y los distritos de la Isabela, Príncipe e Infanta, lindante aquella, por la parte del mar, con los dos últimos, y en el interior con Benguet y Nueva Vizcaya por el norte, Bulacán por el sur, y la Pampanga por el oeste. Así aparecen ya en el excelente mapa itinerario de la Isla de Luzón, publicado el año 1882 por nuestro Depósito de la Guerra.
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