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Platón - Diálogos IX

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Platón Diálogos IX
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    Diálogos IX
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Platón Diálogos IX Leyes Libros VII-XII Biblioteca Clásica Gredos - 266 ePub - photo 2

Platón

Diálogos IX

Leyes (Libros VII-XII)

Biblioteca Clásica Gredos - 266

ePub r1.0

Titivillus 23.02.17

Título original: Νόμοι

Platón, 400 a. C.

Traducción, prólogo y notas: Francisco Lisi

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

PLATÓN de Atenas dice Diógenes Laercio era hijo de Aristón de Atenas su - photo 3

PLATÓN de Atenas dice Diógenes Laercio era hijo de Aristón de Atenas su - photo 4

PLATÓN de Atenas, dice Diógenes Laercio, era hijo de Aristón de Atenas; su madre, Perictione o Potona (Petona), descendía del gran legislador Solón, por Drópidas, hermano del legislador y padre de Critias, que tuvo por hijo a Calescro. De este último nació Critias, uno de los treinta tiranos, y Glaucón; de Glaucón, Cármides y Perictione madre de Platón. También era Platón descendiente en sexto grado de Solón, suponiéndose éste mismo procedente de los dioses Neleo y Neptuno. Se pretende igualmente que su padre contaba entre sus antepasados a Codro, hijo de Melanto, uno de los descendientes de Neptuno, después del comandante y político ateniense Trasilo. Según un rumor acreditado en Atenas, y reproducido por el filósofo académico Espeusipo en el Banquete fúnebre, por el peripatético Clearco de Solos en el elogio de Platón, y por el neopitagórico Anaxílides de Larisa en el segundo libro de los Filósofos, deseando Aristón consumar su unión con Perictione, que era muy hermosa, no pudo conseguirlo; renunció entonces a sus tentativas, y vio al mismo Apolo en los brazos de su mujer, lo que le obligó a no unirse a ella hasta el fin de su matrimonio.

Platón nació, según las Crónicas del gramático e historiador Apolodoro de Atenas, en el primer año de la olimpiada 88, séptimo del Targelión (el mes de mayo), día en que los habitantes de Delos creen que nació Apolo. Murió en un convite de boda, según el biógrafo Hermipo de Esmirna, el primer año de la olimpiada a la edad de 81 años. El historiador Neantes de Cícico pretende que murió a la edad de 84 años.

Platón enseñó por lo pronto en la Academia, y después en un jardín cerca de Colono, por testimonio de Heráclito de Éfeso, citado por Alejandro Polímata en Las Sucesiones. No había renunciado aún a la poesía, y se preparaba a disputar el premio de la tragedia en las fiestas de Dionisio el Tirano, cuando oyó a Sócrates por primera vez, contando entonces 27 años.

Después de la muerte de Sócrates siguió las lecciones del filósofo escéptico Crátilo, discípulo de Heráclito, y las de Hermógenes, filósofo de la escuela de Parménides. A la edad de 28 años, según el académico Hermodoro de Éfeso, se retiró a Megara cerca del filósofo socrático Euclides de Megara, con algunos otros discípulos de Sócrates; después fue a Cirene a oír a Teodoro el matemático, y de allí a Italia cerca de los pitagóricos Filolao y Eurito de Tarento. Pasó en seguida a Egipto para conversar con los sacerdotes.

Platón tuvo al mismo tiempo intención de visitar a los magos; pero la guerra que desolaba el Asia se lo impidió. De vuelta a Atenas, se puso a enseñar en la Academia; gimnasio plantado de árboles y llamado así por el nombre del héroe Academo, como lo atestigua el poeta y comediógrafo ateniense Eupólis en Los soldados libertados: «Bajo los paseos sombríos del Dios Academo».

Ya hemos dicho cómo murió. Favorino, en el tercer libro de los Comentarios, refiere este suceso como acaecido en el tercer año del reinado de Filipo II de Macedonia. Teopompo habla de las reprensiones que este príncipe le dirigió. El historiador romano Misoniano, por otra parte, refiere un proverbio citado por el filósofo judío Filón de Alejandría, del cual debía resultar que Platón había sucumbido a consecuencia de una enfermedad pedicular. Sus discípulos le hicieron magníficos funerales y le enterraron en la Academia, donde había enseñado durante la mayor parte de su vida, y de la que ha tomado su nombre la escuela platónica.

Notas

[1] Cf. II 653b-c.

[2] Cf. infra, 793a-d.

[3] En el pasaje, Platón utiliza la palabra nómos en su doble significado de ‘ley’ y costumbre’. Por ello, habla de infracción de la ley para referirse también a la desviación del hábito o de la costumbre.

[4] Cf. VI 780a.

[5] Cf. I 643c-d, 644a-b; II 653b-c, 673a.

[6] Una teoría semejante del efecto del movimiento en el cuerpo se encuentra en Timeo 88b-89c.

[7] Cf. VI 780a.

[8] 788d-789d.

[9] Los coribantes o asistentes de la diosa de origen asiático Cibeles, que se solía identificar con Rea, la esposa de Cronos, eran grupos de flautistas y danzarines que entraban en éxtasis y se habían afincado en Atenas desde época temprana. También se los solía identificar con los curetes cretenses y los cultos báquicos. Cf. Ion 533e-534a, 536a; Critón 54d; Banquete 215e-216a; EURÍPIDES, Las bacantes 120-129 ROSE, págs. 170 s.; W. FAUTH, «Kureten», KlP, 3, cois. 379 s.

[10] Cf. ARISTÓTELES, Política 1342b4-6, sobre la relación de la música de flauta con el estado de frenesí de las bacantes.

[11] La traducción conserva el texto de los manuscritos, entendiendo h e tôn ekphrón o n Bakcheí o n iáseis (teloûsa), cf. d4-5 hai perì tà tôn Korybánt o n iámata teloûsai. Esta braquilogía permite conservar la lectura de los manuscritos y da una construcción mucho más griega que las propuestas (pace T. J. SAUNDERS, Notes…, págs. 50 ss., cuya interpretación es imposible refutar en detalle aquí). BURNET entiende el texto de manera similar a la que propongo aquí, aunque supone katauloûsa en lugar de teloûsa y toma tôn ekphrón o n Bakcheí o n como genitivo de definición (E. B. ENGLAND, Laws…, II, pág. 240). Contra esa lectura puede alegarse que ekphrón o n es redundante, además de que su significado no lo hace sinónimo de manikós o similar, tal como se lo interpreta habitualmente. Por otra parte, se encuentra aplicado normalmente a las bacantes (LUCIANO, Baco 1; Antología Palatina VI 220, 2) y el mismo PLATÓN lo refiere a los poetas (Ion 534b5), en un contexto en el que son comparados con las bacantes (cf. 534a4). Por tanto, la lectura propuesta parece ser la más natural, la que confirman también los errores de traducción de A. DIÉS, Lois…, del que dependen, como es habitual, J. M PABÓN, M. FERNÁNDEZ-GALIANO, Leyes…, II, pág. 5. Por otra parte, si bien kataulé o puede construirse con acusativo, en la frase anterior se encuentra con régimen de genitivo, por lo que parecería más lógico establecer un paralelismo con la frase que se propone aquí. Difícilmente taút e s tês kin é se o s de e3 pueda ser referido a un hipotético iásei anterior. Para mantener el paralelismo entre las madres y las sacerdotisas ha escrito Platón el singular, para evitar precisamente que se confundiera el artículo del sujeto con el objeto de la construcción (cf. G. MÜLLER, Aufbau…, pág. 78, semejante posición por razones no científicas). Eso es lo que hace la corrección de la Aldina la más griega de todas, pero imposible.

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