B REVE HISTORIA
DE LA R EVOLUCIÓN
MEXICANA
B REVE HISTORIA
DE LA R EVOLUCIÓN
MEXICANA
Francisco Martínez Hoyos
Colección: Breve Historia
www.brevehistoria.com
Título: Breve historia de la Revolución mexicana
Autor: © Francisco Martínez Hoyos
Copyright de la presente edición: © 2015 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Revisión y adaptación literaria: Teresa Escarpenter
Responsable editorial: Isabel López-Ayllón Martínez
Conversión a e-book: Paula García Arizcun
Diseño y realización de cubierta: Onoff Imagen y comunicación
Imagen de portada: Fco. Villa y su estado mayor Creator: C.C. Harris Foto Date: 1910-1917 Part Of: American border troops and the Mexican Revolution
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
ISBN edición impresa: 978-84-9967-707-1
ISBN impresión bajo demanda: 978-84-9967-708-8
ISBN edición digital: 978-84-9967-709-5
Fecha de edición: Mayo 2015
Depósito legal: M-12225-2015
Índice
La Revolución fue para México en el siglo XX lo que la independencia de España en el siglo XIX : un momento fundacional, el factor que iba a determinar su evolución posterior. Marcó el inicio de un proceso de cambio, aunque aún está por dilucidar el alcance del mismo. De ahí que el período, en la memoria nacional, esté lleno de connotaciones positivas al representar, en palabras de Juan Ramón de la Fuente, antiguo rector de la Universidad Nacional de México, «la parte más valiosa de nuestra historia, la que descubre las acciones de quien ha buscado la igualdad, la justicia, la libertad y las instituciones que garanticen esos derechos para todos los mexicanos».
Esta imagen benéfica explica por qué, en cada ciudad del país, hay una calle que conmemora aquellos hechos, sinónimo de progreso en la conciencia colectiva. «Lo bueno es revolucionario, lo revolucionario es bueno», escribió Enrique Krauze en su Biografía del poder . No es extraño, pues, que la historiografía haya dedicado a la revolución un sinfín de trabajos y debates académicos, a veces apasionados, sobre su naturaleza. ¿Fue una auténtica revolución, es decir, un proceso transformador de la sociedad, o sólo una gran rebelión, una jacquerie al estilo de las sublevaciones campesinas medievales, sangrienta y desorganizada?
La mitología ha impedido una comprensión exacta del período, más allá de voluntarismos políticos, de forma que se acaba juntando en el mismo panteón de héroes a figuras dispares como Madero, Zapata, Villa o Carranza, como si estos, en vida, hubieran luchado por la misma causa en lugar de enfrentarse a muerte. Nada de eso importaba porque se habían convertido en los santos laicos de una auténtica religión política, la que justificaba la legitimidad de la república mexicana como heredera de una lucha con perfiles de epopeya.
La revolución estalló porque se acumularon muchos problemas sin resolver al mismo tiempo. De ahí que no podamos hablar de un único proceso, sino de muchos, dentro de una dinámica de extrema complejidad. Mientras algunos protagonistas se conformaban con garantizar una alternancia limpia en el poder, otros soñaban con modificar sustancialmente las estructuras económicas. La idea de un acontecimiento monolítico, es decir, de un acontecimiento que afectara a todo el país al mismo tiempo y de la misma manera, ya no puede sostenerse científicamente. Paul Garner, en su monografía sobre el caso de Oaxaca, señala que «las perspectivas regionales han demostrado que la génesis y la exégesis de la revolución en México no fueron universales ni homogéneas, sino más bien un reflejo de la disparidad en el desarrollo regional en México durante el siglo XIX ».
Hablamos de distintas circunstancias a nivel regional e incluso en función de cada municipio, tal como señaló Frank Tannenbaum. El maderismo, el zapatismo, el villismo o el carrancismo representan proyectos políticos diferentes, cada uno apoyado por distintos sectores sociales, con liderazgos enfrentados. En palabras de Enrique Florescano, «esa heterogeneidad de los movimientos sociales que participaron en la revolución, la diversidad en la conformación de los ejércitos, las diferencias profundas en los proyectos políticos, el antagonismo entre una forma moderna de representación política y las propuestas basadas en los derechos de las sociedades tradicionales, son una primera dificultad para caracterizar, con un concepto genérico, la realidad política y social de la revolución mexicana».
Por esta realidad multiforme, Macario Schettino ha llegado al extremo de afirmar que la revolución no existe como hecho histórico objetivo, sino como construcción cultural que, a posteriori , ya en época del presidente Cárdenas, proporciona «un sentido de continuidad a movimientos totalmente dispares».
En las últimas décadas, los estudios historiográficos han derribado las antiguas certezas y por ello es debatible hasta qué punto la revolución afectó al conjunto del país. Unas zonas participaron activamente, otras permanecieron al margen y sólo se vieron afectadas por imposiciones del exterior. En San José de Gracia, Michoacán, se veía a los alzados como a unos personajes ajenos, a los que se denominaba «fronterizos» porque se habían sublevado en la frontera norte.
¿Hablamos de un protagonismo del pueblo? Felipe Arturo Ávila señala una participación masiva en las movilizaciones entre 1910 y 1920, pero, al mismo tiempo, nos indica que se trató de una «participación minoritaria, que no abarcó a la mayoría de la población». Pero, según el mismo autor, esta intervención habría sido «multitudinaria».
La irrupción de las masas, fuera del alcance que fuera, hizo saltar por los aires más de treinta años de gobierno oligárquico. La dictadura de Porfirio Díaz, al bloquear los canales para la renovación de las élites políticas, suscitó un movimiento contrario a una nueva reelección del presidente a través de comicios amañados. La obcecación del gobierno, que hacía aguas, hizo imposible un acuerdo pacífico.
El empresario Francisco I. Madero lideró las protestas, pero la amplitud de las mismas iba mucho más allá de una simple revuelta de notables. Los campesinos y los obreros aprovecharon para rebelarse contra sus duras condiciones de vida, reclamando cambios en la estructura económica, al tiempo que exigían canales auténticos con los que hacer oír su voz. Los zapatistas, por ejemplo, defendieron la autonomía municipal como un artículo de fe. Fue su demanda más importante en el terreno político.
¿Hasta qué punto contribuyó la opresión a provocar el estallido social? Según Friedrich Katz, no existe correlación entre la explotación sufrida bajo la dictadura y la posterior actividad revolucionaria. El porfiriato no andaba escaso de limitaciones democráticas, pero al menos había conducido al país a una era insólita de estabilidad. Es posible, pues, que en la revolución no influyera tanto la tiranía como las expectativas de una clase media que anhelaba ocupar su parcela de poder. En opinión de Jean Meyer, los revolucionarios no pretenden, en realidad, destruir la obra del antiguo régimen sino llevarla a su culminación.
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