Philippe Sands - Calle Este-Oeste
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- Libro:Calle Este-Oeste
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2016
- Índice:4 / 5
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Calle Este-Oeste: resumen, descripción y anotación
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En los últimos seis años he contado con la ayuda de numerosas personas e instituciones de todo el mundo. En algunos casos dicha ayuda fue sustancial y prolongada en el tiempo; en otros, la aportación fue más informal y se limitó a proporcionar un único recuerdo o, en un caso concreto, a utilizar una sola palabra. Estoy profundamente agradecido con todos los que han contribuido a un proyecto que creció más allá de lo que yo esperaba inicialmente cuando me invitaron a viajar a Lviv.
Tengo una deuda especial con los familiares de los cuatro principales protagonistas de esta historia. Mi madre, Ruth Sands, me ha dado un apoyo extraordinario y maravilloso frente a unos hechos dolorosos que herían en lo más vivo. Mi tía, Annie Buchholz, que estuvo muy cerca de mi abuelo durante dos décadas, fue igualmente generosa a la hora de recordar. Otros familiares —mi padre, Allan Sands; su amigo de la infancia Emil Landes, que era sobrino de mi abuelo, y otros como Doron Peleg y Aldo y Jeannette Naouri— ayudaron a dotar de mayor detalle una imagen difusa. La oportunidad de pasar tantas horas con Sir Elihu Lauterpacht, mi maestro y mentor, ha sido un gozo. Saul Lemkin, el último familiar vivo que conoció a Rafael, se ha mostrado constantemente generoso, al igual que Niklas Frank, un nuevo e insólito amigo. Doy también las gracias a Horst von Wächter por su generosidad al poner a mi disposición tanto material y tiempo.
En cierto sentido, podría decirse que la ciudad de Lviv es el quinto protagonista del libro, o puede que el primero. Dos personas han actuado como los más generosos guías a la hora de mostrarme los secretos de la ciudad, sus archivos y cafeterías, y se han convertido en íntimos amigos: en la Universidad de Lviv, el doctor Iván Horodyskyy ha sido milagroso, un inteligente, erudito y atento joven jurista del tipo que sin duda dará un gran crédito a la ciudad; y la doctora Sofia Dyak, directora del Centro de Historia Urbana de Lviv, me ha abierto las riquezas históricas y las complejidades de la ciudad de un modo a la vez sutil, honesto y entretenido. Entre otras personas, demasiado numerosas para mencionarlas, debo destacar a los profesores Petro Rabinovich y Oksana Holovko, que me han dado su constante apoyo; el doctor Ihor Leman, que fue reclutado para hacer el servicio militar combatiendo a Rusia justo cuando acababa de terminar su propia obra sobre Lemkin y Lauterpacht; Alex Dunai; la profesora Zoya Baran; y Lyudmyla Baybula, la valerosa y generosa archivera de Zhovkva, sin la cual nunca habría sabido de la existencia del borek y sus secretos.
Mis colegas del University College de Londres (UCL) —empezando por mi decana, la profesora Hazel Genn, y la profesora Cheryl Thomas, jefa de investigación— han dado su apoyo sin escatimar esfuerzos a un proyecto literario que ha desbordado las previsiones, y asimismo me he beneficiado enormemente de la inteligencia y el trabajo de una serie de magníficos y brillantes ayudantes de investigación del UCL: Remi Reichhold, para quien no existe el concepto de documento ilocalizable; Mariam Kizilbash y Luis Viveros, que me ayudaron a deshacerme de las notas; David Schweizer, que me ayudó con la cultura y la lengua alemanas; Daria Zygmunt, que conquistó los temas polacos y descubrió el ejemplar original de Moy Lwów de Wittlin; y Hejaaz Hizbullah, que encontró oro entre los materiales de la Sociedad de Naciones. En otros lugares he contado con la ayuda de Tessa Barsac (París), Noa Amirav (Jerusalén), Melissa Gohlke y Shaun Lyons (Georgetown), Eric Sigmund (Siracusa) y Aseem Mehta (Yale).
He contado con una generosa asistencia en todo el mundo. En Francia, Lucette Fingercwaig me abrió una puerta más ancha y más personal a l’Armée du Crime, al tiempo que el pastor Richard Gelin me abría los archivos de la Église Évangélique Baptiste en el distrito 14. Catherine Trouiller, de la Fondation Charles de Gaulle, me explicó una fotografía tomada en 1944; Danielle Greuillet me permitió acceder a los archivos de Meudon; y Jean-Michel Petit y Raymond Bétrémieux me instruyeron sobre la historia de Courrières.
En Polonia, Marek Kornat, del Instytut Historii Polskiej Akademii Nauk, me habló de la breve estancia de Lemkin en la Universidad Jaguelónica de Cracovia; el doctor Janusz Fiolka me ofreció una constante ayuda en y sobre Cracovia; Arkadiusz Radwan, Jan Fotek, Grzegorz Pizoń y Aleksandra Polak, del Instytut Allerhanda, me proporcionaron una conexión directa con la familia de Maurycy Allerhand, que fue profesor de Lemkin y de Lauterpacht; y el doctor Adam Redzik, de la Universidad de Varsovia, es el principal historiador de la Universidad de Lwów desde la época sobre la que escribo. Ewa Salkiewicz-Munnerlyn me aportó valiosas ideas sobre la comunidad polaca del derecho internacional en el período de entreguerras, mientras que Anna Michta y Joanna Winiewicz-Wolska fueron mis guías en el castillo real de Wawel. Agnieszka Bieńczyk-Missala revisó varias partes del manuscrito, y Antonia Lloyd-Jones me ofreció su ayuda con la traducción del polaco.
En Austria, tuve la gran suerte de encontrar a un genial detective privado genealógico en la profesora Katja-Maria Chladek. También obtuve ideas e información de la profesora Margaret Witek, actual directora del Brigittenauer Gymnasium, al que asistió mi abuelo; de los embajadores Helmut Tichy, Emil Brix y Elisabeth Tichy-Fisslberger; y de Karin Höfler, del Museo del Tercer Hombre. Max Wälde fue mi ayudante de investigación en la Universidad de Viena.
También en Alemania se me abrieron las puertas de varios archivos con la ayuda de Dirk Roland Haupt (Ministerio de Asuntos Exteriores) y Rainer Huhle (Centro de Derechos Humanos de Núremberg). Tuve ocasión de conocer la sala de justicia de Núremberg gracias al respaldo de la doctora Anne Rubesame, Michaela Lissowsky y el embajador Bernd Borchardt (de la Academia Internacional Principios de Núremberg), y de Henrike Zentgraf (del Memorial de los Juicios de Núremberg). El doctor Norbert Kampe me ofreció una introducción personal a la Casa de la Conferencia de Wannsee. Mis lagunas en la comprensión del alemán se llenaron en parte gracias a la ayuda de Daniel Alexander (consejero real del Reino Unido), el profesor Josef Bayer (Universidad de Constanza), Sabine Bhose, David Cornwell, el doctor Klaus von Heusinger (Colonia), el doctor Geoffrey Plow y Eddie Reynolds.
En lo relativo a los juicios, me beneficié enormemente de los relatos de primera mano del doctor Yves Beigbeder, Enid, la honorable Lady Dundas, Benjamin Ferencz y Siegfried Ramler. Asimismo, pude disponer de los papeles privados de Sir Geoffrey Lawrence, recopilados en forma de diario por su esposa, Marjorie, gracias a Lord y Lady Oaksey, y al consejero real Patrick Lawrence.
En Washington, tuve la fortuna de disponer de los conocimientos y la experiencia que ofrece el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, especialmente por parte de Raye Farr, Anatol Steck y Leslie Swift. En el Departamento de Justicia, Eli M. Rosenbaum y el doctor David Rich, los últimos cazadores de nazis, encontraron evidencias documentales de lo más valioso.
Elsie Tilney se convirtió en un personaje más claro y definido gracias a la ayuda de Rosamunde Codling, de Surrey Chapel, que es una archivera modelo, y del pastor Tom Chapman. A la hora de precisar diversos detalles tuve una gran ayuda por parte de Susan Meister; Chris Hill; Elinor Brecher, responsable de las necrológicas del Miami Herald; Jeanette Winterson y Susie Orbach; Sylvia Whitman y Germaine Tilney.
Las complejidades de las pruebas de ADN me las explicaron Max Blankfeld, de Family Tree, y la doctora Turi King, de la Universidad de Leicester.
Los mapas fueron elaborados por Scott Edmonds, Tim Montenyohl, Alex Tait y Vickie Taylor, de International Mapping, los sultanes de la cartografía. Asimismo, recibí ayuda en materia fotográfica de mi querido amigo Jonathan Klein, el maestro del píxel, y Matthew Butson, ambos de Getty Images, y de Diana Matar, que es capaz de capturar casi cualquier instante.
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