Platón - Diálogos V
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Traducción y notas de
M.ª ISABEL SANTA CRUZ
1. Ubicación del diálogo
El Parménides marca una ruptura y, a la vez, sirve de transición entre los diálogos medios o de madurez y los tardíos. Marca una ruptura, porque en él se formulan una serie de objeciones a las Formas y a su relación con las cosas, tal como han sido presentadas en los diálogos de madurez, particularmente en el Fedón y en la República. Sirve de transición, porque en él se ofrecen los elementos para la solución de las dificultades planteadas, y se abre así el camino para el Sofista.
El Parménides es el primero de un conjunto de cuatro diálogos —Parménides, Teeteto, Sofista, Político— que están ligados por varias referencias cruzadas y por un nuevo interés en la filosofía eleata. Fue escrito por la misma época que el Teeteto —con el que tiene una afinidad estilística muy grande—, alrededor del 369/368 a. C. Es muy posible que la composición del Parménides haya precedido a la del Teeteto, y, por lo demás, Platón mismo sugiere que sean leídos en ese orden.
Este diálogo es, sin duda, uno de los más difíciles. Aunque los argumentos están perfectamente concatenados y, con una atenta lectura, pueden seguirse sin mayores tropiezos, la gran dificultad radica en determinar qué relación guardan entre sí las diferentes secciones y cuál es el propósito de cada una de ellas y de la obra en su conjunto. La tercera parte, en especial, ha sido objeto de múltiples y dispares interpretaciones y ha representado por siglos, al decir de A. Capizzi, «la bestia negra de todos los estudiosos de Platón.
El estilo narrativo empleado es complejo y peculiar. Como en el Banquete, el narrador no ha estado presente en la conversación original. Pero, a diferencia del Banquete, el narrador está alejado en tercer grado de la conversación que narra, a la manera del pintor que copia una imagen de la verdadera realidad. En efecto, Céfalo cuenta el relato que le hizo Antifonte, quien, a su vez, lo oyó de Pitodoro, que estuvo presente en la conversación mantenida una vez por Sócrates, Zenón y Parménides. El estilo narrativo no es casual, y Platón logra el efecto que, sin duda, se propone: situar la conversación en un pasado remoto y darnos la impresión del mucho tiempo transcurrido desde aquel entonces en que, en Atenas, para unas Grandes Panateneas, un Sócrates muy joven y aún inexperto se enfrentó con el anciano Parménides, venerable y temible, y con su secuaz, Zenón. La conversación es del todo ficticia; pero también es una ficción literaria el encuentro en Atenas: a él se alude en Teeteto 183e y es recordado en Sofista 217c, en términos que sólo pueden referirse al diálogo Parménides y no a un hecho histórico. Cuatro son los personajes principales: Sócrates, Parménides, Zenón, y un Aristóteles, de quien se dice que formó parte de los Treinta y que, en el momento de la conversación, era aún más joven que Sócrates; su función se limita a acompañar, con sus lacónicas respuestas, las trabajosas demostraciones que hace Parménides en la tercera sección del diálogo.
2. Estructura y contenido del diálogo
La estructura del diálogo es clara: un prólogo y tres partes netamente reconocibles y de extensión desigual. El hilo conductor que recorre todo el diálogo y permite conectar entre ellas las distintas secciones es, a nuestro juicio, el problema de la unidad y la multiplicidad.
PRÓLOGO (126a-127d)
Céfalo narra su encuentro con Antifonte y relata lo que éste oyó contar a Pitodoro. Circunstancias del encuentro de Sócrates con Zenón y Parménides.
PRIMERA PARTE (127d-130a)
Sócrates y Zenón. Dificultades de la multiplicidad.
1) La paradoja de Zenón sobre la multiplicidad (127d-128e).
2) La solución de Sócrates a la paradoja de Zenón (128e-139a).
SEGUNDA PARTE (130a-135d)
Parménides y Sócrates. Dificultades de la multiplicidad y la unidad involucradas en:
1) La extensión del ámbito de las Formas (130a-131a).
2) La relación entre las Formas y los particulares:
a) Participación de los particulares en la Forma y presencia de la Forma en los particulares (131a-132a).
b) La Forma como unidad sobre la multiplicidad de particulares. El «tercer hombre» (132a-132b).
c) La Forma como unidad conceptual de los particulares (132b-132d).
d) La Forma como paradigma y los particulares como semejanzas. El «segundo tercer hombre» (132d-133a).
3) La no relación entre las Formas y los particulares. Incognoscibilidad de las Formas (133a-135a).
4) Conclusión:
a) Necesidad de las Formas (135a-135c).
b) Necesidad del entrenamiento dialéctico (135c-d).
TERCERA PARTE (135d-166c)
Parménides y Aristóteles. Dificultades de la unidad.
1) Caracterización del método dialéctico (135d-137b).
2) Desarrollo de las dos hipótesis sobre la unidad (137b-166c):
I. Hipótesis positiva: «si lo uno es» (137c-160b)
A) Consecuencias para lo uno:
1. si lo uno es (137c-142b)
2. si lo uno es (142b-157b).
B) Consecuencias para los otros:
3. si lo uno es (157b-159b)
4. si lo uno es (159b-160b).
II. Hipótesis negativa: «si lo uno no es» (160b-166c)
C) Consecuencias para lo uno:
5. si lo uno no es (160b-163b)
6. si lo uno no es (163b-164b).
D) Consecuencias para los otros:
7. si lo uno no es (164b-165e)
8. si lo uno no es (165e-166c).
III. Conclusión general de las dos hipótesis (166c).
3. La paradoja de Zenón (127d-130a)
El enunciado de la paradoja tiene una estructura válida y su forma lógica es la del modus tollens: si hay multiplicidad, las mismas cosas deben ser semejantes y desemejantes; es imposible que las semejantes sean desemejantes y que las desemejantes sea semejantes; en consecuencia, no hay multiplicidad.
Zenón procede dialécticamente no sólo para destruir la posición, generalmente admitida, de que hay multiplicidad, sino también para probar que hay unidad. Así entiende Sócrates el propósito de Zenón, y así lo declara el propio Zenón: sus argumentos constituyen una defensa de la afirmación parmenídea, ridiculizada por quienes sostienen la multiplicidad. La paradoja, que parece dirigida contra todo tipo de multiplicidad, es elíptica, y no se dice por qué, si hay multiplicidad, las mismas cosas deben ser semejantes y desemejantes, ni se aclara tampoco por qué ello es imposible. En este argumento hay supuestos no explicitados, que pueden descubrirse a partir de la solución que da Sócrates a la paradoja. Si hay múltiples cosas, dado que son múltiples, debe haber entre ellas diferenciación, y, en tal sentido, son desemejantes. Pero, en la medida en que todas ellas son desemejantes, poseen todas una misma afección —la de ser desemejantes— y, por ello mismo, son semejantes. Pero ¿por qué esto es imposible? Sólo puede comprenderse la imposibilidad de la coexistencia de semejanza y desemejanza si se advierte el supuesto que aquí está en juego: la indistinción entre cosa y propiedad, entre sujeto y predicado.
La solución que ofrece Sócrates apunta a destruir ese supuesto. No hay inconveniente alguno para que una cosa posea simultáneamente propiedades contrarias, como la semejanza y la desemejanza, si distinguimos las cosas, las Formas y las propiedades que esas cosas poseen por participar de las Formas. Al trazar esta distinción, no resulta absurdo que una misma cosa pueda recibir propiedades contrarias, por participar de Formas contrarias. Unidad y multiplicidad no se excluyen mutuamente: yo soy simultáneamente uno y múltiple, y eso nada tiene de extraño. Sócrates subraya, sí, lo prodigioso que sería que pudiera mostrarse que las Formas en sí mismas admitieran mezclarse y discernirse. Prodigioso, pero no imposible ni absurdo. La tercera parte del diálogo retoma esa dificultad.
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