Agradecimientos
En primer lugar quiero agradecer a Juan Iramain, Francisco Ochoa y Ricardo Elía, que trabajaron conmigo muy desde el comienzo de este proyecto. Cada uno de ellos aportó su tiempo, su pensamiento crítico y, sobre todo, su pasión por los temas que trata este libro. Comparto con ellos la satisfacción de haberlo terminado.
También agradezco a Alejandro Gangui, cuyo aporte fue clave para la redacción del capítulo sobre el origen del universo: su condición de experto hizo posible llegar a una explicación precisa y a la vez comprensible de los misterios de la astrofísica.
A Dan Newland, que ha ido más allá de su papel de traductor al inglés. Su interés profundo en el tema, sus investigaciones y sus comentarios agudos le han dado un valor extra a este libro.
A Juan Pablo Nicolini, Horacio Spector y Fernando Rocchi, de la Universidad Torcuato Di Tella, y a Roberto Bosca, de la Universidad Austral, todos ellos de Buenos Aires; al Dr. Felipe Maíllo Salgado de la Universidad de Salamanca, al Dr. William Ury de la Universidad de Harvard y al Lic. Rafael Ansón Oliart de la Cátedra Federico Mayor de Cultura de Paz de la Universidad Camilo José Cela de Madrid: sus comentarios precisos y siempre acertados fueron determinantes para que estas páginas tuvieran el rigor que el tema merecía.
Agradezco también a la Lama Rinchen Kandro, al rabino Pynchas Brener, al pastor Ricardo M. Berdossian y a Gerardo Abboud (actual traductor al español del Dalai Lama). Al maestro Liu Ming, al Swami Pareshananda y a Fernando Díaz Gallinal. Todos ellos lograron que mis incursiones en las distintas religiones tuvieran como complemento la mirada fina del que las practica y tiene de ellas la experiencia personal.
Quiero agradecer también a Guillermo Liberman: su guía ha sido clave para mi viaje por Jerusalén y la antigua Palestina. Allí Leo Gleser y Shimen Zakai me facilitaron el acceso a distintas regiones y me hicieron posible el contacto con diversos grupos étnicos. Allí también pude conocer a Mario Sznajder y Shalom Rosenberg, de The Hebrew University of Jerusalem, y a Khader Salameh, de Al-Haram Al-Sharif Islamic Museum, Jerusalem, y a Rami Nasrallah, del International Peace Cooperation Center. Todos ellos hicieron mi viaje resultara una experiencia vital inolvidable, de enorme utilidad además para los propósitos de estas páginas.
A mi hermano Esteban, a mis hijos Lucas, Gerónimo y Roberto Valentín, a mis amigos Jorge Amy, Eduardo Carzolio, Quique Vaeza, José Luis Secco, Carol Morton y Diego y Lita Abal: me conocen desde hace décadas, y han sido capaces de hacerme observaciones para este texto que han resultado de enorme valor.
Doy las gracias también a Gustavo Bize, a Enrique Villagrán y a Gonzalo Diez. Su arte ha producido un diseño limpio y magníficas ilustraciones y mapas que aportan claridad y armonía estética a este libro, y que a mí me enorgullecen.
Agradezco a Jimena Hernández, a María Campos y a Ana Roberts. Su breve participación en este trabajo ha contribuido a darle diversidad.
También agradezco a Viviana Natalucci, Gloria González y Carolina Blanco: un proyecto como éste requiere de organización y atención a los detalles. La asistencia de ellas, en ese sentido, ha sido determinante para lograr el objetivo.
Agradezco a mi hijo mayor, Lucas: su sentido artístico, complementado por el de Elías Sáez y su equipo de Rudamacho, lograron que el diseño de las tapas de este libro refleje de modo excelente su contenido.
A mi mujer, Soledad García Lagos: ha leído los manuscritos con detenimiento, ha sabido aconsejarme con justeza sobre los párrafos que parecían poco claros y, sobre todo, ha “cedido” con generosidad muchas horas familiares a este libro.
Finalmente, agradezco de manera especial a mi padre, Roberto Vivo Bonomi y a su gran amigo Einar Barfod, a quienes además dedico este libro. Ambos han sido maestros intelectuales y de la vida para mí y para muchos de mi generación, en Uruguay. Hubiera querido tener sus mentes agudas y abiertas para la revisión final del libro. Se fueron antes de que el texto estuviera terminado, pero creo que sus espíritus de algún modo están presentes en estas páginas.
Buenos Aires, enero de 2012.
Prólogo
Este libro son los cimientos de otro al que ahora estoy haciendo sus retoques finales antes de su publicación. Puede leerse como si fueran sus capítulos introductorios o, con dispensa de la exageración, como su nota al pie.
El tema que ha ocupado muchas de mis horas en los últimos años ha sido la paz —es de lo que trata ese otro libro—. Mi entusiasmo me ha llevado a investigar en profundidad cómo se ha llegado a la paz en ciertos períodos de la historia, cómo se logró mantener en algunos momentos críticos, quiénes han sido sus campeones y también cuáles han sido sus mayores amenazas. La historia enseña mucho sobre nuestros aciertos y nuestros errores.
Las religiones son, según creo, una parte clave de ese delicado equilibrio que es la convivencia humana pacífica. Paradójicamente, sus mensajes han inspirado a muchos que han sido capaces de encarnar el amor hacia los demás de manera sublime, y han despertado en otros actitudes fanáticas que han generado intolerancia e incluso muerte. Esta paradoja, creo, tendría que poder ser explicada.
En los capítulos que siguen he procurado repasar la historia de la humanidad —lógicamente, en una versión sintética y simplificada—, en clave religiosa. Este enfoque se basa en la hipótesis de que frecuentemente las grandes motivaciones de los pueblos han tenido como fundamento ideas y creencias profundas, muchas veces inspiradas en convicciones religiosas. Grandes heroísmos, pero también grandes miserias, han tomado como causa o como pretexto la fe religiosa. Para bien o para mal, las grandes corrientes espirituales acompañaron la mayor parte de los pasos que dio el hombre.
A su vez, como lo señala Alvin Toffler, en el sistema global del siglo XXI coexisten en un mismo tiempo histórico, aunque se desarrollan a velocidades diferentes, sociedades de la primera ola —agrícolas—, naciones de la segunda ola —industriales—, con un nuevo tipo de entidad política producto de la tercera ola —del conocimiento—: el de los estados postnacionales de límites imprecisos. En este contexto, cobran fuerza y alcance cada vez mayores dos aspirantes obvios al poder: las empresas multinacionales y las religiones.
El Capítulo 1 aborda las explicaciones científicas hoy más aceptadas entre los especialistas, sobre los orígenes y la evolución del universo, del Planeta Tierra, de las distintas especies y de la humanidad. El enfoque deliberadamente científico tiene una razón de ser: si en los demás capítulos vamos a analizar las visiones que tienen las religiones sobre el hombre y el mundo, es conveniente dejar expresado también lo que tiene para decir la ciencia sobre estos temas.
El Capítulo 2, sobre la base de lo que han aportado los antropólogos y los historiadores, analiza las primeras manifestaciones de religiosidad que se conocen, y las primeras etapas evolutivas de los sistemas de creencias religiosas (o míticas) que han tenido los hombres.
En los capítulos siguientes, tomando como criterio el orden de aparición en el tiempo de las más importantes religiones hoy conocidas, he procurado explorar a la vez los aspectos doctrinales básicos y los factores históricos que fueron moldeando cada religión. El Capítulo 3 analiza el Hinduismo y el Budismo, el 4 el Taoísmo y el Confucionismo, el 5 el Judaísmo, el 6 el Cristianismo, y el 7 el Islam. Por razones de extensión, y para no abusar de la paciencia del lector, he tenido que sintetizar a veces en pocos párrafos temas o períodos históricos que podrían haberse desarrollado en varios libros. Quede para otros autores, y para fines académicos especializados, entrar en esos detalles. Aquí se ha procurado que quien conocía poco o nada de las más importantes religiones, pueda entender sus principios más relevantes y el contexto histórico en el que se desarrollaron.