Jesús Hernández Tomás - Yo fui un ministro de Stalin
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- Libro:Yo fui un ministro de Stalin
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- Año:1953
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Yo fui un ministro de Stalin: resumen, descripción y anotación
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Es las página de este libro, Jesús Hernández nos relata con estilo vigoroso de escritor los episodios de intenso dramatismo del frente interno de la República española en el período de la guerra civil de 1936-1939.
Es una aportación a la historia de España contemporánea en que la avidez de conocimientos queda saciada y las deducciones aleccionadoras para el futuro pueden fácilmente espigarse.
Jesús Hernández Tomás
ePub r1.0
jandepora 27.10.14
Jesús Hernández Tomás, 1953
Editor digital: jandepora
ePub base r1.2
A mi madre y a mi hermana, rehenes de Stalin en cualquier lugar —hace ocho años que no sé de ellas— del inmenso campo de concentración que es la Unión Soviética.
JESÚS HERNÁNDEZ TOMÁS (Murcia, 1907 – Ciudad de México, 11 de enero de 1971) fue un político comunista español que llegó a ser Ministro de Educación y Ministro de Sanidad durante la Guerra Civil Española.
De pequeño se trasladó con su familia a Vizcaya, afiliándose a los 9 años a las Juventudes Socialistas de España (JSE). A los catorce años participó en la fundación del Partido Comunista de España, en el que fue uno de los militantes más activos del núcleo vizcaíno. A los quince era miembro de la escolta personal del secretario general del Partido, Óscar Pérez Solís. Al poco, participó en un atentado, frustrado, contra el dirigente socialista Indalecio Prieto.
En 1930 fue elegido miembro de Comité Central del PCE, razón por la cual en 1931 fue enviado a Moscú para completar su formación política, donde permaneció hasta 1933, año en el que participó en las reuniones de la Komintern. A su regreso a España fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo del Partido. Desde 1936 se hizo cargo de la dirección del órgano del partido, Mundo Obrero.
En las elecciones generales españolas de 1936 fue elegido diputado por la provincia de Córdoba en las listas del Frente Popular. Durante la Guerra Civil fue uno de los ministros comunistas en los gobiernos de Largo Caballero y Negrín (Instrucción Pública y Bellas Artes). Siendo ministro en el gabinete Negrín, llevó a cabo una intensa campaña de prensa contra el entonces ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto, usando el seudónimo de Juan Ventura, hasta que logró su cese (marzo de 1938), lo cual trajo aparejado también el suyo. Como ministro impulsó las denominadas Milicias de la Cultura —para la alfabetización de milicianos y soldados— y potenció el servicio radiofónico del Altavoz del Frente —dirigido a los combatientes combinando propaganda y entretenimiento. Posteriormente fue nombrado comisario político del ejército republicano de la zona Centro-Sur, siendo un ardiente defensor de la resistencia a ultranza.
Tras el golpe de estado de Casado fue de los contrarios a la rendición, permaneciendo en Valencia. Pese a la oposición de Palmiro Togliatti, con Pedro Checa y Jesús Larrañaga organizó la dirección del PCE que habría de pasar a la clandestinidad tras la victoria franquista. Finalmente logró salir del país, siendo uno de los últimos dirigentes del PCE en hacerlo.
En 1939 se exilió primero a Orán (Argelia) y después a la Unión Soviética, donde fue el representante del PCE en la Komintern y se preocupó por la precaria situación de los refugiados españoles. A la muerte del secretario general José Díaz se enfrentó con Dolores Ibárruri por el cargo, pero en 1943 fue enviado a México para intentar sacar de la prisión a Ramón Mercader, el asesino de Lev Trotski. En 1944 fue expulsado del partido bajo la acusación de llevar a cabo actividades antisoviéticas.
Expulsado del partido, intentó formar su grupo propio, el Movimiento Comunista de Oposición. Cuando Tito rompió con Stalin en 1948, Hernández se puso de su lado. En 1954 se trasladó a Belgrado y formó el Partido Nacional Comunista Español. Después fue nombrado asesor de la embajada yugoslava en México, dónde trabajó hasta su muerte.
[1] José Bullejos, a la sazón Secretario General del Partido Comunista de España, en su libro «Europa entre dos guerras», describe este hecho con las siguientes palabras:
Sin deponer el tono irónico, Stepanov repuso:
—Hay una pequeña diferencia entre lo que dice Hernández y la verdad histórica. Y la verdad fue que no supisteis interpretar el sentido de aquellas directivas. Se trataba de popularizar el sentido social que debería tener en su desarrollo la revolución social española. Y tomasteis el rábano por las hojas.
«La proclamación de la República Española atrajo en el acto la atención de la Internacional Comunista. A partir de este acontecimiento, España y su pequeño Partido Comunista pasaron a plano preferente en las preocupaciones y actividades del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.
»Desde los primeros momentos la actitud de los comunistas fue la franca oposición al Gobierno provisional de la República. En su primer manifiesto, redactado en completo acuerdo con la Delegación Internacional que componían Humbert Drotz (antiguo Secretario de la Internacional para los países latinos) y Rabaté —destacado militante del Partido Comunista francés—, se invitaba al pueblo español a derrocar la República burguesa, como había derrocado la Monarquía, y a instaurar el Gobierno Obrero y Campesino.
»Pocos días después recibíanse de Moscú las nuevas directivas políticas y tácticas, todas las cuales tenían como meta la creación del Soviet en España».
Poco después todo el Secretariado del Partido Comunista de España, encabezado por José Bullejos, era expulsado del Partido por la Internacional Comunista, por haber dado, en circunstancias gravísimas para nuestro pueblo, cuando la reacción se sublevaba en agosto de 1932, la consigna de Defensa de la República.
Bullejos dice a este respecto: «La imputación más grave que se nos hizo en el orden táctico fue nuestra consigna de “Defensa de la República”. En este punto el Ejecutivo de la Internacional Comunista compartía el criterio de su delegación, de que en España había que orientarse no contra la reacción, sino contra Azaña y los socialistas. Nuestras posiciones eran irreductibles y, por tanto, nuestra expulsión, inevitable».
[2] En 10 de agosto de 1932 el General Sanjurjo se sublevó contra la República, librándose la lucha, en la que fue vencido, en el paseo de Recoletos, en Madrid.
[3] Nombre con que designábamos en nuestras conversaciones a Moscú.
[4] «En 1934 Alemania tenía 620 aviones, que podían arrojar de una sola vez 350 toneladas de bombas; en 1938 contaba con 4020 aviones, que podían arrojar 2995 toneladas. En 1934 nuestra flota aérea podía transportar en un solo vuelo 2000 toneladas de bombas, hoy puede transportar un 208 por 100 más, lo que significa que ha triplicado la cantidad de bombas que puede transportar de una vez». (Del informe de Vorochilov al XVIII Congreso del Partido bolchevique en marzo de 1939).
[5] Declaración de Jules Moch, a la sazón Secretario General de la Presidencia del Consejo de Ministros con León Blum, citada por Julián Gorkín en su libro «Caníbales políticos».
[6] Un episodio que relata D. A. de Santillán, en su libro «Por qué perdimos la Guerra», da una idea del armamento que se nos remitía. «… uno de nuestros barcos de defensa de costas, el «Francisco», detuvo un cargamento de armas con destino a las Brigadas Internacionales. Lo hicimos descargar en Barcelona y comprobamos que se trataba sólo de desechos inútiles de antes de la guerra de 1914-18, pagados sin discutir por el Gobierno Central. De tan mala calidad era todo que no tuvimos ninguna objeción que hacer a su entrega cuando nos fue reclamado».
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