Mestrio Plutarco - Obras Morales y de Costumbres IV
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- Libro:Obras Morales y de Costumbres IV
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- Editor:ePubLibre
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- Año:0120
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Obras Morales y de Costumbres IV: resumen, descripción y anotación
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El volumen IV de los Moralia consiste en las Charlas de sobremesa (Quaestiones convivales), pertenecientes al género del simposio cuyo máximo exponente es El banquete platónico. En nueve libros, Plutarco escenifica una serie de diálogos entre personajes de variada cultura y formación, aunque siempre por encima de un mínimo, en el que se tratan los más variados asuntos, que la crítica ha catalogado y distribuido de la siguiente manera: un tercio relacionados con las ciencias naturales y la medicina, un tercio concernientes a la gramática y la historia, y el resto repartidos entre astronomía, psicología, poesía, mitología, filología, música y demás disciplinas. Esta riqueza temática, que mantiene concentrada la atención del lector, se corresponde con la variedad estilística, pues Plutarco ensaya los tratamientos más heterogéneos: el diálogo con detalles sobre los participantes, las diatribas, los monólogos extensos y los apuntes impresionistas, todo ello en medio de una abundancia de personajes que se aparta del modelo platónico, donde más bien se da una contención en el número de contertulios. En las Charlas de sobremesa Plutarco ha alcanzado su estilo de madurez, y se muestra dueño de sus recursos expresivos y compositivos, al tiempo que se confirma seguidor, en lo esencial, de la doctrina platónica, y contrario a la retórica, la sofística y el epicureísmo.
Mestrio Plutarco
Biblioteca Clásica Gredos - 109
ePub r1.0
Titivillus 28.03.16
Título original: Ἠθικά Ethikà
Mestrio Plutarco, 120
Traducción, introducción y notas: Francisco Martín García
Diseño de cubierta: Piolin
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
(Quaestiones convivales)
De todas las obras relacionadas con el tema simposíaco posteriores a las de Platón y Jenofonte hasta el siglo I d. C., la de Plutarco, con todas las modificaciones que haya podido sufrir el género convival en el transcurso de más de cuatro siglos, es la única que se nos ha transmitido casi completa; pues, si exceptuamos la pérdida de una serie más bien pequeña de cuestiones, el resto lo conservamos en un estado bastante aceptable.
Muy variado es el repertorio de temas tocados por nuestro autor a lo largo de los nueve libros que componen su obra: casi un tercio corresponde al ámbito de las ciencias naturales y de la medicina, otro tercio a temas gramaticales e históricos, y, además de ello, no faltan los astronómicos, psicológicos, poéticos, mitológicos, filológicos, musicales, los referentes al orden y decoro en los banquetes y algunos otros más.
Heterogéneo también es el tratamiento formal de las cuestiones: unas se nos presentan en forma dialogada con todo lujo de detalles, como pueden ser la indicación del lugar y fecha en que se celebró el banquete y los nombres del anfitrión y asistentes, a veces bien caracterizados; en tanto que otras añaden a una carencia total de estos datos el carácter de diatribas o de largos monólogos (por ej. I 3, V 1, 2, 9, VI 1, 9, 10, VIII 5, y IX 1, donde el diálogo parece completamente olvidado; monólogos sensu stricto son II 1, III, 9 y IX 13; las demás conservan, al menos, la apariencia de un diálogo).
Sin embargo, a pesar de las referidas diferencias formales, existe algo en lo que casi todas las cuestiones muestran una coincidencia unánime: su estructura, cuyo estudio emprendemos al objeto de fijar la unidad interna de la obra, el o los modelos que sirven de base a Plutarco en su composición, la finalidad perseguida y, finalmente —y si ello es posible—, determinar en qué medida el autor de las Vidas Paralelas refleja conversaciones auténticamente mantenidas en el círculo de sus amigos y familiares.
Tal tipo de análisis estructural, en lo que al de Queronea se refiere, no es del todo novedoso, pues ya C. Kahle lo ensayó a principios de siglo con notable éxito, si bien prestando mayor atención a otros diálogos plutarquianos que a la obra que ahora nos ocupa. De ahí, pues, nuestro interés por completar esta parcela en los estudios de Plutarco.
Un gran número de cuestiones se suelen iniciar con una breve información.
En toda esta escenografía, bien montada por lo general, resultan chocantes cuatro casos: el primero y menos relevante se encuentra en VII 10, en cuyo inicio se habla de unas ruidosas conversaciones, sosegadas al fin, cuando en la cuestión anterior todo había transcurrido con absoluta calma. Un despiste por parte del autor supone VI 3, ya que silencia el nombre del anfitrión en un banquete iniciado dos cuestiones antes. Los dos últimos y más graves son VI 3, donde Lamprias, abuelo de Plutarco, acusa a su hijo de haber preparado un banquete sin orden ni concierto, lo que en realidad corresponde a su nieto Timón, el anfitrión en I 2, y, finalmente, II 6, donde se nos dice que, en los jardines de Sóclaro, Plutarco y el cortejo de invitados contemplaron los más insólitos tipos de injertos en árboles frutales, cuando en la actualidad sabemos que dentro de la arboricultura los mencionados injertos son imposibles, y cuesta trabajo admitir la hipótesis de Z. Abramowiczówna, según la cual se trataría de una broma del jardinero de Sóclaro.
Plutarco, al contrario que Platón, opera con un número muy elevado de personajes, circunstancia ésta que en no pocos casos desorienta al lector. Ello, no obstante, como dentro de una cuestión concreta rara vez emplea más de tres o cuatro, nos permite esbozar en líneas generales la estructuración de las distintas secuencias que se van sucediendo a lo largo de cualquier cuestión.
La primera secuencia se destina, por lo normal, a la exposición de opiniones ingenuas, vulgares o extremistas, y de teorías científicas o filosóficas, o bien defendidas por rétores, gramáticos, médicos y representantes de las escuelas peripatética, estoica o epicúrea, esta última, como es sabido, la más opuesta a Platón.
Si se considera que otra intervención basta para zanjar el tema discutido, nuestro autor, en una segunda secuencia, saca a escena un nuevo personaje con la misión de rebatir los puntos de vista ya mencionados. A tal fin se nos introducen personas con convicciones filosóficas similares a las de Plutarco, entre las que, lógicamente, se encuentra él también, o individuos de espíritu abierto e inquieto, como su abuelo Lamprias, su hermano, de idéntico nombre, su amigo Filino, etc.
En el caso de que la cuestión no se cierre con este apartado, pero corrientemente de forma gradual. Su objeto es preparar el camino a la tercera y, por lo normal, última secuencia, reservada a Plutarco y a aquellos que poseen un temperamento más filosófico y original.
Sumamente raro es que una conversación se prolongue en más de tres secuencias, como antes advertimos; pero, cuando ello ocurre, el personaje puesto en escena, o cumple las mismas funciones que en los apartados dos y tres, o su intervención consigue, con sus preguntas al personaje principal, que no perdamos la sensación de encontrarnos en un diálogo. Su función, por tanto, es simplemente fática.
De todas las tesis que apoyan la dependencia de las
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