• Quejarse

Gordon Thomas - Mossad. La historia secreta

Aquí puedes leer online Gordon Thomas - Mossad. La historia secreta texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1999, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Gordon Thomas Mossad. La historia secreta
  • Libro:
    Mossad. La historia secreta
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1999
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Mossad. La historia secreta: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Mossad. La historia secreta" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Gordon Thomas: otros libros del autor


¿Quién escribió Mossad. La historia secreta? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Mossad. La historia secreta — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Mossad. La historia secreta " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Agradecimientos

EN ISRAEL

Meir Amit — Ariel Merari — Yaakov Cohen — Reuven Merhav — Alex Doron — Danny Nagier — Ran Edelist — Yoel ben Porat — Rafael Eitan — Uri Saguy — Isser Harel — Zvi Spielmann — David Kimche — Barry Chamish.

Y todos aquellos que siguen en activo y no pueden ser mencionados.

EN OTROS LUGARES

David Kimche — Madeleine Morel — Mohammed al Fayed — Laurie Meyer — Sean Carberry — Samir Saddoni — Sebastian Cody — Susannah Tarbush — Carolyn Dempsey — Michael Tauck — Art Dworken — Diana Johnson — Heather Florence — Richard Tomlinson — Amanda Harris — Emery Kabongo — Per-Erik Hawthorne — Russell Warren-Howe — Barry Chamish — Otto Kormek — Martin Lettmayer — Catherine Whittaker — John Magee — Zahir Kzeibati — John McNamara — Stuart Winter.

Cada uno jugó a su modo un papel.

Y LOS ÚLTIMOS, PERO NO LOS MENOS IMPORTANTES

William Buckley — William Casey.

Ellos inspiraron la idea.

Joachim Kraner, Edith, por supuesto, y Tom Burke. Todo autor necesita un editor tranquilo, con visión de futuro, paciente, incisivo y apasionado por el libro. Tom fue todas esas cosas. No podría haber pedido más… y jamás recibí menos. Le debo mucho.

Directores Generales del Mossad

1951-1952 Reuven Shiloah

1952-1963 Isser Harel

1963-1968 Meir Amit

1968-1974 Zvi Zamir

1974-1982 Yitzhak Hofi

1982-1990 Nahum Admoni

1990-1996 Shabtai Shavit

1996-1998 Danny Yatom

1998 Efraim Halevy

Detrás del espejo

Cuando titilaba la luz roja del teléfono del dormitorio, se activaba automáticamente un sofisticado aparato de grabación en un apartamento de París cercano al centro Pompidou, en el bullicioso distrito cuarto. El técnico en comunicaciones israelí que había volado desde Tel Aviv para conectar la grabadora había instalado también la luz que servía para evitar que oír el teléfono a altas horas de la madrugada despertara las sospechas de los vecinos. El técnico era uno de los yahalomin, miembro de un equipo del Mossad que se encargaba de las comunicaciones seguras en los pisos francos de la agencia secreta de inteligencia de Israel.

El apartamento de París era como todos, con la puerta principal a prueba de bombas y ventanas cuyos vidrios, al igual que los de la Casa Blanca, eran capaces de burlar los detectores. Había muchos así en las principales ciudades del mundo, de compra o alquilados por largos períodos. Muchos permanecían deshabitados durante largo tiempo, preparados para el momento en que fueran necesarios para una operación.

Una de estas operaciones se había llevado a cabo desde el apartamento de París a partir de junio de 1997, época en que llegó monsieur Maurice. Hablaba un francés fluido con un leve acento centroeuropeo. A lo largo de los años, sus vecinos habían conocido a muchos como él: hombres, y a veces mujeres, que llegaban repentinamente, pasaban semanas o meses entre ellos y desaparecían sin previo aviso. Al igual que sus antecesores, Maurice había evitado con cortesía toda indagación sobre su persona o su trabajo.

Maurice era un katsa, un agente del Mossad.

Físicamente no llamaba la atención; incluso se había dicho de él que, en una calle desierta, habría pasado prácticamente desapercibido. Lo reclutaron en los buenos tiempos, cuando la fama del Mossad era todavía legendaria. Descubrieron su potencial cuando, durante el servicio militar obligatorio israelí, tras el período de entrenamiento básico, fue destinado a inteligencia de las Fuerzas Aéreas. Se había destacado tanto por su facilidad para los idiomas (hablaba francés, inglés y alemán) como por otras cualidades: era hábil para rellenar los vacíos en el análisis de un caso, especular conclusiones y conocía los límites de las conjeturas. Pero, sobre todo, era un manipulador nato: sabía persuadir, engatusar, y en último término, amenazar.

Desde su salida de la academia del Mossad, en 1982, había trabajado en Europa, Sudáfrica y Oriente. En repetidas ocasiones lo había hecho fingiendo ser empresario, escritor o vendedor. Había utilizado diversos nombres y biografías obtenidos del archivo que mantenía el Mossad. Ahora era Maurice, nuevamente un empresario.

Durante sus numerosas misiones había oído hablar de las purgas en «el Instituto», el nombre por el que el personal se refería al Mossad: rumores dañinos sobre carreras malogradas y truncadas, de cambios en la cúpula. Cada nuevo director tenía sus propias prioridades pero ninguno había remediado la desmoralización de la agencia. La pérdida de moral aumentó con el nombramiento de Benjamín Netanyahu, el primer ministro más joven de Israel. Hombre de probada experiencia en inteligencia, se suponía que debía saber cómo funcionaban las cosas en la agencia; cuándo escuchar, hasta dónde llegar. No obstante, desde el comienzo, Netanyahu sorprendió a los agentes experimentados deteniéndose en detalles operativos.

Al principio, esto se interpretó como un entusiasmo innecesario, una nueva escoba dispuesta a barrer hasta el último rincón para asegurar que no quedaran secretos por conocer. Pero las cosas adquirieron un tono alarmante cuando también la esposa del primer ministro, Sara, quiso husmear detrás del espejo en el mundo de la inteligencia israelí. Había invitado a su casa a agentes de alto rango para hacerles preguntas. Según ella, seguía el ejemplo de Hillary Clinton y su interés por la CIA.

En los pasillos impersonales del cuartel general del Mossad en Tel Aviv sonaron voces escandalizadas porque Sara Netanyahu había exigido ver los perfiles psicológicos de los líderes mundiales a quienes ella y su esposo recibirían o visitarían. En especial, había pedido detalles sobre la vida sexual del presidente Bill Clinton. También quiso revisar los legajos de los diplomáticos israelíes en cuyas embajadas residirían durante sus viajes al extranjero y se interesó en particular por la limpieza de las cocinas y la frecuencia con que se cambiaba la ropa de cama en sus suites de huéspedes.

Estupefactos por sus demandas, los oficiales del Mossad le habían explicado a la esposa de Netanyahu que obtener información de esa índole no formaba parte de sus tareas de inteligencia.

Algunos veteranos habían sido apartados de las labores centrales de inteligencia y asignados a operaciones de poca envergadura, que requerían poco más que inventar algo de papeleo, por lo general nunca leído. Al darse cuenta de que sus carreras se estancaban, habían renunciado.

Ahora, dispersos a lo largo de Israel, ocupaban su tiempo en la lectura, principalmente sobre historia, e intentando aceptar el hecho de que ellos también eran cosa del pasado.

Por todo esto Maurice se alegraba de estar fuera de Tel Aviv; en acción una vez más.

La operación que lo trajo a París le había dado otra oportunidad de demostrar que era un agente cuidadoso y metódico, capaz de cumplir lo que se esperaba de él. En este caso la tarea era relativamente sencilla: no existía verdadero peligro físico, únicamente el riesgo de la vergüenza en caso de que las autoridades francesas lo descubrieran y lo deportaran discretamente, sin ningún escándalo. El embajador israelí sabía que Maurice se encontraba en París pero desconocía el motivo. Ésta era la práctica habitual: si las cosas salían mal, el diplomático podía alegar desconocimiento.

La tarea de Maurice era reclutar a un informador. En el idioma esotérico del Mossad, esto se llamaba el «contacto frío», sobornar a un natural del país. Al cabo de dos meses de trabajo paciente, Maurice creía que estaba a punto de tener éxito.

Su blanco era Henri Paul, asistente jefe del hotel Ritz de París, que además ejercía como chófer de los huéspedes célebres.

Uno de ellos había sido Jonathan Aitken, ministro del último gobierno conservador de Gran Bretaña. Aitken era el encargado de coordinar ventas de armas y había tejido una amplia red de contactos con vendedores de Oriente Medio. Esto había llevado a que World in action, un programa informativo de televisión, y el periódico The Guardian hicieran públicos informes desfavorables sobre los vínculos de Aitken con hombres que no pertenecían normalmente al entorno de un ministro. Aitken presentó una demanda por calumnias e injurias. Quién había pagado los gastos de Aitken cuando éste se había hospedado en el Ritz para encontrarse con sus contactos árabes se había convertido en el eje central del juicio. Aitken declaró bajo juramento que su esposa se había encargado de la cuenta.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Mossad. La historia secreta»

Mira libros similares a Mossad. La historia secreta. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Mossad. La historia secreta»

Discusión, reseñas del libro Mossad. La historia secreta y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.