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María José Hidalgo De La Vega - Las emperatrices romanas

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María José Hidalgo De La Vega Las emperatrices romanas

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L A DINASTÍA FLAVIA (69-96 d. C.) se instauró como resultado de una guerra civil a la que se desembocó a partir de los diversos pronunciamientos militares, y que puso de manifiesto la fuerza de los ejércitos provinciales frente a las cohortes pretorianas. En el trascurso de la guerra civil, que duró un año, salieron a la luz una serie de cuestiones nuevas en el desarrollo constitucional y político del régimen imperial.

Por una parte, se hizo evidente que el emperador no sólo tenía que asegurarse la adhesión de la ciudad de Roma y de Italia, sino que además tenía que contar con el apoyo de las provincias y de los ejércitos asentados en ellas. Durante el conflicto militar las provincias ejercieron una actitud muy activa, prestando su apoyo a los distintos candidatos que se enfrentaban para conseguir la púrpura imperial. En cambio, Roma e Italia perdieron preponderancia en dicho proceso y mantuvieron una actitud bastante pasiva. Diversos gobernadores provinciales se enfrentaron entre sí: Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunensis, Servio Sulpicio Galba, gobernador de la Tarraconense en Hispania, Aulo Vitelio, general de los ejércitos de la Germania, y Tito Flavio Sabino, de origen itálico, conocido como Vespasiano, gobernador de la provincia de Judea y comandante general en el Este, quien salió victorioso, apoyado por el ejército y las ciudades helenísticas; fue aclamado emperador por las tropas en Alejandría el 1 de julio del 69.

1. VESPASIANO Y EL IMPERIUM. UNA GENS OSCURA. SUCESIÓN HEREDITARIA

Vespasiano había hecho una carrera militar muy brillante y en el momento en que estalla la guerra civil, al morir Nerón, tenía el mando para intervenir en la revuelta judaica. Su victoria en la guerra civil supuso, entre otras cuestiones, la posibilidad de que podía ser elegido emperador alguien que no formaba parte de la oligarquía senatorial romana más prestigiosa y antigua. En este sentido la llegada al poder de este príncipe significaba no sólo la pacificación de los territorios imperiales, después de la contienda militar, sino además la consolidación y legitimación del sistema del principado por medio de una «nueva» legitimidad imperial, no porque fuese algo ex novo, sino porque trataba de responder a una nueva situación político-constitucional e iba paralela al concepto de novitas que envuelve a toda la dinastía flavia, incluido el origen familiar de Vespasiano.

En este sentido, el famoso dictum de Tácito (Hist. 1.4.2): es de lo más elocuente, ya que como dice el historiador la guerra civil puso de manifiesto los arcana imperii, referido a la real ocupación del trono imperial por parte de un miembro de las elites itálicas y no de la aristocracia senatorial de Roma. Todo ello también significaba la elevación en el panorama imperial de las elites municipales itálicas e incluso las de las provincias occidentales, fenómeno que las propias fuentes antiguas calificaron como de novitas.

Como explica el biógrafo Suetonio (Vesp. 1.1) «El poder imperial… se fijó finalmente y se fortaleció en la gens Flavia, que sin duda era oscura y sin imágenes de sus antepasados». Si bien es verdad que esta familia no puede apoyarse en el prestigio de sus antepasados para su justificación ideológica, la referencia dinástica que desde el principio enarboló Vespasiano fue un elemento crucial para su consolidación, sobre todo de cara al ejército, institución más proclive a aceptar la herencia dinástica que los senatoriales. Además hay que recordar que los apoyos militares de Vespasiano fueron la clave para su entronización como imperator.

La importancia dinástica está muy presente en la iconografía de las monedas acuñadas al respecto y en general en toda la propaganda flavia, las previsiones se cumplieron y aunque este último nunca fue asociado al trono como lo fue Tito por su padre, aquél nunca dejó de ser considerado heredero por su hermano (Suet. Tito 9.5).

2. LA DOMUS FLAVIA Y LAS ESTRATEGIAS MATRIMONIALES

Si comparamos la compleja red de matrimonios, adopciones y alianzas de la dinastía Julio-Claudia con la Flavia, se observa que ésta tiene suficientes hombres en la gens como para no tener necesidad de ampliar la domus con muchos matrimonios. La domus Flavia incluía al hermano de Vespasiano, Flavio Sabino, prefecto de la ciudad, y a sus dos hijos; el mayor llamado también Flavio Sabino y el más joven, de nombre Flavio Clemente (Tac. Hist. 2.101; 3.75). A su vez Vespasiano de su matrimonio con Flavia Domitila tuvo dos hijos, herederos suyos: Tito y Domiciano, y una hija, llamada como su madre, Flavia Domitila, ambas fallecidas antes de que su padre alcanzara la púrpura imperial en el 69 d. C..

Tácito considera que una de las razones para que Muciano, que ejercía el poder en la capital como representante de Vespasiano que estaba en oriente, aceptara traspasar la primacía a Vespasiano para ocupar el trono fue porque tenía dos hijos varones con lo que se aseguraba la continuidad dinástica de manera directa y así lo manifestó en un discurso público recogido por el historiador (Tac. Hist. 2.76-77). Flavio Sabino, sobrino mayor de Vespasiano, se desposó con la hija de Tito, Julia Augusta, y Flavio Clemente con la nieta de Vespasiano, llamada también Flavia Domitila como su madre y abuela. Los hijos de éstos, educados por Quintiliano (Inst. orat. 4.2: Cum uero mihi Domitianus Augustus sororis suae nepotum delegauerit curam), fueron adoptados siendo aún niños por el emperador Domiciano como herederos y les concedió los nombres dinásticos de Vespasiano y Domiciano, una vez que había fallecido en el 83 su hijo biológico, nacido en el 73. Posteriormente Domiciano aisló a sus sobrinos y los hizo desaparecer antes de ser él mismo asesinado (Suet. Dom. 15.1).

El emperador Tito se casó con Arrecina Tértula y posteriormente hacia el 63 d. C. con Marcia Furnila, de familia muy ilustre y de la que se divorció tras el nacimiento de su hija (Suet. Tito 4.2).

Como se puede observar, a pesar de que esta domus no carecía de miembros masculinos, las estrategias matrimoniales al estilo de la actuación de Augusto fueron seguidas por los flavios, estableciéndose una política de alianzas entre ellos. Las mujeres de la gens fueron casadas con los sobrinos de Vespasiano y no con miembros ajenos a la domus, con el fin de evitar rivalidades y conflictos en la sucesión. Incluso al adoptar Domiciano a los hijos de su hermana y su primo, la relación con ellos no sólo era avuncular sino que pasaron de una rama de la gens Flavia, la de su padre, a la otra de Domiciano, pero dentro de la misma gens que era la única que dio base a la dinastía.

3. LAS TRES FLAVIAS DOMITILAS. MUJERES INVISIBLES

La historiografía antigua y moderna no ha prestado una gran atención a las princesas de esta dinastía, a pesar de que su presencia en monedas e inscripciones es mayor que la de las Julio-Claudias. En realidad han sido mujeres con escaso papel político y público, sobre todo las tres Domitilas, que las propias fuentes confunden a veces. Es verdad que las fuentes literarias describen este periodo dinástico como muy estable aunque gris, y sus mujeres no presentan las personalidades arrolladoras de las Julio-Claudias. Posiblemente el hecho de que Vespasiano decretara la sucesión al trono por medio de sus hijos, nada más llegar al poder, como antes hemos referido, influyó para que las princesas de esta dinastía quedaran en un segundo plano, como mujeres invisibles, especialmente las tres Flavias Domitilas de las que ahora nos ocupamos. De todas formas otras referencias literarias contradicen esta imagen general, referidas sobre todo a las otras féminas de la domus: Domicia Longina y Julia Titi, como veremos posteriormente.

A pesar de ello, Suetonio (

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