Roberto Barletta Villarán - Breve historia de Francisco Pizarro
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- Libro:Breve historia de Francisco Pizarro
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2007
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Breve historia de Francisco Pizarro: resumen, descripción y anotación
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Roberto Barletta Villarán
Breve historia: Protagonistas - 02
ePub r1.4
Titivillus 16.04.16
Roberto Barletta Villarán, 2007
Diseño de cubierta: Murray
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
ROBERTO BARLETTA VILLARÁN. Nació en Lima (Perú). Se graduó en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Su temprano interés por la Historia lo hizo uno de los anticuarios y coleccionistas más reconocido de su medio, pasando por sus manos incunables peruanos y documentos de los primeros años de la conquista española. Gracias a su acuciosa labor recuperó para la Biblioteca Nacional del Perú los documentos fundacionales del Convento de la Caridad firmados por el Rey Felipe II y el Virrey Francisco de Toledo. Asimismo, logró el rescate de originales inéditos destinados a múltiples colecciones privadas y públicas. Durante varios años ha participado en diversos eventos culturales en su país. Conjuntamente con El Comercio, el más influyente diario peruano, dirigió como coeditor, la colección Héroes y Personajes compuesta por quince biografías de los más importantes hombres y mujeres del país.
A José Antonio del Busto Duthurburu,
porque sin él, ninguna historia
sobre Francisco Pizarro estaría completa.
A Irene Mineko, porque estamos
hechos de lo mismo.
La increíble historia de un hombre nacido en la miseria que conquistó, gracias a su voluntad inquebrantable, el imperio más grande del Nuevo Mundo.
La biografía de Pizarro es una historia apasionante que nos descubre un hombre que supo prosperar, inaccesible al desaliento, desde las capas más bajas de la sociedad de la época, hasta las más altas esferas de gobierno del Nuevo Mundo, pero también es una historia de castigos desproporcionados, masacres, aventuras, venganza, traiciones y codicia. Aprovecha esos elementos históricos Roberto Barletta para presentarnos un libro que muestra esta historia con el ritmo trepidante, ágil y riguroso, que demanda.
La figura de Pizarro es una de las más controvertidas de la historia de España, nacido bastardo fue enviado desde su infancia a trabajar en la ingrata labor de cuidar puercos, pero él, temerario, impasible ante las dificultades y astuto, supo alcanzar las cimas de la sociedad de su tiempo, llegando a ser nombrado marqués en 1539: Breve Historia de Francisco Pizarro nos desvelará las claves históricas que explican cómo el conquistador de Trujillo llegó tan alto. Pizarro era analfabeto pero tenía una inmensa capacidad de aprender e innovar, se formó militarmente con el Gran Capitán en las campañas de Italia y con Núñez de Balboa en la expedición que descubrió el Pacífico, así llegó a ser un hombre rico en Panamá. Pero su ambición aún reclamaba la nobleza que su padre le negó así que hipotecó todo su patrimonio y se lanzó a la conquista descabellada del Imperio inca.
Los orígenes
A lonso de Ojeda hería y destajaba a fuerza de machete la espesa vegetación caribeña. Su rostro enrojecido, salpicado por la savia tierna de algarrobos y guabas, escudriñaba todo signo de vida humana. Sesenta de sus hombres, tal vez todos muertos. Pero de todas las posibles pérdidas, la vida más preciada por él era la de su lugarteniente y renombrado piloto Juan de la Cosa. Al lado de Ojeda un hombre lo acompañaba, su presencia a sus espaldas o siempre a su lado lo distinguía del resto de la expedición.
Ojeda tenía en buena estima a ese hombre alto y barbudo. Era valiente, bueno con la espada y con don de mando. Era de poco hablar y no daba muchas confianzas, eso le gustaba. Pero también conocía sus límites; era bastardo y analfabeto, dos premisas que lo descalificaban para un futuro glorioso. Pero en esa selva maldita de los infieles indianos, tales cosas no tenían importancia. Para vencer, primero había que sobrevivir; para sobrevivir había que tener orden, y para guardar el orden no se podía tener miedo. Y ese hombre, ese hombre barbudo, parecía no temerle a nada.
De pronto, en medio de la maleza, vieron a Juan de la Cosa amarrado a un árbol. La selva camuflaba su cuerpo hinchado y deforme; parecía un erizo, cubierto y destrozado por flechas que lo traspasaban. Ojeda lo miró enfurecido. Esas bestias pagarían por la vida de cada uno de sus hombres, pero la de este en particular, la cobraría con mucha sangre.
Recuperó el cuerpo. Los indios caribes disparaban el arco con tal fuerza que las flechas atravesaban a veces tanto las armas como al hombre que las portaba. Si la flecha no mataba, dejaba el cuerpo envenenado.
La ponzoña era preparada por los nativos con hormigas del tamaño de escarabajos, sapos venenosos y colas de culebra en ollas que despedían un olor nauseabundo. Según la dosis contenida en la punta, el herido moría en no más de cinco días. Los españoles habían buscado inútilmente un antídoto. Probaron aplicándole agua de mar a la herida, cauterizándola con fuego o colocándole las mismas heces del herido sin resultado alguno.
Los hombres estaban aterrorizados. Fue difícil controlarlos y ninguno quiso pasar la noche en el asentamiento de tierra firme. Mucho más tarde, se fundaría en aquel lugar la ciudad de Cartagena de Indias.
Los soldados habían hecho incursiones brutales para obtener cautivos. Entonces, los españoles por primera vez habían leído a los naturales, y en castellano, un requerimiento por el cual el rey de España les instaba a someterse a su autoridad, abandonar sus ídolos y abrazar la fe cristiana. Ese mismo requerimiento sería leído muchos años después en una plaza ignota. En ese futuro ahora lejano, el hombre barbudo que hoy tiene unos treinta años hará el acopio de todo lo aprendido a lo largo de su vida, en la hora que definiría su gloria.
Pero ahora estamos en 1510, la resistencia de los aborígenes ha generado masacres, y los españoles llegaron pensando en oro, perlas, especias y a la búsqueda de ciudades doradas y mujeres insaciables. Pero la realidad es radicalmente distinta, y cuando Diego Nicuesa, rival encarnizado de Ojeda, lo encontró exhausto y derrotado en la costa, se apiadó de él.
La enemistad de ambos se había avivado por la mutua competencia. En 1507 el rey Fernando el Católico puso en marcha un plan de colonización de la tierra firme, esto es, la parte continental de América allende a las islas. Los territorios del golfo de Damián fueron divididos para su conquista y gobierno entre Ojeda y Nicuesa. Ojeda era famoso por su valentía y crueldad, también porque había participado con Cristóbal Colón en varias expediciones. Pasaría también a la historia por haber creado las tristes guazábaras o carnicerías de indios.
Bartolomé de las Casas fue uno de los primeros en denunciar los atropellos en el Nuevo Mundo.
La Junta de Burgos, en 1508, delimitó los territorios para que los descubridores actuaran como colonizadores. La idea era cambiar las expediciones de penetración, saqueo y matanzas con la fundación de asentamientos permanentes. Juan de la Cosa, en su calidad de reconocido navegante, medió entre Ojeda y Nicuesa, decidiendo que el límite entre ambas jurisdicciones fuese el gran río que desembocaba en el golfo.
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