Gómez Barroso - Economía y política

JOSÉ LUIS GÓMEZ BARROSO

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA

Economía y Política

Una visión íntegra y heterodoxa
del papel del Estado en la economía

ECONOMÍA Y POLÍTICA
UNA VISIÓN ÍNTEGRA Y HETERODOXA DEL PAPEL DEL ESTADO EN LA ECONOMÍA

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© Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid 2019

www.uned.es/publicaciones

© José Luis Gómez Barroso

© Ilustración de cubierta: Santiago Sáez Luco

ISBN electrónico: 978-84-362-7504-9

Edición digital (epub): febrero de 2019

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La Economía es una ciencia social. No puede dejar de serlo pues en la base de cada fenómeno económico subyacen decisiones, sean estas individuales o colectivas, aisladas o agrupadas. Ser una ciencia social no supone ningún desdoro, como demuestra que otras ciencias incluidas en esta categoría nunca se hayan replanteado su identidad. No ha sido este, sin embargo, el caso de la Economía, que no parece sentirse completamente cómoda dentro del corsé de los (aparentes) límites de las ciencias sociales y que, desde que alcanzó cierta madurez, siempre ha tenido aspiraciones de llegar a ser algo más . En épocas anteriores no había sido así. El propio nombre de Economía Política, con el que se denominó a la materia cuando se independizó como ciencia, hacía referencia a una integración de la economía en la realidad social circundante. Ya en el siglo XIX esta interacción fue sentida como dependencia y como imperfección y, a la vez que se desprendía del adjetivo y la Economía Política pasaba a ser simplemente Economía, comenzaron a buscarse leyes, igualdades, exactitudes, una metodología definida y propia de la ciencia económica.

Es obvio que gracias a este esfuerzo se ha logrado avanzar de manera fundamental en la comprensión de muchos hechos de naturaleza económica. El problema no ha sido el tratar de buscar respuestas y predicciones sino el olvidar con más frecuencia de lo que sería deseable que todas esas respuestas dependen de un entorno. La cláusula ceteris paribus es necesaria para modelar un mundo con demasiadas variables pero todo modelo no deja de ser una foto fija de una realidad que nunca para de moverse. Y es en esa realidad compleja, y no en los modelos estilizados, donde la economía real se desenvuelve.

La crítica no es nueva. Más bien lo contrario. Hace más de un siglo ya había voces que reprobaban la disociación de la teoría con la realidad. La crítica tampoco es foránea ni desinformada. Muchas de esas voces, de hecho las más autorizadas, eran y siguen siendo internas a la profesión. El formalismo ha contado con fieles (y sobre todo con conversos) pero siempre ha habido una minoría que ha actuado como Pepito Grillo , señalando sus limitaciones y los riesgos que su adopción entraña.

Un problema fundamental es que la economía del rigor se ha impuesto de manera casi absoluta en los manuales, en particular en los más básicos. Constreñidos a la ortodoxia, lo habitual es que en ellos no se haga ningún tipo de reflexión acerca de las limitaciones de lo descrito en sus capítulos. Se distingue entre Economía positiva y Economía normativa. Lo que se presenta es la variante positiva: cómo la economía funciona. Sin más. No hay espacio para el matiz ni las circunstancias del contexto. Existe, sí, la parte normativa pero no son más que juicios de valor acerca de si debe tomarse una u otra decisión pero, una vez tomada, los resultados serán necesariamente los predichos a priori en todo momento y lugar.

Sin embargo, quienes leen los manuales de Economía viven en un mundo en que hay centenares de ejemplos que ponen en cuestión que las relaciones económicas se rijan por reglas exactas. Muchos de estos ejemplos, de hecho, parecen no encajar de ningún modo con lo explicado en el manual. Una visión más amplia de la disciplina permite comprender las limitaciones de los fundamentos aprendidos sin dejar de valorar su importancia. Así que, siendo grave la situación, no lo es tanto para los estudiantes de carreras como Economía o Administración de Empresas, quienes a medida que avanzan en su conocimiento, y si el plan de estudios que se ven obligados a seguir es razonable, deberían desarrollar, al menos eso se les supone, un cierto espíritu crítico. Pero la situación de los estudiantes de aquellas carreras en que solo hay unas pinceladas de Economía, quizá uno o dos cursos introductorios, es descorazonadora. Si, tratando de aprovecharse de sus recién adquiridos conocimientos, alguien próximo les requiriera explicación de algún fenómeno económico, lo que han aprendido en una tertulia televisiva o en los comentarios a la noticia leídos en internet probablemente sea, desgraciadamente, un referente más útil que su manual de Economía. La aparente desconexión de la Economía de la realidad económica hace que la disciplina no se vea útil, no resulte atractiva y que, en muchos casos, se olvide casi de inmediato una vez superada.

Esta situación no tiene solución espontánea. Al contrario, la tendencia es que la divergencia se amplíe y no se cierre. Las técnicas de mercado exploran y explotan las aparentes contradicciones en el comportamiento de los consumidores. Muchos mercados se mueven ya no con expectativas sino con la letra pequeña de las expectativas. Las curvas no siempre se desplazan como lo hacen en los modelos creados dentro de una cámara de vacío. Y ni los temarios ni los libros de texto cambian con el pretexto de que los fundamentos que se explican en ellos no se alteran. Lo que es cierto. Pero si se quiere que contribuyan a dar una interpretación de lo que ocurre en el mundo real , los fundamentos crudos no sirven. La solución no pasa por construir modelos más y más complejos sino por hacerlos más flexibles y dotarlos de más grados de libertad. Con más razón si la explicación está destinada a un curso de introducción. Es urgente, pues, desacralizar las leyes económicas y recuperar no el matiz en sí, lo que llevaría a la casuística infinita que pretenden superar los modelos, sino la consciencia acerca de la importancia del matiz, lo que significa a su vez recuperar la consciencia acerca de la importancia del contexto.

El contexto (tanto general como particular de cada situación concreta) condiciona el comportamiento de los agentes económicos que participan en los intercambios, comportamiento no siempre automático, ni siquiera racional. De todos los agentes, también del Estado. El contexto social y político es, parece evidente, elemento fundamental para entender el papel que se reserva (o se arroga) lo público en el juego económico. Pero el estudio de esta parte de la Economía tampoco escapa del sometimiento a una ortodoxia con anteojeras. De hecho, si una parte de la Economía está especialmente necesitada de reconsideración es esta porque, además de sufrir los males generales de toda la disciplina, se halla fragmentada y dispersa, lo que impide tener una visión coherente del conjunto.

Comenzando por la segunda crítica, para tener en la actualidad un conocimiento cabal de la actividad pública en la economía hay que rastrear en varias áreas. Si se busca en los índices de los manuales de Introducción a la Microeconomía al uso, el papel de lo público se suele concentrar en un capítulo, estudiado como una anomalía en la interacción de oferta y demanda. En los de Introducción a la Macroeconomía se discuten las interpretaciones que las dos escuelas de pensamiento económico imperantes (en realidad, imperantes hace décadas) dan para la política fiscal o monetaria. Los programas de Economía Pública mezclan Hacienda Pública y Teoría del Presupuesto y Gasto Público que son dos ramas independientes en muchos itinerarios académicos. La regulación de los mercados parece estar reservada para los libros de Economía Industrial. Los de Política Económica se fijan en tipos particulares de políticas, en particular las aplicadas a tal o cual sector de actividad económica, pero dejan muchas otras fuera y en general no explican cuál es la función de unas u otras en el conjunto de la política global. El despiece casi llega al sinsentido. Bajo la mirada del no experto, estos son fragmentos aparentemente difíciles de encajar y sin congruencia, que no cuentan ninguna historia incluso si se pusieran todos juntos.