INTRODUCCIÓN
V IDA DE P LATÓN
Pocos son los datos biográficos seguros acerca del autor de L A R EPÚBLICA . Sabemos que nació hacia el 427 a. C. en el seno de una ilustre familia de la aristocracia ateniense. Su padre se llamaba Aristón y su madre, Perictíone. Tuvo dos hermanos, Adimanto (el primogénito) y Glaucón, y una hermana, Potone, uno de cuyos hijos, Espeusipo (sobrino, pues, del filósofo), llegó a ser su sucesor al frente de la Academia, la escuela por él fundada hacia el 387 a. C. Tras haber recibido una selecta educación, tanto física como intelectual, que le permitió, por una parte, lograr la victoria en una prueba juvenil de los Juegos Ístmicos y adquirir, por otra, vastos conocimientos de música, poesía, artes plásticas y matemáticas, participó en la última fase de la guerra del Peloponeso que enfrentaba a las respectivas coaliciones de Esparta y de Atenas, a la vez que iniciaba su carrera literaria como poeta.
Hacia el año 406 se produjo el acontecimiento decisivo de su vida, al trabar amistad con Sócrates y pasar a formar parte del círculo de sus discípulos, lo que orientó su actividad hacia aquel tipo de investigación teórico-práctica que él mismo llegó, si no a bautizar, sí al menos a popularizar bajo el nombre de filosofía, que etimológicamente podríamos traducir, según las versiones, como «amor al saber», «dedicación al saber» o, quizá más profundamente, «identificación con el saber» (expresión que, como veremos, refleja mejor la proyección moral que tiene para Platón esa forma privilegiada de conocimiento).
Tras la muerte (399 a. C.) de Sócrates en un proceso montado por ciertos sectores intolerantes del partido demócrata, que acababa de recuperar el poder tras el paréntesis de la tiranía oligárquica de los Treinta, Platón pasa doce años dedicado a una serie de actividades de las que no nos ha llegado apenas noticia, salvo la de unos probables viajes a Egipto, Creta y Magna Grecia, en los que parece que anudó lazos de amistad con ciertos sabios, entre ellos el famoso matemático pitagórico Arquitas de Tarento (primero en resolver geométricamente el problema de obtener la media proporcional entre dos segmentos dados).
En 388 viaja a Siracusa, intimando con el que será desde entonces su amigo más entrañable, Dión. Éste, emparentado con el tirano de la ciudad, Dionisio el Viejo, y entusiasmado con la filosofía de su nuevo amigo, trata de introducirlo en el círculo de los consejeros de Dionisio. Pero éste se deshace de Platón y de sus molestas exhortaciones político-morales haciendo que lo vendan como esclavo en la isla de Egina, por entonces en guerra con Atenas.
Rescatado por un tal Aníceris, vuelve a Atenas y funda lo que llegaría a ser el prototipo de las futuras universidades: la escuela de la Academia, donde parece que permaneció durante otros veinte años parcos en noticias, dedicado a la enseñanza, el debate y la plasmación por escrito de sus ideas en obras de un género que con él alcanzó la cumbre de la perfección estética y la riqueza conceptual: el diálogo (entre ellas, nuestra R EPÚBLICA ).
Pero en 367 recibió una invitación de su amigo Dión para volver a Siracusa a educar al hijo y sucesor de Dionisio, Dionisio el Joven, en las teorías políticas y morales expuestas en el susodicho diálogo, a fin de hacer realidad el proyecto de que fueran los filósofos quienes gobernaran (mediante el expediente, al menos, de que los gobernantes se hicieran filósofos, ya que no parecía factible el camino inverso, a saber, que los filósofos llegaran a gobernantes). Esta experiencia, pese a la mejor disposición inicial del nuevo tirano, fue tan poco afortunada como la primera en cuanto al objetivo buscado, con el agravante de que se saldó con el destierro de Dión. Al cabo de un año, Platón regresó a Atenas, desolado, y por cinco años más se entregó plenamente a las actividades de la Academia, entre cuyos miembros se contaba el desterrado Dión.
A instancias de éste, que creía haber detectado un cambio de actitud en Dionisio, Platón volvió por tercera y última vez a intentar realizar su ideal ético-político, el año 361. Pero el resultado final fue tan negativo como las dos veces anteriores y, tras una visita a Arquitas en Tarento, regresó a Atenas mediado el 360 para no volver a abandonarla. En relación con sus experiencias como reformador político le cupo aún la amargura de conocer el asesinato de Dión en 353 cuando, tras librar a su ciudad de la tiranía, trataba de instaurar el régimen platónico. Seis años más tarde, el 347, moría el propio Platón, a los ochenta y uno de una vida hasta el final pletórica de energía y actividad intelectual.
O BRA DE P LATÓN
Los comentaristas antiguos hacen referencia a cincuenta y siete títulos de obras de Platón, todas conservadas, entre ellas trece cartas y treinta y cinco diálogos divididos en nueve tetralogías. De aquellas, la mayor parte deben considerarse apócrifas, así como los diálogos Minos, Téages, Epinomís y Clitofonte, aparte de otros seis dudosos. Tendríamos así un conjunto de veinticinco diálogos auténticos para cuya datación (sólo relativa, pues la absoluta es prácticamente imposible) es costumbre distinguir diversos períodos (variables según los autores) que, en líneas generales, se pueden agrupar en las etapas siguientes:
a) Una época de juventud, en que todavía está fresca la influencia directa del maestro Sócrates (y cuyos diálogos más representativos desde el punto de vista filosófico son, seguramente, el Protágoras y el Menón).
b) Una época de madurez culminada con nuestra REPÚBLICA, a la que acompañan los célebres Simposio, Fedón, Fedro, Parménides y Teeteto.
c) Una época de vejez, cuyos frutos más importantes son el Filebo, el Timeo y Las leyes.
La presencia y el protagonismo de Sócrates en esos diversos diálogos van decayendo con el tiempo (salvo una postrera reaparición en el Filebo), a la par que lo va haciendo también la estructura propiamente dialógica, que en las últimas obras da paso a prácticos monólogos apostillados de vez en cuando por muestras de asentimiento de un interlocutor casi totalmente pasivo.
En cuanto a la sustancia de las ideas expuestas, no es exagerado afirmar que contienen, más o menos explícitos, todos los grandes temas de la filosofía posterior, presididos por un par de motivos centrales recurrentes, a saber:
1) En filosofía práctica, la identificación última de la felicidad con la