Platón - Diálogos IV
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Muy probablemente la República sea la obra más importante de Platón. En ella se nos presenta la teoría metafísica de las Ideas en algunos de sus principales aspectos, y, por primera vez, estratificada mediante una jerarquización que coloca a la Idea del Bien en su cúspide. Allí el pensamiento ético de su juventud y madurez recibe fundamentación metafísica, a través de la misma Idea del Bien. Allí se enuncia por primera vez en Grecia una teoría de la ciencia que, junto con su desarrollo por Aristóteles, influyó decisivamente en la axiomática euclideana. También por primera vez se formulan allí planteamientos teológicos (recuérdese que la primera aparición literaria que conocemos del vocablo theologia es la de Rep. II 379a) y se bosqueja una preceptiva estética que, como toda su propuesta política, continúa siendo motivo de polémica todavía a fines del siglo xx. Allí encontramos toda una concepción antropológica de la cual ha derivado no sólo uno de los conceptos acerca del hombre que más arraigo han tenido en Occidente, sino también un punto de partida para la evolución de la psicología, a la cual también aporta ricos retratos psicológicos que configuran los primeros intentos teóricos de caracterología. Y no en último término, ciertamente, debemos colocar su teoría de la educación y su concepción de la sociedad.
Piénsese, por otra parte, que el tratamiento de tal multiplicidad temática no agota, ni con mucho, lo que Platón tenía para decirnos —ni siquiera en el momento mismo de la composición de la obra— sobre cada uno de esos temas, como lo podemos deducir de un somero examen de lo que en obras anteriores había dicho sobre esos tópicos, lo cual está a menudo implicado en la República.
Por estos motivos no resulta posible dar cabida en esta Introducción a un estudio que pretendiera abarcar, aun muy sintéticamente, la totalidad o siquiera una buena parte de los puntos que merecen una llamada de atención al lector, para que se detenga sobre ellos al enfrentar el libro. De este modo, nos limitaremos a incluir aquí —además de algunas consideraciones sobre la composición de la obra—, breves estudios sobre tres de los principales temas que surgen en su lectura; y antes de esos estudios presentaremos una síntesis del contenido, con el propósito de facilitar al lector principiante el buen manejo de una obra de tales dimensiones.
A menudo han sido distinguidas cinco secciones en la composición de la República: una integrada sólo por el libro I, que constituye un verdadero diálogo socrático cuyo tema es la justicia; otra, compuesta por los libros II al IV, donde se traza el proyecto político propiamente dicho de Platón; una tercera que incluye los libros V a VII, y que es la sección más estrictamente filosófica de la obra; una cuarta que conforman los libros VIII y IX, en la que se exponen los diversos tipos de constituciones políticas posibles, con su probable origen y desenlace, y los tipos correspondientes de hombres que suponen; finalmente, la sección que constituye el libro X, con una suerte de apéndice sobre la poesía y un mito escatológico que corrobora lo dicho acerca de las recompensas que recibe el justo.
Aunque la obra tiene unidad, se advierten cambios de argumentación, interrupciones o regresos a puntos ya tratados, de un modo tal, que sugieren que Platón ha sentido necesidad de tratar nuevamente algo o de recomenzar la obra sin suprimir lo anterior o de interrumpir el tratamiento de un punto para aclarar otro, etc. Entre los casos más llamativos podemos mencionar el evidente hiato entre los libros I y II, tras el cual (con las palabras «creía haber puesto fin a la conversación») se prosigue un diálogo que parecía concluido, pero con nuevos interlocutores, que continúan en este papel hasta el final de la obra. Al comienzo del libro V se produce una interrupción de Adimanto, pero, a diferencia de otras interrupciones, ésta no hace avanzar la discusión anterior, sino que, a propósito de un punto apenas rozado antes (la comunidad de mujeres y de niños), constituye una digresión, que sólo cede lugar luego ante la problemática filosófica más importante de la obra. El tema iniciado al final del libro IV (la descripción de los tipos de organizaciones políticas) queda así relegado hasta que se retoma al comienzo del libro VIII. Finalmente, cuando uno pensaría, al término del libro IX, que sólo debería esperar a continuación un mito escatológico, al comienzo del X Platón vuelve sobre la poesía —de la que se había ocupado ampliamente en II-III—, en una exposición que no guarda relación con lo que ha antecedido ni con lo que le seguirá.
Para explicar aunque sea parcialmente hechos como los que acabamos de ejemplificar, se han elaborado cuando menos tres hipótesis: 1) ha habido, en vida de Platón, dos ediciones de la República: una que vio la luz no más tarde del año 390 a. C. y que comprendía el libro I íntegro, lo esencial de los actuales II-IV, el comienzo del V y algunas páginas relativas a la educación superior, que hoy tenemos en los libros VI y VII; y una segunda edición, alrededor del 370, en la que el material fue reelaborado, quedando de la manera en que lo conocemos hoy; 2) el libro I fue publicado como obra independiente, con el título Trasímaco, alrededor del 390, antes que el Gorgias, que significó una reelaboración del Lema —mejor desarrollado—, por lo cual Platón optó por integrar el Trasímaco en una obra de mayores alcances, que es la que ha llegado hasta nosotros; 3) la República fue compuesta a lo largo de dos décadas a partir, aproximadamente, del 390; no necesariamente las partes concluidas de la obra fueron editadas en seguida de ser escritas, y su orden ha sido el mismo que conocemos nosotros, con la excepción de que aparentemente los libros VIII y IX fueron compuestos a continuación del IV, y sólo más tarde los V-VII y el X.
Es esta tercera hipótesis —que fue C. F. Hermann el primero en sostenerla, en 1839, aunque no exactamente en los mismos términos en que acabamos de formularla— la que aquí aceptamos, dado que nos sirve para explicar las dificultades que hemos visto sin la precariedad de las otras dos. La idea más arriesgada que presenta es la de que los libros V a VII fueron redactados después de los VIII y IX; y aun no se trata de una conjetura forzosa. Desarrollemos, pues, esta hipótesis.
El libro I no debe haber sido compuesto antes del año 390: en esto concordamos con las dos hipótesis que rechazamos; su estructura, en efecto, no es la misma que la de los primeros diálogos llamados «socráticos»; ni siquiera puede decirse que sea estrictamente aporético, puesto que la refutación de la tesis formulada por Sócrates aparece sólo al comienzo del libro II, en forma de objeciones. Es difícil establecer si Platón lo compuso como introducción a la obra, contando ya con un plan para toda ella, o si lo escribió pensando en editarlo independientemente. Nosotros nos inclinamos por una conjetura en cierto modo intermedia: Platón habría tenido el propósito, al escribir este primer libro, de componer una obra de una extensión no mayor que el Gorgias sobre la justicia, sobre la cual ya tenía en mente, al terminar el libro I, objeciones como las que al comienzo del II formulan Glaucón y Adimanto, y réplicas a éstas como las que les hace en el libro IX, pasando por una caracterización de la justicia similar a la que traza al final del IV (aunque probablemente sin la concepción de un alma tripartita, que parece corresponder a algún momento posterior al Fedón). De este modo, los libros II al IV habrían implicado una doble innovación con respecto al plan inicial de la obra: la tesis del alma tripartita, por un lado, y, sobre todo, la idea de buscar en la sociedad un concepto de justicia válido también para el individuo, idea que permite impulsar la indagación acerca del mejor Estado posible, y que implica forjar un proyecto político. Ambas concepciones, por tanto, surgirían posteriormente al primer viaje a Italia y a Sicilia (388/387) y a la composición del
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