Índice
Lewis Dartnell estudió biología en Oxford y se doctoró en UCL. En la actualidad, trabaja en la Universidad de Leicester como investigador en astrobiología de la Agencia Espacial Británica, especializado en la búsqueda de vida en Marte. Colabora frecuentemente en la prensa, y este es su tercer libro tras Life in the Universe, a Beginner's Guide (2007) y My Tourist Guide to the Solar System (2012).
Título original: Nonviolence: The Knowledge
Edición en formato digital: marzo de 2015
© 2014, Lewis Dartnell
Reservados todos los derechos, incluidos los derechos de reproducción total o parcial en cualquier forma
© 2015, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 2015, Francisco J. Ramos Mena, por la traducción
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org ) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-99925-22-6
Composición digital: M.I. maqueta, S.C.P.
www.megustaleer.com
Abrir en caso de
apocalipsis
Guía rápida para reconstruir la civilización
LEWIS DARTNELL
Traducción de
Francisco J. Ramos Mena
www.megustaleerebooks.com
A mi esposa,Vicky.
Gracias por decir sí.
Sobre mis ruinas he apuntalado estos fragmentos.
T. S. E L IOT , La tierra baldía
Introducción
El mundo tal como lo conocemos ha llegado a su fin.
Una cepa particularmente virulenta de gripe aviar finalmente rompió la barrera de la especie y logró dar el salto a huéspedes humanos, o puede que hubiera sido deliberadamente propagada en un acto de bioterrorismo. El contagio se extendió con devastadora rapidez en esta era moderna de ciudades densamente pobladas y viajes aéreos intercontinentales, y mató a una importante proporción de la población mundial antes de que pudieran implementarse cualesquiera medidas de inmunización o siquiera órdenes de cuarentena eficaces.
O tal vez las tensiones entre la India y Pakistán llegaron al máximo y una disputa fronteriza se intensificó más allá de todo límite racional, culminando en el uso de armas nucleares. Los característicos impulsos electromagnéticos de las ojivas fueron detectados por la vigilancia defensiva china, desencadenando una ronda de lanzamientos preventivos contra Estados Unidos, que a su vez propiciaron represalias de dicho país y sus aliados en Europa e Israel. Grandes ciudades de todo el mundo quedaron reducidas a irregulares planicies de vidrio radiactivo. Los enormes volúmenes de polvo y cenizas inyectados en la atmósfera redujeron la cantidad de luz del Sol que llegaba a la Tierra, provocando un invierno nuclear que se prolongaría durante varias décadas, el hundimiento de la agricultura y una hambruna global.
O puede que fuera un acontecimiento completamente fuera del control humano. Un asteroide rocoso, de solo alrededor de un kilómetro de diámetro, se estrelló contra la Tierra y alteró mortalmente las condiciones atmosféricas. Las personas que se hallaban en un radio de unos cientos de kilómetros en torno a la zona cero fueron liquidadas en un instante por el intenso calor y la presión de la onda expansiva, y a partir de ese momento casi todo el resto de la humanidad tuvo los días contados. De hecho, daba igual en qué país cayera: la roca y el polvo arrojados a la atmósfera —junto con el humo producido por los incendios generalizados causados por la onda de calor— fueron dispersados por el viento hasta asfixiar el planeta entero. Como en un invierno nuclear, las temperaturas globales descendieron lo bastante para malograr las cosechas y provocar una hambruna masiva en todo el mundo.
Este es el argumento de numerosas novelas y películas que nos presentan mundos postapocalípticos. Con frecuencia, el período inmediatamente posterior aparece retratado —como en Mad Max o en la novela de Cormac McCarthy La carretera— como estéril y violento. Bandas errantes de buscadores de desperdicios acaparan los alimentos que quedan y atacan sin piedad a quienes están menos organizados o armados que ellos. Sospecho que, al menos durante un tiempo tras la conmoción inicial del colapso, esto podría no hallarse demasiado lejos de la realidad. Pero soy optimista: creo que en última instancia prevalecerían la moral y la racionalidad, iniciándose el acuerdo y la reconstrucción.
El mundo tal como lo conocemos ha llegado a su fin. La pregunta crucial es: ¿y ahora qué?
Una vez que los supervivientes han asumido su difícil situación —el hundimiento de toda la infraestructura que previamente sustentaba sus vidas—, ¿qué pueden hacer para resurgir de sus cenizas y asegurarse de prosperar a largo plazo? ¿Qué conocimiento necesitarían para recuperarse lo más rápidamente posible?
Esta es una guía para supervivientes. Un libro no solo preocupado por mantener viva a la gente en las semanas posteriores al apocalipsis —ya se han escrito abundantes manuales sobre habilidades de supervivencia—, sino que enseña cómo orquestar la reconstrucción de una civilización tecnológicamente avanzada. ¿Sabría explicar cómo construir un motor de combustión interna, o un reloj, o un microscopio, si se encontrara usted de repente sin una sola unidad en buen estado? O, a un nivel aún más básico, ¿sabría cómo cultivar alimentos y fabricar ropa de manera satisfactoria? Pero los escenarios apocalípticos que presento aquí son también el punto de partida de un experimento mental: constituyen un vehículo que permite examinar los fundamentos de la ciencia y la tecnología, los cuales, en la medida en que el conocimiento se hace cada vez más especializado, la mayoría de nosotros percibimos como muy remotos.
Las personas que viven en los países desarrollados se han desconectado de los procesos de la civilización que las sustentan. A nivel individual, somos asombrosamente ignorantes hasta de los aspectos básicos de la producción de alimentos, alojamiento, ropa, medicinas, materiales o sustancias vitales. Nuestras habilidades de supervivencia se han atrofiado hasta el punto de que una gran parte de la humanidad sería incapaz de sustentarse si fallara el sistema de soporte vital de la civilización moderna, si dejara de aparecer por arte de magia comida en las estanterías de las tiendas, o ropa en las perchas. Obviamente, hubo un tiempo en que todo el mundo era un «survivalista», con un vínculo mucho más íntimo con la tierra y los métodos de producción, y para poder sobrevivir en un mundo postapocalíptico habría que retroceder en el tiempo y volver a aprender todas esas habilidades esenciales.
Página siguiente