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Suetonio - Vidas de los doce césares Libros IV-VIII

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Suetonio Vidas de los doce césares Libros IV-VIII
  • Libro:
    Vidas de los doce césares Libros IV-VIII
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    ePubLibre
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    2017
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Vidas de los doce césares Libros IV-VIII: resumen, descripción y anotación

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CALÍGULA

SINOPSIS

I. ASCENDENCIA DE CALÍGULA. SU VIDA ANTES DE ALCANZAR EL PODER (1-12)

Su padre, Germánico: carrera política y militar, enfermedad y muerte, sospechas de envenenamiento por orden de Tiberio (1-2); cualidades físicas y espirituales (3); popularidad y reacciones ante su muerte (4-6); matrimonio y descendencia (7). Nacimiento de Calígula (8). Infancia y adolescencia. Calígula en Capri (9-10). Naturaleza cruel y depravada (11). Matrimonio e intrigas para asesinar a Tiberio (12).

II. CALÍGULA EN EL PODER (13-49)

Retrato de un emperador (13-21).

Alegría popular y testimonios de afecto a su llegada al poder (13-14). Comportamiento piadoso de Calígula. Honores rendidos a sus familiares. Primeras medidas de su gobierno (15-16). Consulados. Donativos y demás atenciones con el pueblo. Espectáculos públicos, tanto en Roma como fuera de ella (17-20). Obras públicas (21).

Retrato de un monstruo (22-49).

Calígula se hace venerar como un dios (22). Ultrajes a la memoria de Augusto y de Livia. Asesinato de sus familiares (23). Incestos con sus hermanas y condena de Livila y Agripina (24). Matrimonios escandalosos. Descendencia de Calígula (25). Asesinatos de amigos y allegados. Conducta reprobable con todos los órdenes del Estado (26). Principales testimonios de su crueldad (27-28). El cinismo e insolencia de sus expresiones (29-31). El sadismo de sus actos y palabras (32-33). Envidia y malevolencia (34-35). Sodomía y adulterios (36). Despilfarros y métodos ilícitos de allegar dinero (37-42). Campaña de Germania (43-46). Preparativos de su triunfo. Regreso a Roma. Amenazas contra el Senado. Proyectos de crímenes más atroces (47-49).

III. RASGOS PERSONALES DE CALÍGULA (50-55)

Características físicas. Desequilibrio mental (50). Osadía y cobardía (51). Extravagancia de su atuendo (52). Dotes de orador (53). Aficiones artísticas. Parcialidad desmedida por sus artistas preferidos. Mercedes hechas a su caballo Incitato (54-55).

IV. MUERTE DE CALÍGULA. EPÍLOGO (56-60)

Conjura definitiva contra su vida (56). Presagios relativos a su asesinato (57). Asesinato de Calígula. Fecha y edad a la que murió. Duración de su reinado. Incineración e inhumación de su cadáver (58-59). Inestabilidad de los primeros momentos (60).

Germánico, padre de Gayo César e hijo de Druso.

Su muerte se atribuyó, por otra parte, a las malas artes de Tiberio, que para ello utilizó como instrumento y agente a Gneo Pisón. Este personaje había sido puesto por entonces al frente del gobierno de Siria, y, dejando bien patente que se veía en la estricta necesidad de desagradar al padre o al hijo, infirió a Germánico, incluso cuando ya estaba enfermo, las más graves ofensas de palabra y obra, sin el menor comedimiento; por ello, cuando regresó a Roma, el pueblo estuvo a punto de hacerle pedazos y fue condenado a muerte por el Senado.

Es de sobra conocido que Germánico tuvo la suerte de poseer todas las virtudes físicas y espirituales, y en una medida mayor a la que nadie gozó jamás: una belleza y una fortaleza extraordinarias, un ingenio que sobresalía en la elocuencia y la erudición tanto en griego como en latín, una bondad excepcional, y una admirable y eficaz inclinación a granjearse la amistad de los hombres y a conquistar su afecto. La delgadez de sus piernas no guardaba proporción con su belleza, pero poco a poco logró también robustecerlas montando siempre a caballo después de comer. A menudo derrotó al enemigo en combate cuerpo a euerpo. Defendió causas incluso después de su triunfo y, entre otros testimonios de sus estudios, dejó también unas comedias griegas. Sencillo tanto en casa como fuera de ella, visitaba las ciudades libres y confederadas sin lictores. Siempre que le mostraban el sepulcro de personajes ilustres hacía ofrendas a sus manes. Para dar una sepultura común a los restos antiguos y dispersos de los muertos en el desastre de Varo.

El fruto que obtuvo de semejantes virtudes fue muy productivo, pues se vio tan apreciado y querido por los suyos que Augusto —para no hablar de sus demás parientes— estuvo largo tiempo dudando si designarlo su sucesor, y luego lo hizo adoptar por Tiberio; gozó asimismo de tanta popularidad que, según el testimonio de muchos escritores, cada vez que llegaba a algún sitio o salía de él, era tan grande el número de personas que acudía a su encuentro o le escoltaba para despedirlo, que más de una vez corrió peligro de perder la vida; cuando regresaba de Germania después de haber sofocado la rebelión, las cohortes pretorianas salieron en bloque a su encuentro, aunque se les había dado orden de que sólo dos abandonaran la ciudad, y el pueblo romano, sin distinción de sexo, edad ni condición, afluyó en masa hasta la vigésima piedra miliar.

Con todo, los juicios más importantes y firmes sobre su persona se pusieron de manifiesto en el momento de su muerte y después de ella. El día que murió, los templos fueron apedreados, los altares de los dioses derribados, y algunas personas tiraron a la calle sus lares familiares o expusieron a los hijos que sus esposas acababan de darles. Aún más, cuentan incluso que los bárbaros que sostenían guerra entre ellos o contra nosotros convinieron una tregua, como si se hallaran sumidos en un duelo nacional y común a todos; y que incluso el rey de reyes.

En Roma, la población, que se había quedado estupefacta y llena de consternación a la primera noticia de su enfermedad, se hallaba a la espera de las siguientes nuevas, cuando, de repente, ya por la tarde, se propagó al fin el rumor, nadie sabe de qué fuente, de que se había restablecido; el pueblo entonces acudió en masa al Capitolio desde todos los puntos de la ciudad con antorchas y víctimas, las puertas del templo estuvieron a punto de ser arrancadas para que ningún obstáculo pudiera retrasar sus deseos vehementes de cumplir sus votos, y Tiberio fue sacado de su sueño por los gritos de la multitud exultante, que cantaba a coro por toda la ciudad:

Roma está salvada, la patria está salvada, Germánico está a salvo.

Cuando al fin se hizo público que había muerto, no hubo consuelo ni edicto capaz de reprimir el duelo del pueblo, que se prolongó incluso durante los días festivos del mes de diciembre. La gloria y la añoranza del difunto se vieron aún acrecentadas por la atrocidad de los tiempos que siguieron, pues todos opinaban, con razón, que el respeto y el temor que le inspiraba a Tiberio habían sido la causa de que éste reprimiera su crueldad, que estalló acto seguido.

Germánico tuvo por esposa a Agripina.

Gayo César nació la víspera de las calendas de septiembre, durante el consulado de su padre y de Gayo Fonteyo Capitón entre los tréveres, en el pueblo de Ambitarvio, más allá de Coblenza; este último autor añade además, como prueba de ello, que puede verse en aquel lugar un altar con esta inscripción: «En honor del parto de Agripina». Unos versos divulgados cuando él ya era emperador indican que fue dado a luz en los cuarteles de invierno de las legiones:

Nacido en el campamento, criado entre las armas patrias,

estos hechos ya presagiaban que sería designado emperador.

Por mi parte, encuentro en las actas que nació en Ancio. Plinio refuta a Getúlico acusándole de haber mentido por adulación, para tomar incluso de la ciudad consagrada a Hércules algún dato que añadir a las alabanzas de un príncipe joven y ávido de gloria, y de haberse atrevido aún más a ello por el hecho de que, aproximadamente un año antes, Germánico había tenido un hijo en Tíbur, llamado también Gayo César, cuya niñez llena de gracia y muerte prematura hemos mencionado anteriormente, pues se hallaba hastiado de Roma.

Debió su sobrenombre de Calígula a una broma castrense, pues se le educaba entre soldados y llevaba su misma vestimenta.

Acompañó también a su padre en su expedición a Siria.

Con todo, ni siquiera por entonces podía reprimir su naturaleza cruel y depravada, y así, asistía con enorme placer a las torturas y castigos de aquellos que habían sido entregados al suplicio, se lanzaba de noche a orgías y adulterios disfrazado con una peluca y un largo manto, y sentía una afición exagerada por las artes escénicas de la danza y el canto; Tiberio lo toleraba todo de buen grado, con la esperanza de que estas diversiones lograran dulcificar su fiero carácter, pues el perspicaz anciano lo tenía bien calado y a veces auguraba que Gayo vivía para su ruina y la de todos, o que él estaba criando una hidra para el pueblo romano y un Faetonte para el universo.

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