Marcelino Camacho - Confieso que he luchado
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- Libro:Confieso que he luchado
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1990
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Confieso que he luchado: resumen, descripción y anotación
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A Josefina…
A las trabajadoras y trabajadores manuales e intelectuales, como desea ella y todos nosotros.
Desde las trincheras durante la Guerra Civil, en los campos de concentración de España y Marruecos o tras las rejas de Carabanchel, la voz de Marcelino Camacho ha llegado siempre a lo más profundo de la clase obrera, en cuya defensa ha empeñado toda su vida.
Líder indiscutible de Comisiones Obreras y miembro del Comité Central del Partido Comunista de España, su sólida conciencia social y espíritu crítico le han llevado a reivindicar en las más duras condiciones los derechos y libertades fundamentales del ser humano y a oponerse a todos cuantos han querido imponer su voluntad frente a la mayoría, desde Franco a Santiago Carrillo o el felipismo en el poder.
Marcelino Camacho, con la inestimable colaboración de su hijo Marcel, profesional del periodismo en RTVE-Radio I, desgrana aquí unas memorias absolutamente necesarias.
Un documento que recoge desde las propias vivencias la lucha contra el franquismo, en gran parte ignorada, de los hombres y mujeres de la izquierda perseguida.
Marcelino Camacho
Memorias
ePub r1.0
Albireo28.01.14
Título original: Confieso que he luchado
Marcelino Camacho, 1990
Diseño de portada: Rudesindo de la Fuente
Imagen de portada: Eberhard Hirsch
Editor digital: Albireo
ePub base r1.0
«Eulogio Marcelino Camacho Abad, mayor de edad, de pésima conducta social, con numerosos antecedentes policiacos, uno de los dirigentes máximos, organizador y promotor de las Comisiones Obreras…».
Así se refería el fiscal del Sumario 1001 a uno de los más destacados combatientes por la libertad sindical y la democracia en España durante los años del franquismo.
Natural de Osma-La Rasa, provincia de Soria, hijo de ferroviario y curtido desde sus primeros años en la lucha por los derechos de los trabajadores, Marcelino Camacho es un ejemplo vivo de esa clase de hombres que ha protagonizado las más brillantes páginas de la historia del movimiento obrero en nuestro país.
Siempre en constante actividad, el septuagenario presidente de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras disfruta hoy de una más intensa vida familiar junto a Josefina, su inseparable y fiel compañera en tantas batallas, sus hijos Yenia y Marcel y sus cuatro nietos.
Marcelino Camacho
O EL SENTIDO DE LA HISTORIA
Comienza la década de los setenta. Reunión en un piso de Barcelona para que algunos abogados informen sobre la situación de los dirigentes de Comisiones Obreras encarcelados y procesados por el Sumario 1001. Junto a los abogados dos esposas de los detenidos: la de Acosta y la de Marcelino Camacho. Será difícil de explicar a las generaciones futuras, si afortunadamente no pasan por experiencias parecidas, cómo eran las compañeras de los perseguidos por el franquismo. Tenían la doble militancia: la que les comprometía con la gran causa general y universal de la emancipación humana, y la causa de primer plano, la sentimental, que les ligaba por un cordón umbilical invisible con el hombre a quien querían, frágil objeto de su deseo y de su memoria. Hablo de mujeres de los perseguidos porque hubo más que hombres de las perseguidas, pero también porque las mujeres son capaces de duplicar su capacidad de entrega y esperanza, no sé si por una cuestión cultural o porque reconocen a priori su musculatura vencida por la ley del más fuerte.
Lo cierto es que aquellas dos mujeres supieron transmitirnos su serena angustia por los rehenes del franquismo en su fase terminal. Buena parte de España vivía una situación esquizofrénica; por una parte una sociedad civil, pasiva o activamente parademocrática, y por otra las superestructuras y los intereses creados del fascismo residual, tratando de perpetuar las consecuencias de la Guerra Civil más de treinta años después de terminada. El franquismo parecía más que nunca una astracanada, cuando no un espectáculo de music hall en plena decadencia. Pero conservaba su capacidad represiva, sus aparatos de represión intactos, y así actuarían hasta su definitiva muerte biológica. Camacho había construido su estatura de líder carismático de la clase obrera en las más difíciles circunstancias. No las heredaba de hechos de guerra, ni se las había proporcionado una plataforma constructora de mitos y símbolos democráticos. A través de estas memorias que prologo, consciente del gran honor que me ha hecho Marcelino al pedírmelo, asistiremos a la autoconstrucción de un dirigente obrero que luchó como peón de la Historia en la Guerra Civil, y que a partir de la derrota personal y de clase se movió como un héroe griego positivo, en lucha contra el destino programado por los vencedores, personal y coralmente, consciente de que su lucidez crítica personal poco era sin la organización de los lúcidos.
Josefina Samper, su mujer, transmitía un temple histórico verdadero. No había retórica en sus palabras, ni siquiera la retórica superviviente que utilizaba la prensa del partido o las emisiones de Radio España Independiente. Tanto ella como su marido estaban luchando en España desde 1957, y en posiciones de auténtica vanguardia, hasta el punto de reconstruir y dar sentido a un movimiento obrero diezmado y perseguido a uña de caballo por el franquismo. Muchas consignas de lucha habían quedado abstractas o quiméricas a lo largo de unos duros años cincuenta en los que el voluntarismo activista llenó las cárceles de España de cuadros del PCE. Camacho y los artífices de Comisiones Obreras habían conseguido unir reivindicación con movilización, a partir de situaciones concretas de injusticia y explotación creadoras de conciencia y movilizadoras de acción. Por eso en aquella mujer nada era retórico, sino experiencia y capacidad de análisis.
No voy a sustituir al memorialista. Estas memorias son tan necesarias que sin ellas sería difícil entender el sentido histórico del movimiento obrero español, no ya a partir de su relanzamiento a fines de los años cincuenta y sobre todo durante la década de los sesenta, sino antes de la Guerra Civil. Porque Marcelino Camacho, nacido en 1918 en el seno de una familia trabajadora y parasocialista, nos aporta una información imprescindible para comprender cómo se forma la conciencia de clase y la voluntad de actuar para cambiar la Historia. Ante todo, la contemplación de la realidad y una capacidad de inducir el porqué de la injusticia hasta llegar a la causa última. Luego la cultura, el patrimonio de una cultura crítica que ha tomado partido por la emancipación y que desde la Revolución Industrial ha comprendido que el sujeto histórico de cambio es la clase obrera. Esta cultura llegaba al supuesto sujeto histórico de cambio en muy difíciles circunstancias, en viejos libros manoseados, a la luz de carburos o en conversaciones con iniciados, maestros milagrosos que fueron sembrando por toda España la semilla de los tiempos nuevos. Finalmente la organización, la detección de los afines y la lucha ideológica por atraer a los curiosos y a los objetivamente interesados en una lucha por cambiar las condiciones de vida.
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