AGRADECIMIENTOS
E ste proyecto, más que el de la mayoría de los libros, no hubiera sido posible sin la ayuda de varias personas. Doy las gracias a Alan Reder, Ellen Komp y Chris Conrad por su colaboración, y especialmente a Chris por su notable participación en la exposición de las posibilidades energéticas del cáñamo. John Birrenbach, Gero Lesor y John McPartland proporcionaron valiosa realimentación para el libro, y Mari Kane ayudó sin parar. Sobre todo me gustaría agradecerle su dedicación y su fe en este libro a Robin Dutcher-Bayer, Mary Eider Jacobsen, Janet Jesso, Tim Jones, Wendy Pratt, Virginia Scott, Lee Wood y al resto del fabuloso equipo de Inner Traditions. Fue un placer trabajar con todos ustedes.
PRÓLOGO DEL EDITOR
C abe preguntarse si podría existir una relación especial entre una planta y la humanidad. ¿Cómo puede ser que de los billones y billones de formas que existen en la tierra, sólo un número infinitamente pequeño tenga relación con la humanidad? En el reino animal entablamos una relación especial con las vacas, los gatos, los caballos y algunos otros animales que viven cerca de nosotros, con los cuales convivimos y que a la vez nos benefician. Sería difícil imaginar la vida sin estas especiales e íntimas relaciones que nos acompañan desde nuestros recuerdos históricos más remotos.
¿Y qué decir del reino vegetal? ¿Existen relaciones tan cercanas e íntimamente entrelazadas con las nuestras, que el desarrollo de la humanidad, tal como lo conocemos, no habría podido existir sin su ayuda? Los árboles nos proporcionan madera para construir y el algodón, vestido. El trigo, el maíz y otros cereales nos alimentan. Las plantas medicinales nos alivian cuando estamos enfermos, y muchas otras plantas están a la mano para apoyarnos y ayudarnos en nuestros quehaceres humanos. No obstante, desde la prehistoria, de todo el reino vegetal sólo contamos con un ayudante que se utiliza en todo el mundo, nos proporciona casa, vestido y sustento, amén de combustible y medicamentos, y que tiene la facultad de influir en nuestra conciencia, nuestra imaginación y la manera en que vemos al mundo. Esta planta es el cáñamo: la Cannabis sativa.
El cáñamo aparece en el mundo desde los albores de la experiencia humana. En las tumbas más antiguas encontramos sus semillas, así como cuerdas y ropas elaboradas con él. Nuestros más antiguos textos médicos nos lo presentan en su función de sanador. Descubrimos al cáñamo desempeñando un papel clave en muchos de los grandes momentos de la historia moderna. Cuando la imprenta de Gutenberg echó a andar, de cáñamo estaba hecho el papel que recibió la tinta para divulgar las palabras de la Biblia a Europa, que por entonces despertaba. Hace unos 500 años, cuando la fiebre por encontrar un nuevo mundo y una nueva manera de vivir inició la era de los descubrimientos, el cáñamo impulsó este movimiento, proporcionando a los exploradores las velas y cuerdas necesarias para que cruzaran los mares. Cuando hubo que definir este mundo, sus metas y aspiraciones, tanto el proyecto de la Constitución de Estados Unidos como su Declaración de Independencia se escribieron en papel de cáñamo. Cuando la joven nación se trasladó al Oeste, con cáñamo se techaron las carretas de los colonizadores.
Incluso después de ser proscrita, esta planta fugitiva ha regresado en momentos de especial necesidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los japoneses interrumpieron el suministro de fibra cruda, volvió a proporcionarse cáñamo a los granjeros de los Estados Unidos para apoyo de los afanes de la guerra, y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos proclamó: “¡Cáñamo para la victoria!” En el decenio de 1960, un movimiento de la juventud inspirado por los ideales de paz y amor prorrumpió en el escenario mundial, desafiando el orden social, económico y religioso de ese tiempo. Este movimiento, en el que participaron millones y millones, carecía de líderes, de ideología y de estrategia de cambio: sólo contaba con un sentimiento muy arraigado sobre la hipocresía de la “clase dirigente, cuya visión del mundo era materialista”, y con una relación especial con cierta planta: con una planta que cuenta con receptores en el cerebro humano a la espera de recibir sus mensajes bioquímicos. El mensaje que se escuchó fue respeto a la Tierra, a sus plantas y animales, al cuerpo humano y a los alimentos que se ingieren, a las diferentes culturas y pueblos. Hoy día sigue vigente el cúmulo de cambios que produjo este mensaje.
¡Qué extraordinario que el cáñamo vuelva a aparecer, pero esta vez en el papel de ambientalista y sanador! Hoy, el cáñamo nos ofrece una solución muy real e inmediata para la deforestación, los excesos de la industria petroquímica y la destrucción de nuestro suelo, así como para ayudar en problemas de salud tan diferentes como el glaucoma y el SIDA.
Sólo la arrogante mentalidad moderna, que se postra ante el progreso, negaría la historia y las virtudes del cáñamo. ¿Es menester temer a esta planta y proscribirla? ¿O lo que en realidad estamos tratando de proscribir es un cambio en la conciencia? A pesar de todos nuestros esfuerzos, se está efectuando un cambio en la cultura y en la conciencia: un cambio que honra a la Tierra y que asume las cualidades curativas, ambientales y espirituales de esta relación especial entre el cáñamo y la humanidad.
Ehud C. Sperling
INTRODUCCIÓN
E l cáñamo es un hecho. Durante los últimos años, el concepto de la industria moderna del cáñamo se ha transformado rápidamente y, de ser una fantasía, ha pasado a ser una realidad. La presencia física de los productos elaborados con esta planta—entre otros ropa, papel, materiales para construcción y aceite de semillas de cáñamo—ha tenido un gran impacto en nuestra imaginación colectiva, tal vez más que la información sobre la importancia que tuvo el cáñamo en el pasado, simiente de su resurgimiento.
Desde el decenio de 1930 ha existido el empeño por indoctrinar a la gente en la creencia de que el cáñamo no es otra cosa que una “simiente del diablo, con raíces en el infierno”. Pero cuando a esta gente se le muestra una camisa de una tela parecida al lino y se le dice que está hecha del tallo de la misma planta de la que se obtiene la mariguana, empieza a producirse un cambio profundo en su conciencia. La gente se da cuenta de que el cáñamo no es una “droga” mortal, sino sencillamente un don de Dios, con una larga y distinguida historia de servicios a la humanidad.
Es significativo que esta conciencia esté floreciendo cuando todavía vive una generación que recuerda el mundo anterior a 1937, época en la que el cáñamo se cultivaba en el huerto familiar; esa generación conoce la textura y el sabor de esta vieja amiga cuando la tienta o la prueba. Todavía andan por ahí algunos ancianos que cultivaron cáñamo en sus granjas, y ellos y sus hijos pueden dar fe de la existencia y el valor del cáñamo industrial.
PRODUCTOS DE CÁÑAMO: SEMILLAS, POLVO, PERFUME, CREMA, PAPEL Y FIBRA. FOTO DE ANDRÉ GROSSMAN.
El resurgimiento del uso de la mariguana a fines del decenio de 1960 y durante todo el decenio de 1970 provocó un diluvio de investigaciones sobre todos los aspectos del cáñamo. La historia de los textiles y papeles elaborados con esta planta mereció uno o dos capítulos en los libros que escribieron Ernest Abel, Alan Harney y Benjamín Kutscheid, que sobre todo trataban de la mariguana. A mitad del decenio de 1980, los investigadores Gatewood Galbraith, Barry Stull, Jack Frazier y Jack Herer centraron sus trabajos en los “otros” usos de esta planta. Los documentos del gobierno, la información de los periódicos y los testimonios personales empezaron a revelar una historia amplia y secreta de la utilidad del cáñamo para la humanidad, y de la misteriosa naturaleza de la represión del gobierno a esta planta. Esta información no tardó en llegar al movimiento en pro de la mariguana, que seguía vigente, y en revitalizarlo con una nueva generación de activistas ambientales preocupados sobre todo por la deforestación y el uso de insecticidas, y por el cultivo sostenido del cáñamo para elaborar papel y textiles.
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