TRAVESÍAS HISTÓRICAS
VIAJEROS ANDALUCES QUE CONTARON EL MUNDO
Eva Díaz Pérez
TRAVESÍAS HISTÓRICAS
Viajeros andaluces
que contaron el mundo
Travesías históricas. Viajeros Andaluces que cambiaron el mundo
Eva Díaz Pérez
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Título original: Travesías históricas. Viajeros Andaluces que cambiaron el mundo
Esta publicación ha sido posible gracias al patrocinio de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, Consejería de la Presidencia y Administración Local, Junta de Andalucía.
© Eva Díaz Pérez, 2017
© Fundación José Manuel Lara, 2017
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Diseño y maquetación: milhojas, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: «Nova Totius Terrarum Orbis Geographica Ac Hydrographica Tabula» por Henricus Hondius, 1663
Ilustración de portada: detalle del frontispicio de la obra de Francis Bacon, Novum Organum, 1620
Primera edición en libro electrónico (epub): febrero 2017
ISBN: 978-84-15673-42-2 (epub)
Conversión a libro electrónico: IC Editorial
PRÓLOGO
Éste es un libro que surge de una inquietud y cierta extrañeza. ¿Es posible que el relato de la modernidad sea un asunto exclusivo de las mentes del Norte? En Andalucía esta circunstancia es especialmente llamativa. Parece que sólo los viajeros visitantes hubieran sido los narradores del mundo del Sur, ese mundo pintoresco, de paisajes hermosos y personajes siempre al borde del exceso. Un lugar observado más que observador. Como si el destino de lo meridional hubiera sido el de ser escenario para que lo contaran los que llegaban de fuera y, por lo tanto, su realidad siempre estuviera condicionada por la mirada ajena; una mirada sesgada, superficial e incompleta.
Pero, ¿realmente no había un relato del Norte hecho desde el Sur? ¿De verdad no existía un Sur que no se hubiese limitado a ser un simple sujeto pasivo y que incluso se hubiera atrevido a analizar el mundo? ¿Nunca hubo andaluces que hubieran viajado para narrar lo que había más allá de sus fronteras?
Evidentemente una cosa es la historia oficial y otra la real. Después de muchos años de investigación y de rebeldía contra las narrativas oficiales, los clichés y los tópicos, decidí buscar a personajes andaluces que en diversas épocas hubieran mostrado una curiosidad por los horizontes ajenos. Andaluces más allá de Andalucía. El resultado fue una amplia galería de ilustres observadores que no sólo habían contado el mundo sino que además habían sido los primeros en hacerlo. Porque no deberíamos olvidar que los viajeros andaluces fueron pioneros a la hora de describir cómo eran las tierras, los frutos o los animales jamás vistos en Europa; esa Europa que, a fin de cuentas y al menos en la Edad Moderna, fue el continente sobre el que giró el mundo.
Es esta saga de viajeros del Sur la que a veces denomina los lugares, bautiza territorios e incorpora la nueva realidad a la civilización. Como hizo el malagueño Ruy López de Villalobos, por ejemplo, bautizando a las llamadas entonces Islas del Mar del Sur y de Poniente como Filipinas en honor al rey Felipe II. ¿Alguien lo recuerda?
Y el jiennense Pedro Ordóñez de Ceballos recorrió más de treinta mil leguas viajando por toda Europa, el norte y sur de África, Oriente Medio, América, Filipinas, Japón, China, India o Persia sufriendo naufragios, abordajes, emboscadas, inundaciones, apresamientos, duelos a espada, enfermedades o prisiones. En su autobiografía, El viaje del mundo (1614), este Odiseo andaluz relataba que renunció a la mano de la reina de la Cochinchina, y por lo tanto al trono de aquel lejano lugar, a causa de sus votos religiosos.
Los marinos andaluces habían encabezado además la historia de la conquista como hicieron los hermanos Niño, pertenecientes a una saga originaria de Moguer, que además de ser los propietarios de la carabela La Niña participaron en los viajes colombinos y más tarde descubrieron otros territorios.
No pocos fueron los andaluces que escribieron auténticas novelas épicas de ultramar, como Alonso de Santacruz, el cosmógrafo que dibujó el mundo y que además representaba a esos hombres que enseñaron a Europa a navegar por los nuevos mapas de un mundo sin certezas. O Cabeza de Vaca, que fue el primer europeo en realizar una crónica sobre las tierras que hoy forman los Estados Unidos.
Y después de las grandes aventuras de las expediciones de conquista de los siglos XVI y XVII llegarían los viajeros que se lanzaron a pensar el mundo a través de su ciencia. En el siglo XVIII hay personajes como el marino sevillano Antonio de Ulloa, descubridor del platino, que formó parte de la expedición que midió el meridiano además de ser un espía industrial de secretos navales en países en conflicto con la España dieciochesca. O Celestino Mutis, que en su aventura científica hizo un estudio de la flora y fauna de Nueva Granada que le granjeó la admiración y amistad del alemán Humboldt, el naturalista más renombrado de su tiempo.
Aunque, realmente, habría que remontarse en estas miradas pioneras a varios siglos antes, pues la curiosidad del Sur no se inicia con los viajes ultramarinos. Ahí están las embajadas andalusíes de la Edad Media o las peregrinaciones a Tierra Santa como la que protagoniza el caballero cordobés Pero Tafur, que con su libro Andanzas se convierte en pionero de los autores de libros de viajes con consejos y advertencias a los caminantes. Itinerarios que continúan aristócratas como don Fadrique Enríquez de Ribera, quien con su cruzada pacífica no traerá a Andalucía los rencores contra el infiel que ocupa los santos lugares sino un riquísimo bagaje con lo mejor del Renacimiento italiano. Un recorrido que también repetirá el gran músico Francisco Guerrero.
Estas travesías históricas rescatan el testimonio de los hombres adelantados, de los intelectuales y creadores que recorren el mundo por curiosidad y para seguir ampliando los horizontes de sus paisajes mentales. Hombres que en un mundo de intolerancia quieren seguir leyendo y aprendiendo, como Hernando Colón con su viaje libresco por las grandes imprentas de Europa para reunir su biblioteca. O el heterodoxo erasmista Antonio del Corro, nuestro primer britanista. O el lúcido Blanco White y su búsqueda incansable de la libertad de pensamiento. O el sefardita Miguel de Barrios llevando una doble vida en Ámsterdam y escondiéndose en cuadros de Rembrandt. Otro judío andaluz, Joseph de la Vega, también en Ámsterdam se dedicaría al comercio y las finanzas y es célebre por ser quien escribió el primer tratado mundial sobre la Bolsa, pero con gracejo andaluz, pues se trata de una sátira.
En estas travesías históricas encontramos a figuras contra corriente que sobreviven en los agitados momentos de la Historia, como el abate Marchena en la Revolución francesa; o Alejandro Aguado, marqués de las marismas del Guadalquivir, gran prestamista y amigo de Fernando VII, que en poco tiempo pas ó de traidor afrancesado a mecenas en el París de Napoleón III.
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