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Lenin con un grupo de seguidores durante la celebración del 1 de mayo, 1919
Índice
LA URSS DE LENIN A STALIN
Por Elena Hernández Sandoica
Historiadora. Profesora de Historia Contemporánea
Universidad Complutense de Madrid
Vladimir Illich Ulianov, Lenin
Textos
Selección realizada por
Joan Estruch Tobella
Título original: La URSS de Lenin a Stalin
Elena Hernández Sandoica, 1985
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Con el presente Cuaderno, el lector tiene en sus manos una perspectiva global de los problemas planteados en la construcción del que sus contemporáneos entendieron como el primer Estado socialista de la historia. La sociedad, que había experimentado un rápido desarrollo relativo bajo el sistema económico y social impuesto por el zarismo, ve arrasado ese sistema por una revolución eminentemente popular, tras la cual habrá de proseguir por el mismo camino de la industrialización acelerada.
Por su contenido fuertemente subversivo del orden social y económico existente, la Revolución de Octubre abrió la puerta a reivindicaciones y aspiraciones de las masas que destruyeron las formas anteriores de la civilización industrial en Rusia. Las guerras mundial y civil (1914-1921), con sus inmensos destrozos económicos, sociales y culturales, impidieron que el país recobrara las riendas del desarrollo hasta 1927.
El período que transcurre entre el final de la guerra civil y la sublevación de Kronstadt y el triunfo de Stalin en la lucha por la sucesión de Lenin constituye la época de la consolidación del Estado soviético, de la frustración de numerosas expectativas revolucionarias y de la aparición de un modelo político, el estalinismo, destinado a dejar una honda huella en la historia de nuestro siglo.
Elena Hernández Sandoica
La URSS de Lenin a Stalin
Cuadernos Historia 16 - 124
ePub r1.0
Titivillus 27.10.17
La URSS de Lenin a Stalin
Por Elena Hernández Sandoica
Historiadora. Profesora de Historia Contemporánea.
Universidad Complutense de Madrid
Después de tres años de guerra y carestía, de escasez y tensiones, las masas esperaban ver cumplidas las promesas de 1917. La denominada oposición obrera, con la consigna de democracia productiva, trató de conseguir la participación de los sindicatos en la dirección del proceso económico, así como mayor libertad en las discusiones y una cierta autonomía del proletariado.
Otro grupo en la oposición, los demócrata-centristas, lucharon durante un tiempo contra el predominio de los comités ejecutivos centrales sobre los soviets locales, exigiendo el restablecimiento de los derechos conseguidos a través de la Constitución (julio de 1918) y conculcados en la práctica por la guerra civil.
Mediado el mes de febrero de 1921, cuando Lenin y Trotski se hallaban enfrentados en cuestiones importantes de la reorganización económica, aunque juntos afrontaban la oposición: la ciudad de Petrogado era un hervidero.
La organización del partido bolchevique, debilitada por las polémicas sobre el papel de los sindicatos, perdió el control de las fábricas. Los trabajadores se quejaban reiteradamente de la disminución de las raciones alimenticias y del cierre de fábricas, exigiendo en ocasiones la liberalización del comercio para mejorar el abastecimiento urbano.
A partir del día 23 comenzaron las huelgas: persistieron hasta el 28, aunque el estado de sitio quedó decretado desde el día 24: hasta la Putilov volvió a la huelga. Pronto las reivindicaciones se tornaron políticamente: mencheviques, social-revolucionarios y anarquistas trataron de aprovechar la ocasión lo mejor que supieron, pidiendo una democratización progresiva del régimen.
Es necesario un cambio total en la política del Gobierno —podía leerse en un manifiesto hecho público el 27—. En primer lugar necesitan los obreros y campesinos libertad. No quieren vivir según los decretos bolcheviques, sino decidir por si mismos su destino. Exigid firmes y organizadamente: liberación de todos los detenidos obreros socialistas e independientes; levantamiento de la ley marcial; libertad de expresión, prensa y reunión para todos los trabajadores; nuevas elecciones libres de los consejos de fábricas, sindicatos y soviets.
Ilustración de la portada de la revista Rosta donde se lee:
El ejército y la marina rojos defienden las fronteras de Rusia, 1920.
Bajo amenazas y ciertas concesiones materiales, el Gobierno logró poner fin a la insurrección en Petrogrado, pero para entonces Kronstadt, a las puertas de la vieja capital, se había contagiado. La tradición bolchevique en el puerto de Kronstadt venía avalada por su acreditado espíritu revolucionario. Mas también arraigaron allí, ya desde 1917, las consignas social-revolucionarias y anarquistas. Los nuevos reclutas ucranianos, llegados en el otoño del año 20, reformaron estas dos últimas tendencias, y no la primera.
Traían consigo el amplio descontento de su tierra natal hacia la intervención del Gobierno en el campo. Llevados por la efervescencia revolucionaria de Petersburgo en aquellos días de febrero, los marinos, por última vez, volvieron a protagonizar un episodio, esta vez dramático, de la historia rusa.