Isaiah Berlin - El sentido de la realidad
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- Libro:El sentido de la realidad
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1996
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El sentido de la realidad: resumen, descripción y anotación
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Esta nueva recopilación de ensayos de Isaiah Berlin pone por fin a disposición del lector una parte importante de la obra —desconocida hasta ahora— de uno de los principales y más excelentes ensayistas e historiadores de las ideas del siglo XX. Ocho de los nueve ensayos que se recogen en este volumen se publican por primera vez. Los temas que abordan van desde la historia, la filosofía y la política, al socialismo, el romanticismo y el nacionalismo.
Isaiah Berlin
Sobre las ideas y su historia
ePub r1.0
German25 7.9.15
Título original: The Sense of Reality. Studies in Ideas and their History
Isaiah Berlin, 1996
Traducción: Pedro Cifuentes
Diseño de cubierta: Juan Pablo Rada
Editor digital: German25
ePub base r1.2
Para Alfred e Irene Brendel
ISAIAH BERLIN (Riga, Letonia, 1909 - Oxford, Inglaterra, 1997). Filósofo británico. En 1915 su familia se traslada a San Petersburgo, donde vive durante las jornadas de febrero y octubre de 1917, de las que guardó recuerdos contradictorios: el entusiasmo de la libertad y las diversas tensiones de la represión.
Hacia 1921 emigró a Inglaterra y se inscribió en la Universidad de Oxford, donde llegó a ser profesor de Teoría Política y Social. En 1942 fue nombrado primer secretario de la embajada inglesa en Washington y envía despachos diarios al Foreign Office. Sus textos sorprenderán a Churchill por la agudeza de sus análisis.
Al volver a Oxford cambia su trabajo académico en filosofía por el de historiador de las ideas. En esos años realiza excelentes trabajos sobre la intelligentsia rusa del siglo XIX. Dos de ellos tienen singular importancia: el dedicado a Tolstoi, El erizo y la zorra, en el que plantea de manera contundente lo que va a ser una de las bases de su reflexión, el pluralismo. El otro es el que consagra a Herzen, en cierto sentido su alter ego: exiliado que nunca perdió sus raíces.
En 1957 le fue concedido el título de Sir. Ocupó las presidencias del Wolfson College de Oxford (1966-1975) y de la Academia Británica (1947-1978). Ferviente defensor del liberalismo secular, su análisis de la teoría liberal moderna representa una importante aportación a la filosofía política.
En Cuatro ensayos sobre la libertad (1969) aboga por una libertad «negativa» en lugar de «positiva», una libertad entendida como ausencia de restricciones. Realizó estudios sobre diversas figuras de la historia del pensamiento como el filósofo y teólogo alemán Johann Georg Hamman, Johann Gottfried von Herder, el pensador político ruso Alexandr Herzen, Giambattista Vico, el moralista francés Joseph de Maistre, Nicolás Maquiavelo y Karl Marx. Su obra Contra lo actual: Ensayo sobre la historia de las ideas (1979) es representativa de sus estudios sobre la historia del pensamiento.
[1] He depositado copias de las grabaciones en el Archivo Sonoro Nacional en Londres.
[2] «Joseph de Maistre and the Origins of Fascism» junto con siete ensayos publicados pero no recopilados en The Crooked Timber of Humanity: Chapters in the History of Ideas (Londres, 1990; Nueva York, 1991). [Trad. cast.: El fuste torcido de la humanidad. Capítulos de Historia de las ideas, Barcelona, Península, 1992]; y The Magus of the North: J. G. Hamann and the Origins of Modern Irrationalism (Londres, 1993; Nueva York, 1994). [Trad. cast.: El Mago del Norte: J. G. Hamann y el origen del irracionalismo moderno, Madrid, Tecnos, 1997].
[3] Además de los dos volúmenes mencionados en la nota anterior hay seis recopilaciones anteriores de escritos que habían sido publicados anteriormente sólo uno a uno dispersamente. Éstos son: Four Essays on Liberty (Londres y Nueva York, 1969). [Trad. cast.: Cuatro ensayos sobre la libertad, Madrid, Alianza, 1988]; Vico and Herder: Two Studies in the History of Ideas (Londres y Nueva York, 1976); Russian Thinkers (Londres y Nueva York, 1978). [Trad. cast.: Pensadores rusos, México, Fondo de Cultura Económica, 1980]; Concepts and Categories: Philosophical Essays (Londres, 1978; Nueva York, 1979). [Trad. cast.: Conceptos y categorías. Un ensayo filosófico, México, Fondo de Cultura Económica, 1983]; Against the Current: Essays in the History of Ideas (Londres, 1979, Nueva York, 1980). [Trad. cast.: Contra la corriente. Ensayos sobre la historia de las ideas, México, Fondo de Cultura Económica, 1983] y Personal Impressions (Londres, 1980; Nueva York, 1981). [Trad. cast.: Impresiones personales, México, Fondo de Cultura Económica, 1984]. (Una selección extraída de estos seis volúmenes y de El fuste torcido de la humanidad ha aparecido también ahora en The Proper Study of Mankind: An Anthology of Essays [Londres, 1997] [Trad. cast.: Antología de ensayos, Madrid, Espasa Calpe, 1995]. H. H. 1997).
[4] Ramin Jahanbegloo, Conversations with Isaiah Berlin, Londres y Nueva York, 1992, p. 70. [Trad. cast.: Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo, Madrid, Anaya& Mario Muchnik, 1993
[5] «Atraen a los que quieren, arrastran a los que se niegan». Cartas, 107, 11, en adaptación de Cleantes.
[6] «No ciencia, sólo arte».
[7] Esta clase de conocimiento, o talento práctico, que precisan por igual estadistas e historiadores si quieren comprender con acierto las sociedades de su entorno o de otros tiempos, del pasado y tal vez del futuro, no es la misma a la que se refiere la célebre distinción apuntada por Gilbert Ryle entre saber qué y saber cómo. Saber cómo hacer algo —poseer o adquirir una habilidad o una maña— no implica una capacidad de describir por qué uno actúa como está actuando; un hombre que sabe montar en bicicleta no necesita ser capaz de explicar lo que está haciendo o por qué su comportamiento lleva a los resultados que desea. Pero un estadista enfrentado a una situación crítica y obligado a elegir entre trayectorias alternativas, o un historiador que rechaza cierta explicación de acontecimientos pasados como caprichosa o superficial porque los eventos no pudieron haber sucedido en la manera indicada, o porque la explicación no desvela las relaciones entre los factores verdaderamente decisivos, juzga en cierto sentido la situación, la evalúa de un modo que puede responder a sus objetares, puede dar razones para rechazar soluciones alternativas y, sin embargo, no puede demostrar la verdad de lo que dice mediante referencia a teorías o sistemas de conocimiento, salvo hasta cierto punto apenas considerable —ciertamente, no en el sentido en el que los científicos o académicos deben estar preparados para hacerlo—. Y, no obstante, en el ámbito académico, por ejemplo, hay grandes analogías con la clase de conocimiento al que me refiero. El proceso académico de, digamos, corregir un texto errado no me parece del todo diferente al análisis o diagnóstico de una situación social. Aquí también, sin duda, uno no puede proceder sin método, sin sistema científico: se comparan signos de los manuscritos con otros signos, estructuras de oraciones con otras estructuras; la inducción puede ocupar el lugar de la memoria, las pruebas hipotético-deductivas el lugar de las conjeturas. Mas cuando Porson corrigió el texto de Aristófanes con un éxito tan espectacular, su sentido del estilo de Aristófanes —una conciencia de lo que Aristófanes pudo y no pudo haber dicho— no podría haber sido conseguido por un «cerebro artificial», por muchas proposiciones generales sobre la comedia griega antigua que se le hubieran introducido, por muchos manuscritos, papiros y ediciones críticas que se le hubieran suministrado para ello. Si no hubiera poseído su prodigiosa erudición, Porson podría no haber concebido sus soluciones; pero su capacidad para encontrarlas dependía de una capacidad de coordinar una cantidad incalculable de datos articulados imprecisamente —y de dar después el paso decisivo, o pasar por la experiencia crucial—, de discernir y articular para sí mismo un modelo que suministrase todos o la mayor parte de los desiderátums. Esto es lo que se quiere decir al calificar de inspiradas sus conjeturas. En principio, una gran parte de las características del estilo de Aristófanes que accedieron a su actividad imaginativa de forma semiconsciente podían ser puestas al descubierto, enumeradas y etiquetadas, y sus conexiones investigadas sistemáticamente. En la práctica, esto resulta obviamente imposible, porque los hechos son demasiado diminutos, hay demasiados, son demasiado pocas las personas aficionadas a tales operaciones de buscador de perlas, etc. Ocurre algo muy parecido con respecto a las soluciones a problemas de la historia y la acción humanas. En un sentido, no existe una razón empírica por la que tales procesos no puedan ser descritos totalmente y reducidos a ciencias; por la que la labor del talento, la inspiración, la imaginación —tanto la de la generalización, por un lado, como, por otro, la del escrupuloso y minucioso ensamblaje de fragmentos en un modelo— no podría ser realizada por máquinas. Pero nuestra experiencia tendría que ser totalmente diferente —su estructura multifacética, «multinivelada», tendría que verse radicalmente alterada para que ello fuese posible—. Y cuando se contemplan posibilidades tan radicales como ésta —que la imaginación apenas puede concebir— resulta tal vez impropio denominarlas empíricas. Pertenecen a las características fundamentales, más generales, de la experiencia humana normal, que no podemos asumir, sobre la base de la experiencia humana hasta el momento, que puedan alterarse; estas características son conocidas en ocasiones como categorías, más que como hechos empíricos.
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