Cynthia Ozick - El chal
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- Libro:El chal
- Autor:
- Editor:Lumen
- Genre:
- Año:2018
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El chal: resumen, descripción y anotación
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El chal — leer online gratis el libro completo
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Traducción de
Eugenia Vázquez Nacarino
Índice
Cynthia Ozick nació en la ciudad de Nueva York en 1928 en una familia de origen judío, y sigue viviendo en Manhattan. Se licenció en Nueva York y luego se especializó en literatura inglesa en la Universidad de Ohio. La calidad de su producción literaria, donde hay lugar para el cuento, el ensayo y la novela, ha hecho de ella un clásico de las letras contemporáneas.
Merecedora de prestigiosos reconocimientos a su carrera y candidata al Premio Nobel de literatura, Ozick entró a formar parte del catálogo de Lumen con Los últimos testigos, seguida de Cuerpos extraños, novela que fue finalista del Orange Prize en 2012.
En 2015 se reunieron en un solo volumen los cuentos más destacados de la gran autora, pero no incluimos entonces El chal para tener la oportunidad de ofrecer ahora esta joya, que resume todo el horror del siglo XX y se adelanta a las tragedias del XXI , en una edición especial.
Título original: The Shawl
Edición en formato digital: marzo de 2018
© 1980, 1983, Cynthia Ozick
© 2018, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2016, Eugenia Vázquez Nacarino, por la traducción
© 2016, Berta Vias Mahou, por el prólogo
© 2016, Óscar Astromujoff, por las ilustraciones
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
Imagen de portada: © Óscar Astromujoff
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ISBN: 978-84-264-0558-6
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Una magnífica edición ilustrada de una pieza imprescindible de la narrativa del siglo XX : El chal, de la candidata al premio Nobel de Literatura Cynthia Ozick, con prólogo de Berta Vias Mahou
Un trapo que gotea leche, el sabor extraño de un dedo en la boca, un lugar sin piedad envuelto en alambres y tres nombres que estallan en la oscuridad: Rosa, Stella y Magda. Fueron los tiempos sin sentido en un campo de concentración donde el horror se repartía a granel, pero hubo quien logró sobrevivir, llevar su tragedia lejos e hilvanar un futuro.
Ahora Stella está en Nueva York y se ha inventado una vida nueva. Magda... Magda era muy niña cuando pasó todo. Rosa ha ido rodando como un botón maltrecho hasta las costas de Florida y cultiva su extravagante cordura por las calles de Miami. Para ella no hay futuro porque todo es pasado, y la memoria, terca, insiste en devolverle aquel chal sucio con sabor a leche y saliva.
Con esas pocas cosas, casi nada para casi nadie, Cynthia Ozick creó en 1977 esta pieza única en la literatura del siglo XX , y Óscar Astromujoff ha iluminado sus palabras con unas imágenes que indignan y emocionan.
dein goldenes Haar Margarete
dein aschenes Haar Sulamith
P AUL C ELAN , «Todesfuge»
Estamos heridos. Nuestras heridas no se ven. Nos desangramos por dentro… Estas tres frases del libro de Hans Reichmann Ciudadano alemán y judío perseguido —sobre el pogromo de noviembre del 38 en Alemania y el campo de concentración de Sachsenhausen, en el que estuvo internado el autor— reflejan de manera breve y rotunda el horror de la persecución de que fueron objeto los judíos por parte de los nazis y a su vez el secretismo que suele rodear al ejercicio sistemático de la crueldad.
Para intentar sobrevivir en la Europa de entonces muchos judíos tuvieron que tragarse el aullido de lobo que les subía por la escalera del esqueleto frente a la maquinaria arrolladora bajo la cual vieron sucumbir a sus padres, a sus hermanos, a sus hijos, frente a la barbarie que se abría ante ellos como único destino. Es lo que se ve obligada a hacer Rosa Lublin, protagonista de «El chal» y de «Rosa», al ver lo que le ocurre a su hija de quince meses, a la que ha tenido envuelta en la mantilla casi hasta el momento del desenlace.
Tras escribir ambas historias en 1977 Cynthia Ozick esperó tres y seis años respectivamente hasta publicarlas, por separado, en la revista The New Yorker y doce hasta editarlas juntas en un volumen. Ese recato, esa prudencia a la hora de compartir la literatura surgida de las experiencias soportadas por tantos seres humanos en los campos de la muerte, se trasluce en su manera de escribir. En su empeño por huir tanto de un lirismo sensiblero como del patetismo más chato. En su deseo de encontrar una forma de expresión adecuada para semejante atrocidad.
La propia Ozick ha contado dónde encontró la inspiración para el primer relato, una historia muy breve, capaz de herir como pocas al lector. En unas líneas de Auge y caída del Tercer Reich, monumental estudio sobre el nacionalsocialismo publicado en los Estados Unidos en 1960, en las que William L. Shirer, corresponsal en Berlín durante los años treinta y cuarenta, dice que en los campos de exterminio los guardias arrojaban bebés contra las alambradas eléctricas.
Cualquiera que se haya tomado la molestia de indagar acerca de lo ocurrido en aquellos campos sabe que no mataban únicamente a niños indefensos de esa forma. El hermano del escritor Walter Benjamin, Georg Benjamin, reputado pediatra y resistente comunista, fue asesinado de la misma manera. Enviado a Mauthausen a mediados de agosto de 1942, su mujer recibió el 26 de ese mes un escrito de la comandancia en el que se le notificaba su muerte. Causa: suicidio por contacto con la línea de tensión eléctrica.
Georg Benjamin no formó parte de los prisioneros masacrados por el trabajo agotador, el frío, el hambre y la sed. Tampoco de los que fueron fusilados, ahorcados o gaseados. Su viuda, Hilde Benjamin (de soltera, Lange), asegura en la biografía que escribió sobre él que, como a tantos otros, lo arrinconaron contra la cerca electrificada. Cuenta un antiguo prisionero de Mauthausen que desde el camión en el que los transportaban, vestidos apenas con camisa y calzones, los judíos eran empujados hacia la alambrada de espino, en la que quedaban enganchados hasta la mañana siguiente. Después de que los comandos de trabajo abandonaran el campo, se desconectaba la corriente y los encargados de recoger los cadáveres tenían que descolgarlos de allí.
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